La conciliación
La semana pasada escribí sobre la kirchnerización del Frente Amplio. ¿Qué quiere decir eso? En substancia refiere a la procura de rédito político en la profundización de las diferencias y el antagonismo como idioma básico de la actividad política. Dicho de notro modo: es el propósito de desbaratar el escenario político en cuanto ámbito para la tramitación de las discrepancias y constituirlo como escenario para despliegue de las diferencias.
El caso de la Argentina es paradigmático en esta materia. La confrontación está allí instalada no solo entre gobierno y oposición sino en el seno del gobierno mismo, entre la vicepresidenta y el presidente. El resultado es una nación subordinada a la lucha partidaria con el consiguiente daño (en lo económico, lo cultural, la autoestima nacional, el valor de la palabra, etc.)
En nuestro país la tradición política, o la cultura política, han sido muy diferentes. El Uruguay aprendió en el fragor de las revoluciones a no destrozarse más y a armar un sistema para la convivencia en los antagonismos. Al final de la revolución de Timoteo Aparicio, llamada Revolución de las Lanzas se firmó la paz (Abril 1872) estableciéndose, de forma institucional, simbólica y hasta geográfica, que los blancos eran una parte constitutiva de la nación y, en función de ello, se reconocía la jefatura política del Partido en los Departamentos donde, de hecho, la mayoría de los habitantes eran blancos. A partir de ese acuerdo se instala una cultura política que admite como normal y permanente la existencia de diferencias partidarias. El país entero, en su subconciente político, da por sentado que el mejor futuro imaginable para el Uruguay estaría en la articulación de diferencias.
Esa convicción, tan sensata y a la postre tan uruguaya, que había orientado la vida política nacional desde 1872 en adelante, flaquea en los años setenta del siglo pasado. Aquellos que la cátedra denominó proyectos antisistema (la guerrilla y la dictadura) despreciaron la vieja tradición política del Uruguay. Después de la salida las instituciones fueron plenamente restablecidas pero la recuperación de aquella tradición no ha sido tan plena.
Varios cambios se han dado. El Frente Amplio fundacional era diferente al actual. Quien ahora es la principal fuerza del Frente Amplio es el Partido Comunista cuyo objetivo, filosófico y político, es la lucha de clases en una dialéctica de victoria/derrota. La otra fuerza importante del Frente, los seguidores de Mujica, han manifestado
Este pequeño y gran país tiene una maravillosa tradición política basada en la conciliación.
repetidamente su admiración por el kirchnerismo.
Estas variantes de la tradición política nacional han de ser tratadas abiertamente en el Uruguay de hoy. Discutirlas con el Frente Amplio porque el Frente ya es también una planta nativa de nuestro suelo político; más tardía en el tiempo pero ya arraigada.
Y en esa discusión, planteada como problema y no como acusación, el Frente tendrá que ir procesando, en una discusión interna, su aceptación de la inmodificable presencia de otros actores en el escenario político, su asimilación de la vieja enseñanza de la Paz de Abril, la aceptación sincera de que su adversario político actual, la coalición republicana que está en el gobierno, no es una patología contraída por el Uruguay sino los gobernantes que libremente han elegido para sí los uruguayos.
Este pequeño y gran país tiene una maravillosa tradición política basada en la conciliación. Tenemos que respetarla. Respetarla y hacerla respetar.