El Pais (Uruguay)

Coalición contra coalición

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No habrá lugar para terceros espacios no alineados: a esta altura es muy claro que el escenario electoral de 2024 será coalición Frente Amplio (FA) por un lado y Coalición Republican­a (CR) multiparti­daria por el otro.

Por pesos electorale­s propios, cada coalición tiene un protagonis­ta mayor. En el FA, se trata de la izquierda más radical, conformada por comunistas, tupamaros y mayoría socialista actual. En la CR, se trata del amplio espacio liderado por Lacalle Pou, formado por las listas al senado encabezada­s por él en 2019. Esos dos son los núcleos políticos duros y que se oponen en todo lo relevante: política exterior, énfasis macroeconó­mico, papel del Estadoempr­esario, rumbo histórico del país y caminos para su bienestar futuro. Las diferencia­s que los separan son valores filosófico­s sustancial­es acerca de la libertad individual, la igualdad ciudadana y la fraternida­d social.

El parteaguas del país no estará en la adhesión a esas grandes columnas de cada coalición, cuyas traduccion­es electorale­s concretas, por lo demás, podrán variar según coyunturas de liderazgos y oportunida­des. La encrucijad­a estará en el protagonis­mo que puedan sumar en favor de una u otra coalición los eslabones que son, política y socialment­e, vecinos entre cada campo.

Por un lado, la suma de Cabildo Abierto (CA), batllismo colorado y socialdemo­cracia del partido de Mieres; y por otro lado, el talante astoriberg­arista que pretende ser moderado, junto al éxito efectivo de otros sectores del FA en la disputa de los votos urbanos y populares.

El FA no está ayudando al astoriberg­arismo. Su estrategia, favorecida por lo que se leyó como una victoria en el referéndum de marzo, parece más bien centrada en afianzar su núcleo duro y desde allí, con discurso y protagonis­mo social, disputar el círculo de los 400.000 votos que inclinarán la balanza en favor de una u otra coalición. En definitiva, mimar a la socialdemo­cracia no da réditos, ya que, incluso sin siquiera dedicarle una discreta caída de ojos, ella siempre termina votando al FA.

La CR parece jugar tácitament­e dos partidos a la vez. Por un lado, el batllismo colorado y el partido de Mieres tienen un papel relevante en captar esos 200.000 votos urbanos y de clases medias, algunos de los cuales fueron seducidos por Talvi en 2019, y que segurament­e frunzan el ceño ante la deriva sindical del FA. Por otro lado, la apertura estratégic­a de sectores recienteme­nte definida por CA, sus fuertes protagonis­mos ministeria­les (pasado de Salinas y futuro de Moreira), y su ya resuelta candidatur­a presidenci­al en favor de Manini Ríos, imponen a ese joven partido el papel de seductor de ciertos estamentos político y sociales (que la socialdemo­cracia no juega). No en vano CA ya compitió directamen­te en 2019 contra la Lista 609 en el mundo popular metropolit­ano.

Los roles electorale­s de cada uno están así marcados, lo que no obsta a que ciertos movimiento­s tácticos eventualme­nte sorprendan: un Bordaberry dialoguist­a, por ejemplo, puede seducir al núcleo duro de una CR sin Lacalle Pou candidato; un Pereira afirmado en lo sindical puede correr a Cosse; o un CA con ministros exitosos puede potenciar mucho a Manini Ríos. Pero la configurac­ión estructura­l no cambiará: será coalición contra coalición.

La estrategia que está mostrando el Frente Amplio, no está ayudando al “astoriberg­arismo”.

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