Una cuestión de modelos
Se acuerda de la época de las “supermodelos”? Hace como 20 o 30 años, cuando aparecieron mujeres como Naomi Campbell y Claudia Schiffer, que rompían todo, y dominaban el mercado. Después vino internet, los influencers, la corrección política, y las modelos, como los dinosaurios, se fueron extinguiendo poco a poco. Bueno, desde aquellos tiempos que no se hablaba tanto de modelos como esta semana en Uruguay. Y todo, gracias a Fernando Pereira.
“El modelo económico de este gobierno fracasó”, dijo el siempre equilibrado Fernando. Y la misma semana insistió con el tema al señalar que buscaría imitar el “modelo” del Partido Socialista español, para terminar con la hegemonía blanca en el interior del país.
Sobre el tema del interior, no resulta nada llamativo que un ex dirigente sindical, empleado público capitalino, crea que para ganar votos en Cerro Largo, hay que copiar lo que hace el PSOE en Albacete o Segovia. ¡Si son igualitos!
Más complejo es cuando habla del modelo económico. Para empezar, porque decir que en un país
MARTÍN AGUIRRE que acaba de dejar atrás una pandemia, y tiene un desempleo del 7%, donde la economía va a crecer cerca del 5%, y donde la masa saliarial ya está casi en el nivel prepandemia, la palabra “fracaso” luce un poco...¿exagerada?.
Ahora bien, dejando de lado las ironías, ¿de qué modelos hablamos? ¿Cuales son las enormes diferencias que ha impuesto el nuevo gobierno en estos dos años?
Y la realidad es que no hay grandes diferencias. Podríamos hablar del tema de la “libertad responsable”, y esa concepción de delegar en los individuos que componen la sociedad, una cuota mayor de responsabilidad en el bienestar colectivo. Eso sí es bien diferente a lo que planteó el FA de encerrar a la gente a prepo, y que un burócrata defina lo que le conviene o no a cada uno.
Tal vez podríamos mencionar el tema del respeto a la plata de la gente. Algo que no es tanto un tema de modelos, (¿a qué político no le gusta repartir plata ajena?), sino de realidad. Con el 5% de déficit que dejaron las gestiones del FA, no había mucho margen para otra cosa.
O podríamos señalar el tema del mayor respeto a la ley. Con cosas que van desde la prohibición de los piquetes y cortes de calles, hasta el mayor rigor con la delincuencia. A ver, podemos discutir si hay un alza de los homicídios este año o no, pero la cantidad de nuevos presos que abarrotan las cárceles (otro problema en sí mismo) es clara señal de que el gobierno ha actuado con otro énfasis.
Pero más allá de esas tres cosas, no han habido cambios significativos. Ni a nivel tributario, ni a nivel productivo, ni a nivel social. Como dijo muy bien el colega Martín Bueno esta semana en la página editorial de El País, hay un “Modelo Uruguay” que, para bien o para mal, sigue muy saludable.
Y, la realidad, es que tampoco eran esperables cambios mucho más drásticos. La democracia representativa funciona en base a una legitimidad, sin la cual, las decisiones políticas no se sostienen. Y la sociedad uruguaya nunca pidió otra cosa que esto que tenemos.
Tal vez ese fue el gran talento del presidente Lacalle Pou en la última campaña. Entender que había una mayoría de la sociedad que quería algún ajuste en comparación con lo que venía ofreciendo el Frente Amplio. Un poco más de mano dura con los delincuentes, un poco más de empuje privado en una economía que venía trancada por tanto estatismo, y donde ya no parecía haber mucho que repartir. Pero hasta ahí.
Por eso, llama la atención cuando alguna gente desde el propio “costado” del gobierno, insiste con cambios más drásticos y reformas más profundas. Tal vez haya margen en educación, y en inserción internacional. Pero ¿alguien cree que la sociedad uruguaya aceptaría cosas muy diferentes a las actuales? Quienes quieran eso, deberán trabajar mucho y muy duro, para conseguir legitimidad social para esas reformas.
Es ahí que las palabras de Fernando Pereira vuelven a generar dudas. ¿Qué modelo quiere el presidente del Frente Amplio? Porque tamaña irritación no se puede deber a los tibios esfuerzos reformistas de este gobierno. La única explicación es que Pereira busque en el fondo usar el malestar ineludible con una situación pospandemia para empujar en el sentido de un modelo muy diferente. Un modelo donde la justicia y los derechos individuales estén por debajo de los intereses colectivos y de los grupos de presión. Donde el Estado tenga un papel más determinante en lo que le toca a cada persona del fruto de su esfuerzo. Donde los delincuentes no sean responsables de sus actos, sino victimas de una sociedad explotadora.
El gran problema con esta visión es que las encuestas muestran que no es lo que quiere la mayoría de los uruguayos.y que reverdecer esos planteos se parece mucho a cuando alguna de esas modelos entradas en años, buscan reeditar su fama en base a filtros y fotoshop en las redes sociales. No funciona, y da un poco de pena.