El Pais (Uruguay)

Una nueva economía

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La economía uruguaya siguió avanzando en el primer trimestre del año. El PBI subió 0,6% respecto al trimestre anterior, según informó el Banco Central. El dato continúa la senda de recuperaci­ón de la actividad económica, en un derrotero que no fue ni será fácil, por los diversos desafíos planteados al crecimient­o.

Respecto al año pasado, el PBI del primer trimestre subió 8,3%, un aumento muy fuerte que se explica por el robusto comportami­ento de varios sectores, pero también porque la base de comparació­n es baja: en el primer trimestre del 2021 el turismo seguía seriamente afectado y los servicios presencial­es aún no se habían recuperado. Más aún: en marzo de 2021 irrumpió lo que se considera la primera ola de contagios por Covid (que se llevó la vida de más de 6.000 uruguayos), lo que también perjudicó seriamente la actividad, imponiéndo­se en aquel momento nuevas restriccio­nes a la movilidad.

Es por esto, en buena medida, que el aumento interanual en el comercio es del 9%, y en educación, salud y otros servicios de casi 11%. Son áreas de la economía que habían estado muy afectadas por la pandemia.

Otros rubros, sin embargo, no fueron tan afectados por la pandemia y han tenido un avance más sostenido. Es especialme­nte relevante lo que ocurre con la construcci­ón, que avanza 11% interanual, tanto por las grandes obras como por un creciente dinamismo de la producción de viviendas. La industria (con protagonis­mo de agroindust­rias como la frigorífic­a) crece 6% interanual. Y el agro creció 3,6% interanual, por la mayor producción de granos y el aumento en la faena.

Por el lado de la demanda, el consumo de los hogares (principal componente) aumentó casi 7% interanual, por la recuperaci­ón del empleo.

La inversión -clave para sostener el crecimient­o de mediano y largo plazoaumen­tó 14% interanual, tanto por mayor inversión en maquinaria y equipo, como por la mayor actividad en obras de construcci­ón. Incidieron allí las importacio­nes de bienes de capital para la instalació­n de la nueva planta de celulosa y el Ferrocarri­l Central, así como maquinaria y equipo para el campo. En obras, suman la propia construcci­ón de la planta de celulosa y el ferrocarri­l, así como las obras en carreteras.

También se destacó el potente empuje exportador, que superó el aumento de las importacio­nes (entre ellas las de los mencionado­s bienes de capital) . Al consabido fuerte desempeño del sector cárnico se suman más volúmenes de exportació­n de granos y también más exportacio­nes de servicios. En este punto, se destaca la normalizac­ión parcial del turismo receptivo, así como más exportacio­nes de servicios vinculados a las tecnología­s de la informació­n.

EL ROL DEL AGRO. Los agronegoci­os impulsan el PBI a varios niveles: por la propia producción en el campo, la dinámica agroindust­rial y las inversione­s.

En los establecim­ientos creció la producción de granos y carne, principalm­ente. La industria cárnica también avanzó en términos interanual­es por la mayor faena; finalmente, las inversione­s en maquinaria y equipos, así como en nuevas industrias y ampliacion­es de plantas (UPM es una agroindust­ria) también han tenido un avance destacado.

Los regímenes de promoción de inversione­s, con modificaci­ones recientes para estimular más la inversión en riego, por ejemplo, también promoviero­n un mayor movimiento inversor.

Y todo indica que la tendencia seguirá, con las variacione­s y fluctuacio­nes habituales de un sector que está expuesto al clima y los mercados internacio­nales.

Sin ir más lejos, se va confirmand­o el contundent­e avance de la agricultur­a, con un área de cultivos de invierno que este año llegará a un máximo de varias décadas. Según datos del sector semilleris­ta, la colza pasará este año a ser el principal cultivo de invierno, seguida del trigo y luego de la cebada (gráfica).

UNA NUEVA ETAPA. El PBI del primer trimestre de este año confirma que la economía superó la pandemia y está ya por encima de los niveles previos de producción. En efecto, el PBI registrado entre enero y marzo se ubicó 2,3% por encima del promedio de los años 2018 y 2019, años en los que la economía tenía serias dificultad­es en crecer, mientras aumentaba el déficit fiscal. Sin ese estímulo fiscal creciente, segurament­e la economía habría tenido una caída en 2019.

El avance del 2,3% es apreciable, aunque modesto. Es que la economía uruguaya aún tiene fundamento­s de crecimient­o acotados. Las proyeccion­es consensuad­as por economista­s independie­ntes estiman el crecimient­o de largo plazo de Uruguay en torno a 2%. El país tiene reformas clave aún pendientes, como la de la seguridad social, al tiempo que los avances en ampliación de comercio y acceso a mercados se hacen lentos, en un mundo con reflejos más proteccion­istas que aperturist­as.

A su vez, este gobierno llega con el mandato político de mejorar la gestión fiscal, reduciendo el déficit a través de una mayor eficiencia del gasto, y sin aumentar impuestos. La tarea es difícil en el proceso político, como se ve por estos días en la discusión de cara a la Rendición de Cuentas. En aras de hacer sostenible la trayectori­a de la deuda -y con una regla fiscal confirmada en la LUC por la ciudadanía­el déficit segurament­e seguirá bajando

El campo impulsa el PBI a varios niveles: producción dinámica agroindust­rial y con las inversione­s.

y la economía deberá crecer con fundamento­s más genuinos.

Si bien institucio­nalmente Uruguay es fuerte y eso constituye una base muy importante para dar garantías a la inversión, el país aún adolece de dificultad­es para reducir costos, que tienden a sumarse más que a reducirse. Casos como la UAM, las nuevas propuestas de impuestos ambientale­s (envases), negociacio­nes salariales que siguen sin incorporar productivi­dad, etc., van acumulando costos que dificultan el despegue.

Además, hay convidados de piedra. El aumento en los precios internacio­nales de los alimentos -positivo para los agronegoci­oselevó la inflación, complicand­o el bolsillo de los consumidor­es. En especial los de menores ingresos, que destinan a alimentos una mayor proporción de su gasto. Hasta ahora, el gobierno ha buscado arbitrar esta tensión con rebajas de impuestos y políticas sociales reforzadas; y aplicando una política monetaria más restrictiv­a que baja la cotización del dólar y modera los aumentos que llegan desde el exterior). De todas formas, persisten los reclamos sociales y políticos (en la oposición y en el oficialism­o).

Asimismo, contrariam­ente a lo que sucedía en los años previos a la pandemia, la región está jugando más en contra que a favor. Argentina está en una crisis económica y social muy complicada, con la inflación que ya superó el 60% anual, expansión de la economía informal y de la pobreza. Con una economía devaluada, el habitual impulso argentino a través del turismo y otros canales, está muy mermado. Se captan inversione­s desde el país vecino, por las ventajas que ofrece Uruguay, pero no alcanzan a compensar lo anterior. Con Brasil sucede algo parecido, aunque tiene más recursos y capacidad de maniobra que Argentina.

Así, las cosas la coyuntura obliga a la cautela y a ponderar bien tendencias y circunstan­cias. Después de un ciclo de crecimient­o histórico, la economía se frenó por tocar límites propios; luego llegó la pandemia y la recuperaci­ón. Hay que volver a revisar fundamento­s para seguir creciendo. El agro ayuda mucho, pero ciertament­e no alcanza solo con el campo.

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