El país que queremos
Montevideo
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Como uruguayo me siento cada vez más molesto con la actitud desestabilizadora de la oposición política y de los sindicatos radicales.
Existe un interés creciente por fomentar “la grieta” generada en los últimos 15 años de gobiernos de la izquierda y el nivel de los planteos que se realizan son absolutamente contrarios a las necesidades del desarrollo del país y de un futuro auspicioso para los orientales.
En mi opinión, lo que Uruguay necesita es:
- Reconciliar a los uruguayos de bien en un proyecto de nación, terminando con la brecha de “ustedes” y “nosotros”.
- Exigir responsabilidades ciertas a quienes asumen cargos políticos a todo nivel y de conducción de empresas públicas.
- Plantear políticas públicas que promuevan el desarrollo y la inversión.
- Recomponer valores tradicionales de la cultura de nuestra sociedad dejados de lado en las últimas décadas.
- Apuntar al crecimiento de la riqueza y a su posterior mejor distribución.
- Promover actividades innovadoras que generen “valor agregado”.
- Potenciar la imagen positiva de ser emprendedor.
- Concretar una “reforma del Estado” y la consiguiente reducción de funcionarios públicos y del gasto en general.
- Exigir eficiencia y eficacia en todas las áreas del Estado.
- Reorientar los “planes sociales” hacia el crecimiento de las personas y no a la dependencia permanente de ayudas y subsidios.
- Trabajar para la sociedad y no para la fuerza política.
- Tener autocrítica y corregir errores.
En lo personal, considero que el actual Gobierno está haciendo muchos esfuerzos en estas direcciones, pese a las dificultades del contexto internacional (primero la pandemia y luego la invasión rusa a Ucrania). Se debe fomentar el diálogo entre quienes piensan diferente y no la permanente lucha y agresión verbal por los medios de difusión.
Ejido y Yaguarón (de la vereda sur, o sea de la misma mano de la Intendencia, frente al número 1424), en toda esa cuadra el pavimento que es negro se ha corrido hacia el cordón haciendo un pozo que se llena de agua los días de lluvia y salpica a las personas que están en la parada de ómnibus.
Pero, por lo visto, a Ud. solo le interesa la obra del zoológico, que es grande e importante. Pero Montevideo es más que eso y este pozo está a menos de una cuadra de su trabajo.
Ya no espero arreglo de veredas ni poda de árboles, pero éste es un pequeño trabajo. Se podría realizar, ¿verdad? con un jefe de Estado como lo hizo con la entonces presidente de Argentina Cristina Kirchner, con quien se reunió en 7 oportunidades, durante horas y con fotos sonrientes.
Valdría la pena preguntarse qué habrá sucedido o qué tipo de negociación habrá ocurrido para que estos gestos sonrientes actuales del Papa se contrapongan con el gesto serio, sufriente, dolido, del entonces cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio, cuando defendía a los pobres de las injusticias en Argentina.
Pero su última y más decepcionante representación política es su inacción frente a la invasión de Rusia a Ucrania. Si Jorge Bergoglio, como jefe de estado y ya no como líder espiritual, hubiera seguido fielmente las enseñanzas de Juan Pablo II, tal vez otra hubiera sido la historia.
¿Pero dónde está usted, Bergoglio, en este momento? Negociando en secreto, dicen los infaltables aduladores del Papa; rezando, dicen los muy religiosos; ayunando, dice su enviado a la zona de la invasión. Pero donde usted debería estar en este momento es en Ucrania, en medio de este conflicto, poniendo el cuerpo, intentando a como dé lugar detener esta matanza del pueblo ucraniano, quien soporta heroicamente el azote invasor ruso.
Veremos así si el criminal de guerra Vladimir Putin se anima a seguir bombardeando un pueblo que no quiere la guerra. ¿O esto no lo atañe a usted porque se trata de sus aliados como son el presidente ruso y el patriarca Kirill, quien ha justificado abiertamente esta invasión?
El mundo libre lo ve a usted en estos momentos como un aliado de gobiernos autocráticos y contrario a la defensa de los derechos humanos universales.
Su silencio, su falta de empatía y no llamar a las cosas por su nombre por lo que realmente son, invasión, crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, no lo hacen a usted neutral ni pacifista, sino que lo convierte en cómplice de esta masacre que está bañando de sangre no solo a Ucrania sino a toda la humanidad.
Su nombre estará ligado por siempre a este genocidio ruso en Ucrania, pero no como el Papa del fin del mundo, sino como el Papa argentino del “No te metás”.