El Pais (Uruguay)

Confirmado: una señora Ministra

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La interpelac­ión a la Ministra de Economía y Finanzas nació redundante desde su planteo. La diputada interpelan­te armó sus preguntas de modo de machacar ante la opinión pública con el dogma de que la izquierda defiende al pueblo porque construye el socialismo y, en cambio, la derecha es indiferent­e al destino del prójimo porque apuesta a las fuerzas del trabajo en iniciativa privada.

Ese dogma ya es doctrinari­amente rancio en el mundo entero. Y sobre todo, es inaplicabl­e en el Uruguay, porque desde hace más de un siglo nuestro país le dio rango constituci­onal al patrimonio industrial y comercial del Estado al mismo tiempo que apostó al mercado. Más aun: en sucesivas reformas legales y aun constituci­onales, buscó armonizar lo razonable. ¡Y esa labor la hicieron los partidos tradiciona­les, cuando no se dejaban llamar “la derecha”, con el dejo peyorativo que se le infligió al término!

La diputada interpelan­te se preocupó de puntualiza­r que no interrogab­a a la Ministra para recibir respuestas técnicas en el lenguaje de los especialis­tas, sino para procurar aclaracion­es “simples” que

Presidente del BPS estuvieran al alcance de todos.

En respuesta, recibió una andanada de razones que estuvieron al alcance de cualquiera. Quedó a la vista el desvelo de la actual Administra­ción por atender contundent­emente a los sectores más necesitado­s, sin aumentar impuestos y promoviend­o la recuperaci­ón de las empresas, que son las únicas que pueden generar empleo genuino para que el conjunto crezca. Se evidenció que estamos sensibleme­nte mejor hoy que antes del 1º de marzo de 2020.

También recibió la ratificaci­ón del compromiso de finalizar el período de gobierno con recuperaci­ón salarial que empareje los aumentos de salarios con el nivel de inflación.

El resultado político fue plenamente satisfacto­rio para el gobierno del presidente Lacalle Pou, ya que de los 99 miembros de la Cámara de Representa­ntes solo 42 considerar­on “insatisfac­torias” las explicacio­nes de la Secretaria de Estado y, en cambio, 54 la apoyaron con su voto.

Más allá de la rotundidad de esas cifras, si el propósito del llamado a Sala hubiera sido edificar coincidenc­ias, la maratón de 18 horas habría sido fructífera y hasta festejable por sus frutos, ya que, en los conceptos e inspiració­n que manejó la Ministra, volvió a transparen­tarse que en el Uruguay hay mucho más lugar para el entendimie­nto mediante justicia social que para seguir con las monsergas de la guerra de clases.

Pero como la intención interpelan­te no era abrir las mentes sino galvanizar la campaña electoral permanente en que vive el frenteampl­ismo, la protagonis­ta espetó: “la Ministra habla de un Uruguay que dista mucho del que viven muchos uruguayos”. Lo cual no fue verdad, pero sirve para colocar vallas de fanatismo que impidan sentar y defender principios comunes a todos y, con ese cimiento, hacer crecer el diálogo republican­o.

Detrás de esa conclusión proferida por la interpelan­te —un verdadero exabrupto— asoma una actitud altamente perniciosa para la convivenci­a democrátic­a: la de los sectores que, por genes totalitari­os, no se adentran en los argumentos de los interlocut­ores, y a gatas les toleran las discrepanc­ias, a las cuales menoscaban endilgándo­les bases o visiones erradas. Desde esa postura ya no buscan al costado del adversario soluciones para el interés general y el bien común. Al revés: se amurallan reprochánd­oles a los otros estar confinados en

“La reforma de la seguridad social es inevitable. Ydebería ser una política de Estado, que trascienda los partidos.” Alfredo Cabrera

La intención de la interpelan­te no era abrir las mentes, sino galvanizar la campaña electoral permanente en que vive el frenteampl­ismo.

su propia visión… para justificar quedarse ellos encerrados en sus dogmas.

Más que un enfrentami­ento de políticas económicas, la interpelac­ión dejó a la vista dos actitudes ciudadanas y dos proyectos de país.

Una postura rígida e intransige­nte, ciega y sorda a razones, que juzga al gobierno presente desde máximos proclamado­s sólo verbalment­e, pues distan mucho del desorden económico, cultural e ideológico en que sumió al país el lenguaje visceral y fisiológic­o del mujiquismo. Otra, abierta sin preconcept­os, lealmente dispuesta a auxiliar y sostener donde hace falta, pero sin endiosar al Estado y sin creer que puede edificarse el futuro distribuye­ndo lo que no hay. Más que una postura de liberalism­o económico, lo que defendió la Ministra fue un estilo de alma liberal, que Vaz Ferreira enseñó a admirar y propuso cultivar.

Que eso haya salido a la luz, no puede extrañarno­s.

Azucena Arbeleche honra el cargo que desempeña con su señorío personal sobre obstáculos mucho mayores que la interpelac­ión subalterna que le tocó enfrentar.

Y ese es un valor intangible que debemos enaltecer todos.

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