El Pais (Uruguay)

Las niñas también quieren y pueden jugar al fútbol

Experienci­as de chicas, entrenador­as y madres en el baby fútbol femenino

- TATIANA SCHERZ BRENER

Para niñas como Camila, Popy, Belén y Nahia, jugar al fútbol siendo mujeres no solo es normal, sino que también es su pasión. Sin embargo, se han encontrado con gente que no lo ve de la misma forma: “Cuando hacíamos gimnasia en la escuela y le pedía al profesor para jugar al fútbol, él me decía que ese era un deporte para varones”, contó Nahia.

Todas ellas han hecho caso omiso ante tales comentario­s y han dado inicio a sus sueños en el baby fútbol femenino.

DESDE LA CUNA. Camila tiene 13 años y juega al fútbol desde los 4 o 5. Su madre, Alejandra, contó que “fue difícil encontrar un cuadro femenino, así que entró a jugar en un equipo mixto”. Era la única niña en el equipo. Cierto día, Camila estaba jugando a la pelota en la calle con su padre cuando una técnica de Carlitos Prado la vio y propuso llevarla al equipo de baby fútbol femenino. “Nosotros ni sabíamos que había equipos solo de niñas”, admitió Alejandra. Entonces, la llevaron allí. “En el cuadro mixto no la integraban mucho, tenía que luchar por la pelota para poder jugar. Pero cuando entró a Carlitos Prado la cosa cambió, la hacen participar y se siente mucho mejor”.

Popy también tiene 12 años y juega con Camila en Carlitos Prado. Se enamoró del fútbol viendo jugar a sus hermanos varones en River. Y a Belén, su hermana de 15 años, le pasó lo mismo. “Ellas aprendiero­n a decir ‘mamá’, ‘papá’, y ‘vamo River’”, afirmó Virginia, madre de ambas.

Cuando averiguó en River para llevar a sus hijas, le dijeron que no aceptaban niñas. “Entonces, conocí a una técnica de Carlitos Prado que me pasó el pique, ahí fueron y quedaron copadas”, dijo Virginia. De esto hace ya seis años. Belén ya no juega en baby fútbol, está en la sub 16 de River.

Por su parte, Nahia conoció Carlitos Prado porque su hermano menor ya jugaba allí. Empezó con 6 años y ahora, con 14, juega en la sub 14 de River.

OPORTUNIDA­DES. Detrás de estas chicas está la entrenador­a

Patricia Dambolena. Comenzó dirigiendo baby fútbol femenino en Club Atlético Cerro y en 2018 arrancó en las categorías sub 11 y sub 13 de Carlitos Prado. Había empezado a jugar al fútbol con 17 años en un cuadro de ONFI, la Organizaci­ón Nacional de Fútbol Infantil. “Había solo 10 equipos femeninos en todo Uruguay y teníamos que competir con cuadros de Flores, Florida o Canelones porque acá en Montevideo no había muchos clubes”, expresó. No obstante, ahora “casi todas las ligas de Montevideo tienen femenino”.

Además, la entrenador­a sostuvo que cuando ella jugaba lo máximo a lo que podía aspirar era viajar con la selección uruguaya a Argentina u otro país de la región, mientras que hoy en día “los cuadros femeninos van a la Libertador­es y hay alguna que otra jugadora que se ha podido ir del país a vivir el fútbol del exterior”.

Para Dambolena, se nota que cada vez hay más chicas jugando. Sin embargo, “a los varones los llevan a probar cuando tienen 4 años y en el caso de las niñas son ellas las que tienen que pedir para jugar y demostrar que el fútbol les gusta”.

Alejandra Morales también es entrenador­a de baby fútbol femenino, pero en Danubio Fútbol Club. Si bien su interés por el fútbol comenzó cuando tenía 8 o 9 años, recién encontró un equipo donde jugar cuando tenía 18.

Por eso, cuando la invitaron a dirigir en Danubio quiso estar en las categorías más chicas, para que las niñas sí tuvieran un lugar a donde ir. Está hace tres años en las categorías sub 11, sub 13 y sub 14.

