Llegó el lobo
Desde hace tiempo, nuestra sociedad enfrenta varios desafíos fundamentales. Uno de ellos es el del sistema de seguridad social. Este desafío no es solamente un asunto fiscal o económico, sino también social, médico y cultural. La demografía de los pueblos suele evolucionar lentamente (excepto en el caso de cataclismos), casi imperceptiblemente. Como resultado, a medida que se suman las decisiones que debieron tomarse a tiempo y que no se tomaron, lo que pudo haber sido un problema se convierte en una crisis difícil de resolver.
Los demógrafos nos han advertido sobre la dinámica de la población durante años.
En 1970, la población del Uruguay se dividía en: habitantes de 0-14 años, 27,9%; habitantes de entre 15-64 años, 63,2%; y habitantes de más de 65 años, 8,8%. En la actualidad esas proporciones son: habitantes de entre 0-14 años, 20,3%; habitantes de entre 1564 años, 64,6%; y mayores de 65 años, 15,1%. La proporción de personas menores de 15 años no ha cesado de disminuir y la de mayores de 65 años, no ha cesado de aumentar. En consecuencia, el sector de la población en la etapa productiva, debe soportar casi el doble de personas de más de 65 años que en 1970.
El Diagnóstico del Sistema Previsional Uruguayo elaborado por la Comisión de Expertos en Seguridad Social, concluyó: “La población de mayor edad crecerá en forma tendencial en las próximas décadas, tanto en número como en porcentaje con relación a los demás grupos de edades”. Y agregó: “El único grupo que crece, tanto en términos relativos como absolutos, es el de mayor edad. Se estima que en 2070 el número de personas de 65 y más años, por ejemplo, será un 139% más que en 1995. Con la actual dinámica demográfica representarán aproximadamente el 29% de la población total, el doble que hoy”. Como resultado, “Se espera que en el año 2040 la relación de dependencia de la vejez iguale y supere por primera vez a la de la niñez, para quedar por encima de ahí en más con una brecha creciente.”
El principal recurso y la principal ventaja comparativa de cualquier nación es su gente. Por lo tanto, aquella tendencia de largo plazo plantea problemas que deberemos resolver (o que, si no hacemos algo a tiempo, seguirán acumulándose hasta poner en peligro el futuro de nuestra nación).
El énfasis suele ponerse en las consecuencias fiscales del proceso. La misma base de personas en el grupo de edades
La diferencia entre un político y un estadista es que éste enfrenta los desafíos de largo plazo.
de 15-64 años deberá mantener un contingente creciente de personas mayores de 65 años. Este incremento, en realidad, tiene dos facetas. Las personas en este último grupo de edades no solamente serán más numerosas sino también vivirán por más tiempo. Lo que aparejará mayores costos de salud y servicios sociales.
Pero, las consecuencias serán bastante más amplias.
Por ejemplo, ¿tiene sentido obligar a retirarse a todas las personas en el grupo de edad de más de 64 años? Con una natalidad y una población total decrecientes no parece razonable obligar a retirarse a personas mayores de esa edad que aún puedan aportar sus conocimientos, experiencia y trabajo a la sociedad. Es un desperdicio de recursos valiosos y escasos.
En este asunto hemos persistido por demasiado tiempo en el juego infantil de “¿lobo estás?” (los que no lo recuerden pueden preguntar a sus abuelos).
Bueno, el lobo llegó.