ACTOR QUE LE DIO ROSTRO A SU ÉPOCA
A los 91 años murió la gran estrella del cine francés, recordado por “Un hombre y una mujer”
Jean Louis Trintignant fue un galán a pesar suyo. Sus personajes algo frágiles, a veces tirando a pusilánimes, cuando no dañinos, le aportaron un rostro lindo pero tristón a la edad de oro del cine europeo. Ayer falleció a los 91 años.
Para algunas generaciones — las que hoy pasan los 65 años— Trintignant estará siempre asociado con la mitad masculina de Un hombre y una mujer, el clásico que Claude Lelouch estrenó en 1966. Allí interpretaba a Jean Louis Duroc, un piloto de coches de carrera que vivía una historia de amor con Anne (Anouk Aimee); eran dos viudos y el flechazo acompañado por la música de Michel Legrand cautivó a los espectadores de su tiempo.
Esa combinación de burgués algo melancólico y callado y galán moderno sería su marca de fábrica a la que más o menos presentó en más de 140 títulos. Representaba a un tipo de hombre nuevo,* cercano a la sensibilidad de la nouvelle vague de la que, justamente, Un hombre y una mujer puede ser vista, hoy, como un ejemplo pasteurizado.
Volvería a ese papel en Un hombre y una mujer 20 años más tarde en 1986 y Los años más bellos de una vida en 2017, las dos con Aimee y dirigidas por Lelouch.
Fue además el reprimido católico en Mi noche con Maud de Eric Rohmer, el advenedizo fascista de El conformista, y el tímido estudiante arrastrado por Vittorio Gasmman en Il Sorpasso de Dino Risi. Su aspecto algo burocrático le permitió convencer como un juez en Rojo de Kristof Kieslowski, y de Costa Gavras, la película por la que recibió un premio en el festival de Cannes de 1969.
Sus dos últimos papeles destacados fueron al servicio del austríaco Michael Haneke: estuvo en
Amour y su secuela extraoficial,
Final feliz. Trabajó, en más de 60 años de carrera, con otros de los
Zmás importantes directores europeos: entre ellos Claude Chabrol, Abel Gance, Ettore Scola y Francois Truffaut.
Construyó así una carrera variada con películas románticas, comedias y dramas en los que, en general, componía papeles conflictuados.
Trintignant nació en Port-st. Esprit, en la región sur de Provenza-alpes-costa Azul, el 11 de diciembre de 1930. Después de estudiar con Charles Dullin, hizo teatro de repertorio antes de debutar en cine en 1956 con Si todos los hombres del mundo de Christian Jacque. Su primer papel destacado fue ese mismo año con Dios creó a la mujer, una película de Roger Vadim en la que compartía elenco con Brigitte Bardot, con quien vivió un romance que terminó con su matrimonio con la actriz Stephane Audran.
De sus segundas nupcias — con la actriz, directora y productora Nadine Trintignant. quien lo dirigió en Mon amour, mon amour— nació su única hija, Marie
YTrintignant, quien fue asesinada en 2003 por su novio, en una noticia que conmovió y sacudió el morbo de la prensa amarilla. El actor era parco y prefería estar lejos de las luminarias propias de su estatus de estrella.
Trintignant murió “de forma tranquila, a consecuencia de la vejez (...) en su casa del departamento de Gard, rodeado de sus seres queridos”, dijo su esposa, Mariane Hoepfner Trintignant.
El presidente francés Emmanuel Macron se refirió a su muerte diciendo que Trintignant “ha acompañado un poco nuestras vidas a través del cine francés. Se cierra la página de un formidable talento artístico, también de una voz”.
Eso es verdad. Trintignant representó una manera de entender el cine y la actuación, de esas que ya no se dan más. Y consiguió lo que solo se reserva para algunos: acompañar el esplendor de un arte al que aportó una manera de actuar, una manera de verse, una forma de ser.