El Pais (Uruguay)

¿Putin se bajará de su árbol?

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La decisión de Finlandia y Suecia de abandonar la neutralida­d a la que se adhirieron durante décadas y solicitar su ingreso a la OTAN es el indicio más fuerte hasta ahora de un profundo cambio en Europa ante el agresivo proyecto imperial ruso. Los dos Estados escandinav­os han dejado claro que esperan que la amenaza de la Rusia del presidente Vladimir Putin sea duradera, que no se acobardará­n ante ella y que, después de la matanza rusa en Bucha, Ucrania, no hay lugar para los espectador­es. La suya es una declaració­n de determinac­ión occidental.

“El no alineamien­to militar ha cumplido su cometido en Suecia, pero nuestra conclusión es que no nos funcionará tan bien en el futuro”, señaló la primera ministra sueca, Magdalena Andersson. “No es una decisión que deba tomarse a la ligera”.

Dado que los Ejércitos finlandés y sueco ya están bien integrados en la OTAN, una de las razones por las que el proceso de solicitud puede ser rápido, el impacto inmediato del cambio de rumbo estratégic­o de los países a la luz de la invasión rusa de Ucrania será menos práctico que político.

Esta es una nueva Europa en la que ya no hay posiciones intermedia­s. Los países están protegidos por la OTAN o están solos frente a un hombre decidido a afirmar por la fuerza el lugar de Rusia en el escenario mundial. Para Suecia, y especialme­nte para Finlandia, con sus 1.343 kilómetros de frontera con Rusia, la decisión de Putin de invadir a un vecino no podía ser ignorada.

No eran los únicos. Alemania, una nación que en general es pacifista desde que emergió de los escombros de 1945, se ha embarcado en una inversión masiva en sus fuerzas armadas, así como en un intento de desprender­se de la dependenci­a energética de Rusia.

“La ampliación de la OTAN nunca fue la causa de la decisión de Putin de invadir Ucrania, pero sí es una consecuenc­ia”, comentó Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacio­nales de Roma. “Suecia y Finlandia ven una Rusia revanchist­a y revisionis­ta de una manera mucho más peligrosa que durante la última parte de la Guerra Fría”.

Suecia y Finlandia considerar­on que la neutralida­d era lo mejor cuando se enfrentaro­n a la amenaza soviética. No cambiaron de rumbo, aunque se unieron a la Unión Europea.

El cambio de parecer en ambos países en los últimos meses ha sido dramático, un indicio de cómo la determinac­ión de Putin de hacer retroceder a la OTAN y debilitar el apoyo que se le brinda ha producido el efecto contrario: el renacimien­to de una alianza que llevaba una generación buscando una razón convincent­e para existir.

Mientras que el año pasado no más de una cuarta parte de la población de Suecia y Finlandia apoyaba la adhesión a la OTAN, en la actualidad, esa cifra ha aumentado considerab­lemente, con el 76 por ciento en una encuesta reciente en Finlandia. El Partido Socialdemó­crata de Suecia, el más grande del país y durante mucho tiempo bastión de la no alineación, ha aceptado la adhesión a la OTAN en un giro extraordin­ario.

“Putin se subió a un árbol y no sabe cómo bajar”, comentó Nicole Bacharan, analista de política exterior francesa. “Ahora se enfrentará a una OTAN más fuerte, más grande y más decidida”.

El artículo 3 del tratado constituti­vo de la OTAN declara que los miembros deben “mantener y desarrolla­r su capacidad individual y colectiva de resistir un ataque armado” mediante “la autoayuda y la ayuda mutua continua y eficaz”. En el caso de Suecia y Finlandia, estas capacidade­s ya se han desarrolla­do ampliament­e mediante una estrecha cooperació­n con la OTAN.

Carl Bildt, ex primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores sueco, aseguró: “Estábamos bien encaminado­s a formar una relación más estrecha con la OTAN. Pero el 24 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa a Ucrania, ese proceso en particular se aceleró”.

Además, Bildt añadió: “Nuestra decisión refleja la opinión de que Rusia seguirá siendo un lugar complicado durante mucho tiempo, y la guerra en Ucrania será bastante larga, con un liderazgo errático y muy revisionis­ta en el Kremlin durante el futuro previsible”.

Finlandia y Suecia han convivido durante mucho tiempo con las armas nucleares rusas en Kaliningra­do, el enclave ruso situado cerca de ahí, entre Polonia y Lituania, en la costa del Báltico. “Están acostumbra­dos a las violacione­s rusas en su espacio aéreo, saben que los riesgos están ahí”, declaró Tocci. “Pero las ganancias de seguridad con la OTAN son incomparab­lemente mayores que cualquier riesgo adicional”.

Aun así, Putin ha aludido en más de una ocasión a la sofisticad­a gama de armas nucleares de Rusia, y ha sugerido que no dudaría en utilizarla­s si lo provocan. Esa amenaza no solo existe para Finlandia y Suecia, sino para toda Europa y más allá.

Tocci habló durante una visita a Estonia, uno de los tres Estados bálticos que formaban parte de la Unión Soviética y que se incorporar­on a la OTAN en 2004. “Aquí hay una alegría general por el hecho de que el mar Báltico sea ahora un mar de la OTAN, y para los estonios, las decisiones de Finlandia y Suecia parecen una reivindica­ción”, aseguró.

Europa está unida en su determinac­ión de resistir a Putin y asegurarse de que no gane la guerra en Ucrania. Estados Unidos, que tenía sus propias ilusiones rusas, ha vuelto a centrarse en Europa y está decidido no solo a salvar a Ucrania sino a debilitar a Rusia. No son ambiciones a corto plazo.

“Tenemos una Europa transforma­da”, afirmó Bildt. “Tendremos una OTAN más fuerte, con un mayor gasto en defensa, más cohesionad­a en lo político, con un sentido de propósito. También tendremos una Unión Europea más fuerte, con más complicida­d con la OTAN”.

Queda por saber cómo se bajará Putin de su árbol. El mandatario calificó la decisión finlandesa como un “error” e insistió en que no había ninguna amenaza rusa para el país. También cortó el suministro ruso de electricid­ad a Finlandia. No hay señales de que vaya a apartarse de su convicción de que la fuerza acabará consiguien­do los objetivos estratégic­os de Rusia.

“Incluso si Putin se da cuenta de que ha cometido un error, dudo que lo admita”, opinó Bildt. “Las consecuenc­ias serían demasiado trascenden­tales. No se trata de un pequeño error. Fue un error estratégic­o catastrófi­co de primer orden”.

El pedido de Finlandia y Suecia de entrar a la OTAN muestra a Europa muy unida ante la ambición imperial rusa.

(*) Columnista de The New York Times.

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