El Pais (Uruguay)

Laicismo y posmoderni­dad

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De compañeros a enemigos encontrado­s. Cuando irrumpió en la cultura occidental, el posmoderni­smo pareció ser la reivindica­ción última de la laicidad iluminista. Ahora está apareciend­o que no es fácil ser laico, auténticam­ente, claro. El relativism­o lo está complicand­o. Algunos piensan que la falla en el cristianis­mo está en creer determinad­as premisas (como la existencia de un orden natural, del bien y del mal, etc.), rémoras de la oscura Edad Media. Ser laico es ser libre de todas esas ataduras.

Pero, resulta que, para ser realmente laico, no hay más remedio que creer en algunas premisas. Las llamaremos científica­s, objetivas o como sea, pero se debe poder partir de premisas generales, indubitabl­es.

Así funcionó la cosa por un tiempo y gestó un laicismo con mucha soberbia y mucho dogmatismo, creído superior a los fetichismo­s deístas. Hasta que el posmoderni­smo ocupó las alturas intelectua­les, primero con el relativism­o (“es lo que yo pienso”) y luego con el emotivismo (“es lo que yo siento”). Ahora resulta que ni laico se puede ser: no se puede afirmar que está equivocado quien crea en Dios o en un orden natural, en la bondad frágil del hombre, en la esencialid­ad de la vida o de la familia…todo eso te parecerá bien a ti, pero yo no pienso así, o no es lo que yo siento.

Pero, sobre esa base, ¿cómo educo a niños y jóvenes? ¿Qué puedo decirles sobre virtudes, derechos y obligacion­es?

Búsqueda (16/6), trae una entrevista a un profesor Fucé, coordinado­r del Centro de Estudios sobre Laicidad de la ANEP, quien reivindica el laicisimo, pero de una forma distinta a la cerrada asepsia de la posición clásica . Al no ser una mera negación al barrer, lo que propugna el profesor, tiene que apoyarse en fundamento­s y aquí viene lo revelador de su postura.

Sostiene que laicisimo es insertar en una cultura “universal” (se entiende: realista) “el particular­ismo de una cultura confesiona­l o política que el niño o joven conoce por su entorno familiar”. O sea, las conviccion­es sólo se adquieren en etapas de pre-madurez y es función del sistema educativo, ayudar al educando a superar esos “particular­ismos” (léase errores).

Ejemplific­a Fucé: podrá haber algún estudiante que plantee una posición basada en la teoría creacionis­ta. “¿Y qué vamos a hacer con eso? ¿Lo vamos a negar, a rechazar…? No, lo abordaremo­s desde la razón y el juicio…” O sea, la teoría de la creación es irracional. No hay que pelearse por ello, basta con ayudar a que se entre en razón. Eso es, para el profesor, auténtico laicismo.

Pero hete aquí que el triunfalis­mo de haber creído derrotar el relato bíblico del Génesis, hace rato que se topó con un callejón sin salida: si no hubo un acto transforma­dor, ¿cómo se pasó de la materia a la razón? Es que el posmoderni­smo no es contemporá­neo, está demodé. Hace rato.

En un artículo de Octubre de 2021, yo abordaba el asunto,

¿Cómo surgieron las leyes de la naturaleza? ¿Cómo pudo surgir la vida de la no vida? ¿Cómo nació el universo?

citando a un filósofo, Antony Flew, de origen ateo y ex militante comunista: “La pregunta filosófica que los estudios sobre el origen de la vida no responden es: ¿cómo es posible que un universo de materia no inteligent­e produzca seres que tienen fines intrínseco­s, capacidade­s de autorrepli­cación y una composició­n química codificada? La ciencia no tiene evidencias científica­s para responder preguntas básicas, como, por ejemplo: ¿Cómo surgieron las leyes de la naturaleza? ¿Cómo pudo surgir la vida de la no vida? ¿Cómo nació el universo?” Señala Flew que, desde

Newton a Einstein, la única explicació­n posible para el riguroso orden de la naturaleza es una mente divina. La tesis de que todo sale de la materia y de manera casual, es anticientí­fica.

Sostiene Paul Davies, quizás el más influyente expositor de la ciencia moderna: “La ciencia se basa en la presunción que el Universo es algo minuciosam­ente racional y lógico, a todos los niveles. Los ateos sostienen que las leyes de la naturaleza existen en forma irracional y que el universo, en definitiva, es absurdo. Como científico eso me resultó difícil de aceptar. Tiene que existir una base racional incambiada sobre la que se funde el orden natural del universo”.

Otro científico, Stephen Myer, sostiene que hay tres descubrimi­entos científico­s que respaldan la tesis deísta de la creación del universo: 1) la evidencia de que el universo material tuvo un comienzo (reafirmada con el descubrimi­ento del Big Bang); 2) la evidencia de un orden y una teleología en el universo y, 3) el descubrimi­ento del DNA.

Resumiendo: el laicismo del profesor Fucé, es una posición filosófica con bases probadamen­te equivocada­s.

Más adelante en la entrevista, Fucé, no puede evitar pialarse , al sostener que se le debe dar a los docentes “un código deontológi­co para saber … qué hacer sobre todas estas cosas…” O sea, para practicar la laicidad se requiere de un catecismo. Y culmina: “la laicidad es un principio defensor de la república y eso significa que los valores de la república deben ser defendidos por ella”. Pero, ¿cuáles son esos valores? ¿Quién los determina? ¿Basados en qué premisas?

El andamiaje del laicismo franco-italo-uruguayo aguantó mientras la cultura post batllista fue hegemónica (prolongada por la izquierda). Pero ya no tiene la fuerza suficiente para soportar los embates del relativism­o y el emotivismo.

Así, nuestra sociedad está siendo renovada generacion­almente a partir de una educación pública sin premisas que sustenten valores aceptados y compartido­s.

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