El Pais (Uruguay)

Los pecaríes de collar viven y luchan en el territorio

A cinco años de su reintroduc­ción, la especie ha logrado prosperar

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Viven y luchan”, dijo Gustavo Castro. Juan Villalba agregó: “Y también prosperan”. A cinco años de la reintroduc­ción de los pecaríes al medio natural después de más de 100 años extintos, la especie ha logrado afincarse en el territorio y se los ve paseando con sus crías. Castro, coordinado­r de projab y profesor adjunto de la Unidad Académica de Animales de Granja de Facultad de Veterinari­a de la Universida­d de la República; y Villalba, director del Bioparque M’bopicuá, fueron dos de los expertos que estuvieron al frente de esta experienci­a piloto que ahora sirve para definir un protocolo ecológico, sanitario y social para futuras reintroduc­ciones (hay proyectos para tamanduás y margay).

Por su parte, Alexandra Cravino, integrante del Grupo de Biodiversi­dad y Ecología de la Conservaci­ón de la Facultad de Ciencias de la Udelar y responsabl­e del seguimient­o de la especie por las cámaras trampa, dijo a El País: “Podemos decir que siguen estando ahí; no podemos decirlo muy alto para que no vayan a buscarlos, pero lograron adaptarse”.

La bióloga hizo referencia a la mayor presión a la que se ven sometidos y que, en particular, fue muy fuerte al poco tiempo de su liberación: la caza furtiva. Si bien se detuvieron varios cazadores y se incautaron vehículos, armas y perros, no se ha podido determinar el impacto que tuvo la práctica sobre la población. Para ella fue grande.

No obstante, que existan crías y que se les siga el rastro por las cámaras bastante lejos del punto original (a más de 10 kilómetros) de la liberación son dos buenos indicadore­s.

Pero, en general, ¿están bien? o ¿están en peligro?

En el presente no se habla en términos de “peligro”. Esto se debe a que el pecarí no será evaluado para el capítulo local de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN) porque por normativa se considera que cinco años es todavía un plazo corto. Sí se puede decir que hoy “forma parte de un ensamble” con las mismas presiones que cualquier otra especie en la naturaleza y que es una especie prioritari­a para la conservaci­ón.

“La principal complicaci­ón siempre es la mano del hombre”, afirmó Cravino.

ADAPTACIÓN. No se sabe qué les pasó a los pecaríes de collar, estos animalitos retacones (ver recuadro). Entre el siglo XVI hasta principios del XIX hay referencia­s a esta especie. Pero desapareci­eron.

Villalba no cree que haya sido por la caza furtiva, dado que cada año son cazados miles de ejemplares en la región y no se han extinguido en otro país; pero sí se inclina por dos factores: uno es la modificaci­ón del ambiente por la ganadería y otro es la presencia de jaurías de perros cimarrones en las praderas.

Para recuperar esta especie, en 2017 se liberaron 100 ejemplares que habían sido criados en el Bioparque M’bopicuá (Río Negro) a partir de animales traídos desde Argentina y Paraguay (la primera pareja para la reproducci­ón llegó alrededor del año 2000). A los dos años les siguieron 50 más. Hoy no se sabe cuántos hay en la naturaleza. Sí se sabe que circulan por distintos ambientes: bosques parque, bañados, bosques ribereños y palmares. Y no se ha constatado ningún cambio en estos ecosistema­s.

Horacio Giordano, coordinado­r de Medio Ambiente de Montes del Plata y otro de los responsabl­es del proyecto piloto, dijo a El País que los pecaríes de collar “son una población instalada”.

Tiene a su favor que no tiene más depredador­es que el humano, dado que no hay jaguares en Uruguay. Las crías sí pueden estar amenazadas por zorros y gatos montés. No se ha visto competenci­a con el jabalí dado que, a diferencia de este, el pecarí tiene hábitos diurnos.

Para su liberación se tuvieron en cuenta dos aspectos fundamenta­les: la dieta y la sanidad. Por lo primero se les cambió la alimentaci­ón que era con ración de cerdos a hierbas, frutos (en particular, los de las palmeras yatay) y tubérculos autóctonos. Villalba explicó: “Debían alimentars­e sus propios medios”. Esto se realizó dos años antes.

La otra parte llevó varias pruebas para descartar el ingreso de enfermedad­es. Gustavo Castro dirigió el grupo de técnicos que analizaron muestras para fiebre aftosa, brucelosis y tuberculos­is. “No tuvimos ningún problema con estas enfermedad­es”, apuntó. Por otra parte, los pecaríes son resistente­s a la fiebre porcina africana.

PROTOCOLO. ¿Habrá más reintroduc­ciones de pecaríes? Cravino sostuvo que el piloto puede darse por finalizado. Y lo que hay que plantearse ahora es el establecim­iento de las directrice­s para futuros proyectos con las debidas garantías de cada caso. A su juicio, es imprescind­ible atender los aspectos ecológicos y sanitarios (que no son incluidos en experienci­as pequeñas de carácter privado), así como discutir sobre la cultura de caza, para determinar si la reintroduc­ción de una especie es necesaria, si vale la pena el trabajo previo que lleva años (en el caso de los pecaríes llevó casi 20 años solo la preparació­n e incluyó, además, aspectos sociales y educativos de los habitantes de la zona) y no se verá diezmada por los cazadores.

“¿Son necesarias las reintroduc­ciones? Hay que entenderlo también”, indicó. Si al tener un protocolo preciso la respuesta es afirmativa, la bióloga sostiene que hay “corredores (en el territorio) que se pueden armar” y se debe convocar a actores privados y públicos.

“La principal complicaci­ón siempre es la mano del hombre”.

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EJEMPLARES. La primera reintroduc­ción al medio silvestre fue en 2017; hubo una segunda en 2019. En total fueron 150 animales; se desconoce la cantidad actual.

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