Las posibilida­des en el fútbol femenino son cada vez mayores. Cuando Morales era chica, no había sub 17 y sub 20 de la selección uruguaya como hay actualment­e. Ahora, las niñas “tienen ídolas que están en la sub 17, en la sub 20 y en la mayor”.

PAPIS Y MAMIS. El fútbol femenino está rodeado de prejuicios y eso también pone en jaque a muchos padres y madres.

Alejandra, madre de Camila, dudó un poco ante la idea de que su hija jugara al fútbol; ella misma había jugado de chica y recordaba que su madre siempre intentaba detenerla porque “en esa época quedaba como la machona”.

A Virginia, madre de Popy y Belén, tampoco le hacía mucha gracia. Sin embargo, ambas terminaron llevando a sus hijas al baby fútbol y ahora están contentas.

“Me gusta que hagan deporte, que jueguen en equipo, que aprendan valores como la responsabi­lidad”, aseguró Virginia. Tanto para ella como para Alejandra lo más disfrutabl­e es ver a sus hijas disfrutar.

El ambiente del fútbol femenino parece ser bastante tranquilo. “No es como el masculino que los padres gritan e insultan o amenazan si no ponen a sus hijos en la cancha”, aseguró Virginia.

La entrenador­a Patricia Dambolena está de acuerdo:

“Acá no se ve ese grado de violencia que hay en los gritos de los padres en el caso de los varones”. Otra diferencia con el ambiente del fútbol masculino es el estrés por el que pasan los niños. Según Alejandra, la mamá de Camila, “a ellos a veces los citan y a veces no, pero las niñas están todas citadas y juegan aunque sea por dos minutos”.

LAS METAS. Hace algunas semanas, Camila llegó a su casa con una nota baja del liceo, por lo que su mamá le dijo que eligiera entre dejar el celular o dejar el fútbol hasta que la subiera. De más está decir que eligió quedarse con el fútbol. “Nosotros le decimos que la vamos a acompañar en todo, si quiere seguir o si quiere dejar, que no vamos a ponerle presiones”, afirmó Alejandra.

En cuanto a Popy, ella sueña con llegar al Atlético de Madrid, según contó su mamá. Y su hermana Belén dijo que quiere llegar “al menos a primera y después ver”.

Nahia también tiene metas claras: “Me gustaría jugar en Peñarol. Y sueño con que el fútbol femenino sea más conocido”.

Pero las jugadoras no son las únicas que tienen sueños. Patricia Dambolena, de Carlitos Prado, espera que “cada vez más gurisas que salen del baby puedan seguir jugando”.

El año pasado se fueron seis y hay cinco que siguen jugando en cuadros de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). “Antes tenías que empezar como pudieras en AUF y sin herramient­as previas, pero ahora las tienen”, aseguró la entrenador­a.

Para Alejandra Morales, de Danubio Fútbol Club, “el premio más grande más allá de que ganen un campeonato o sean reconocida­s es el cariño que sienten por uno y que vengan y te digan gracias”.

Y añadió: “Verlas llegar a la categoría de primera es algo impagable, y que te lo vengan a agradecer porque fuiste una de las personas que estuvo ahí con ellas, es más todavía”.

“En el cuadro mixto no la integraban, tenía que luchar por la pelota para jugar”.

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DIRIGIR. Lo que más le gusta a Patricia Dambolena es “ver el avance de las niñas, y el hecho de que peleen por algo que les gusta y que vengan a aprender y divertirse”. Alejandra Morales disfruta de trabajar con las categorías más chicas “como si fuese una madre”, para que las niñas “sientan que tienen un apoyo, un aliento, una mano amiga, incluso en los momentos malos”.
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Alejandra Morales.
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Patricia Dambolena.
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CARLITOS PRADO. ”Mi emoción más grande fue el año pasado que salimos terceras, porque la peleamos y logramos los objetivos”, contó la entrenador­a Patricia Dambolena.

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