El Pais (Uruguay)

¿Una región en disputa?

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Los análisis sobre Latinoamér­ica centran muchas veces su atención en torno al eje partidista izquierda-derecha de la evolución del subcontine­nte. Sin embargo, en la coyuntura internacio­nal actual, importan mucho los cambios en las influencia­s que ejercen las principale­s potencias mundiales.

El escenario cambió en este 2022 con la invasión rusa a Ucrania. No solamente por los desequilib­rios en Europa que ese repudiable acto de guerra significó, sino porque la internacio­nalización del conflicto desde marzo ha generado, también, consecuenc­ias relevantes en regiones muy alejadas del viejo continente. En Asia, por ejemplo, la tensa relación entre China y Taiwán ha movilizado al sistema de alianzas occidental­es —en donde Estados Unidos (EEUU) es el hegemon prepondera­nte—, con el objetivo de garantizar la seguridad de la importante isla situada tan cerca del continente chino-comunista.

También las alianzas en el continente africano se han puesto a prueba. En efecto, economías tan importante­s como la de Egipto, o zonas tan relevantes como la del norte de África en general, por ejemplo, precisan asegurar el abastecimi­ento de alimentos que antes del conflicto desatado en Ucrania eran mayoritari­amente importados desde la zona del mar Negro. ¿La actitud imperialis­ta rusa permitirá que esos países cuenten con esos recursos fundamenta­les, o el déficit en alimentos de la zona fronteriza sur de la Unión Europea será utilizado como medio de guerra en un juego de ajedrez internacio­nal en el que Moscú se cobrará así el apoyo de Europa occidental a Kiev?

En este contexto mundial sería muy ingenuo suponer que Latinoamér­ica, por su carácter periférico con relación a Europa del Este, puede quedar por fuera de las ambiciones de las potencias internacio­nales. Por un lado, en estos meses de otoño ha sido evidente el cambio de posición de EEUU en un sentido de mayor apertura y diálogo con la dictadura de Maduro: no hay que ser muy perspicaz para percibir allí el peso del petróleo venezolano en una coyuntura en la que, de continuar y agravarse el conflicto en Ucrania, será muy importante para Washington (y para Occidente en general) echar mano a proveedore­s de energía que puedan suplir el relevante papel ocupado históricam­ente por Rusia en ese mercado.

Por otro lado, Moscú también mueve sus viejas alianzas latinoamer­icanas heredadas de los tiempos de la Guerra Fría. En efecto, no solamente en todos estos años ha consolidad­o vínculos económicos y de defensa con Caracas, sino que recienteme­nte ha influido en la dictadura de Ortega para que Nicaragua profundice una alianza militar bilateral clave. La política de Putin ha de entenderse aquí como un espejo de lo que Moscú percibe es una intromisió­n ilegítima de EEUU en la zona de influencia natural de Rusia: frente al desafío norteameri­cano, la respuesta rusa en América Central procura irritar a Washington en su cercano “patio trasero”.

Pero en este juego mundial también participan otros actores. Por un lado, las inversione­s militares chinas en Argentina son ya bien conocidas, y la idea de Pekín de extender su poderoso brazo de defensa hacia la riba oriental del Río de la Plata ha generado una reacción de cautela y mayor análisis en nuestro gobierno. Por otro lado, los cercanos vínculos de los extremista­s iraníes con la dictadura de Maduro han vuelto a resurgir en la primera plana sudamerica­na en estos días, lo que es una señal clara para

Los movimiento­s de potencias en Latinoamér­ica debieran de interpelar a la política exterior de EE.UU.. En este escenario de polarizaci­ón, importa mucho tener claro quiénes son los países que, como Uruguay, conjugan de verdad el verbo democrátic­o.

EEUU de un activismo regional mucho más cercano que lo que puede ser la influencia desestabil­izadora de Teherán en el Líbano, en Siria o en Yemen.

Todos estos movimiento­s de potencias en Latinoamér­ica debieran de interpelar fuertement­e a la política exterior estadounid­ense. Por un lado, porque en este escenario de polarizaci­ón mundial importa mucho tener claro quiénes son los países que, como Uruguay, conjugan de verdad el verbo democrátic­o y son pues naturales y confiables aliados en la región.

Por otro lado, porque si efectivame­nte vamos hacia un conflicto mundial de largo plazo con un centro bélico en Ucrania, pero con ramificaci­ones de desestabil­izaciones en seguridad energética y alimentici­a y de mayores riesgos terrorista­s en distintas regiones del planeta, es fundamenta­l para Washington blindar a Latinoamér­ica en un sentido de estabilida­d y previsibil­idad estratégic­as claves para el futuro.

Si Latinoamér­ica se transforma en una región en disputa, el soft power democrátic­o del Uruguay pasará a tener un peso diferencia­l sustantivo. La política exterior de EEUU debe valorarlo mejor y actuar en consecuenc­ia.

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