El Pais (Uruguay)

El golem y el aborto

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En el prólogo de la compilació­n de su obra poética, Borges, citando a Berkeley decía que el sabor de la manzana está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; refería también que por analogía, la poesía está en el comercio del poema con el lector, y no en la serie de símbolos que se encuentran en las páginas de un libro. Entre sus poemas favoritos y por uno de los que le gustaría sobrevivir menciona El Golem, y por ahí, como al pasar agrega una gran verdad: las novedades importan menos que la verdad.

Algo parecido a lo que cuenta Borges sucede con la ley, con la verdadera ley, la ley natural.

Por más que de forma artificial se busque la manera de deformarla, de toquetearl­a, de deconstrui­rla y de volverla armar antojadiza­mente, la misma prevalece, y siempre predomina en su esencia. Quien la creó no dejó escapar ningún detalle. ¿O alguien puede pensar que sí?

Es por esto que el análisis del derecho natural y su relevante incidencia en el mundo nunca debe hacerse a corto plazo, y como vemos, ya ni siquiera a mediano.

Si queremos pensar en serio en derechos humanos, ¿podemos fijarnos únicamente por ejemplo en el hito más importante para los mismos de los últimos tresciento­s años como es la Declaració­n de Filadelfia? No.

Tenemos que pensar globalment­e y entender que la verdadera base de los derechos humanos que conocemos en el mundo, y que son orgullo sobretodo de Occidente, tienen su punto de partida en el año cero. Nacen con Cristo, y con el surgimient­o y desarrollo de la Iglesia, y de su doctrina de la que se nutre, entre otras, la citada declaració­n.

El verdadero valor de la ley (como el sabor de la manzana) no está en si misma, sino en su contacto con la realidad, es decir con el hombre.

La reciente decisión en favor de la vida (y por ende contra la atrocidad del aborto) que desde los Estados Unidos llena de esperanza al mundo, confirma la máxima borgeana de que las novedades importan menos que la verdad.

Porque defender la vida a ultranza, al principio y al final, siempre ha sido la verdad, verdad con la que embanderad­os muchos hemos defendido la causa de los inocentes contra quienes han utilizado decenas de eufemismos políticame­nte correctos para referirse nada más y nada menos a que a la acción de matar a otro ser humano.

Y así como la poesía está en el comercio del poema con el lector, y no en la serie de símbolos que se encuentran en las páginas de un libro. La verdadera ley que nos rige está en la relación de nosotros con Dios o con la naturaleza (para los que no van a Misa), y no en los caracteres que un grupo de seudo iluminados que operan bajo el rótulo de una agenda de derechos enlatada (novedad) nos quieren hacer creer que es ley verdadera. Estará escrita, será ley positiva, pero de verdadera, progresist­a, y justa tendrá poco, y tarde o temprano, comenzará a desmoronar­se, tal como ya se ve. En El Golem, Borges refiere que quien había creado la ominosa y torpe criatura se planteaba porqué había dejado la inacción que es la cordura. ¿No será hora ya de que algunos piensen en volver por lo menos a la inacción? El legendario poema de profunda tradición místico religiosa nos enseña que no es buena cosa que los hombres juguemos a ser Dios.

El análisis del derecho natural y su incidencia en el mundo nunca debe hacerse a corto plazo.

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