El Pais (Uruguay)

Tienen que juntar 10 mil dólares para un servidor que permita proyectar los estrenos.

- SOLEDAD GAGO

Esta es la historia de un cine y su ciudad. O de cómo una ciudad salvó a su cine. Fue en 1998 o un poco antes, cuando en Nueva Helvecia empezaron a circular rumores de que el Cine Helvético — el único— iba a ser rematado. Se decía que en el lugar querían construir un granero, un supermerca­do, una iglesia. También se decía que Edgardo Pignataro, al frente de la inmobiliar­ia encargada de la venta, quería que el cine siguiera funcionand­o. Y la gente de la ciudad también.

La persona que impulsó todo fue Nélida Beltrán, que presidía la Comisión Municipal de Cultura de Nueva Helvecia. Organizó reuniones populares y allí se decidió crear una comisión de vecinos para salvar al cine.

La Intendenci­a de Colonia donaría 25 mil dólares, pero el precio para poder comprarlo era de 100 mil. Toda la ciudad se propuso alcanzarlo: hicieron rifas y bonos colaboraci­ón, beneficios, donaciones y colectas hasta que lo lograron. Juntaron, entre las personas del lugar, 25 mil dólares más y a los 50 mil que faltaban los obtuvieron mediante un préstamo que terminaron de pagar en 2008.

Después se organizaro­n para mejorar la sala: los alumnos de la UTU repararon las butacas, una empresa donó nuevas alfombras, alguien donó pintura. Además, contrataro­n a Carlos, conocido en el pueblo como Chorly, para que pudiera manejar el proyector. Nadie más sabía cómo hacerlo salvo él, que había crecido yendo al cine. El viejo proyectori­sta, que había estado allí por 62 años, era amigo de su abuelo y solo le permitía a él entrar a la sala de proyeccion­es.

La reapertura fue el jueves 16 de abril de 1998. Habían preparado una ceremonia que se haría en el lugar. Era en la tardecita, para que pudiese ir la mayor cantidad de gente posible. La capacidad del cine era de 1.000 butacas y agregaron más: estaba repleto. Llegaron personas de todas las ciudades del departamen­to, pero, sobre todo, estuvieron las personas de Nueva Helvecia. Algunas llevaban carteles. En uno de ellos decía: “Adquirido por el Pueblo”. Y lo habían escrito así, con la letra “p” en mayúscula.

Estuvieron, además, Carlos Moreira y China Zorrilla. También hubo prensa. El diario Clarín de Argentina, por ejemplo, cubrió el evento y publicó una foto en su portada de esos días. Eso hizo que la noticia de un pueblo que había comprado a su cine se amplificar­a y llegara a medios de otras partes del mundo, como Francia o Suiza.

Al fin de semana siguiente se proyectó “Titanic”. Hicieron cinco funciones y las cinco estuvieron agotadas. “Es nuestro récord. Nunca tuvimos tantos espectador­es”, dice Fernando Henríquez, actual presidente de la comisión al frente del cine, formada por nueve personas de la ciudad y algunos colaborado­res. En tres días fueron al cine 5.000 personas: cerca del 60 por ciento del pueblo.

NUEVA AYUDA. En 2014 el Cine Helvético proyectó por última vez una película en 35 milímetros. A partir de 2015 empezaron a alquilar un proyector digital que salía 30 mil pesos por mes. En 2019 pudieron comprar uno propio que terminaron de pagar en 2021. Actualment­e lo siguen utilizando pero tienen, ahora, que comprar un nuevo servidor.

“La situación del cine no es desesperan­te, lo que es desesperan­te es la inclusión del cine en el circuito comercial, debido a que el servidor que tenemos no nos permite pasar películas comerciale­s y por lo tanto no podemos pasar ningún estreno”, explica Henríquez.

“Hoy en día, las complejida­des de la industria de la exhibición cinematogr­áfica internacio­nal nos juegan una mala pasada a tal punto que no estamos seguros si el próximo 16 de abril de 2023 podremos festejar nuestros primeros 25 años de increíble resistenci­a, quizás esas mismas butacas vuelvan a quedar vacías y esta vez para siempre”, escribiero­n en un comunicado que compartier­on el pasado 5 de junio a través de sus redes sociales.

“Actualment­e estamos pasando algunas películas que pudimos arreglar en Luis Dreyer y 25 de agosto. En 1955 hizo una reforma importante en el lugar que se mantiene de esa forma hasta la actualidad. Cuando él falleció, el cine quedó en manos de dos de sus hijos y luego fue una de las viudas de ellos que estuvo a cargo de la sana. Así funcionó hasta 1984, cuando cerró definitiva­mente.

Diez años después un grupo de padres que quería fundar un jardín de infantes reabrió la sala para recaudar fondos con la proyección de películas. Cuando se llegó a la cifra necesaria, volvió a cerrar.

Así estuvo hasta 1998. Ese fue el año en el que empezó esta historia: la de un cine y su ciudad.

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CAPACIDAD. Tiene más de 900 butacas y es el más grande de la zona.

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