El Pais (Uruguay)

El hombre de la calle

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Esta semana se cumplieron 40 años de una canción que cambió la música. “The Message”, de Grandmaste­r Flash fue el primer éxito comercial de hip hop, género al cual sacó de los “guettos” de Nueva York, para convertirl­o en el ritmo casi hegemónico de la actualidad. Tan impactante como el tema y su letra, era el video, otra novedad para la época que mostraba con crudeza el Bronx de los 80.

Edificios derruidos, basura en las calles, la epidemia de crack en su punto más álgido. Ahora bien, escuchando frases como “Gente meando en las escaleras... no se puede aguantar el olor... ratas en el frente, cucarachas atrás... adictos con bates de béisbol... una mujer loca, comiendo de la basura”, es difícil no sentir que podrían estar hablando de cualquier calle del Centro de Montevideo.

Por ejemplo, la zona que rodea a la redacción de El País, a una cuadra de 18 de Julio, y dos de la seccional Segunda, muestra todo eso y más. Boca de pasta base a la vista, contenedor­es de basura convertido­s en baño público y merendero para los adictos que pululan

MARTÍN AGUIRRE nerviosos reclamando “una fuerza”, la señora esa loca con un tumor o algo espantoso en la cara, arrastrand­o una frazada.

Hablando el otro día con un guardia de seguridad salió la discusión que ha surgido mil veces en los últimos meses, ¿hay más gente en la calle? ¿Se podrá cambiar eso algún día? Sobre esto último, una nota de optimismo. El autor tuvo la chance de caminar bastante por el Bronx y Harlem hace pocos años, y el panorama allí había cambiado radicalmen­te. Si una ciudad como Nueva York pudo encaminar el tema, Montevideo debería poder hacerlo. Algún día.

Pero el gran tema de fondo es la primera pregunta. Y para responderl­a contactamo­s a algunas fuentes en el Mides que nos aportaron datos llamativos. La cifra de personas viviendo en la calle tuvieron un salto importante entre 2016 y 2020, pasando de 1.900 a 3.300. Luego hubo un pico en 2021 con la pandemia, pero la sensación de las autoridade­s hoy es que este año hay un descenso importante.

Durante ese pico del 2021 se llegaron a llenar los 4 mil cupos de refugios en todo el país, pero este

El problema de la gente que vive en la calle parece crecer día a día. Sin embargo, hay datos que dicen otra cosa y generan serios interrogan­tes.

año pese a haber atravesado ya tres olas fuertes de frío, nunca se llegó ni cerca a esa cifra. Otro dato, el 28 de junio del año pasado hubo récord de llamados al Mides por gente durmiendo en la calle, 1.770 en un solo día. En 2022 el máximo ha sido de unas 800 llamadas.

Desde el ministerio no se comentan públicamen­te estas cifras por dos temas: primero, que los datos no son suficentem­ente categórico­s como para afirmar que ha bajado la gente en la calle. Segundo, cuando todo el mundo siente que el problema crece, que un jerarca salga a hacer la “gran Bonomi”, diciendo que es una sensación térmica, es receta para una muerte política segura.

En la abrumadora mayoría de los casos, la razón para vivir en la calle se vincula con tres aspectos: salud mental, adicciones, o gente que sale de la cárcel y no se puede reinsertar en la vida social. Este último tema es la principal obsesión del Mides hoy que ha tomado varias medidas, entre las cuales la decisión firme de imponer a través del Ministerio de Transporte la regla de que al menos un 5% de quienes trabajan en obra pública sean liberados de la cárcel. Cuando se habla de salud mental, uno de los temas clave en un país que acaba de romper su récord de suicidios y está a la cabeza del ranking regional en la materia, hay una duda que carcome a este periodista. Hace unos días, una colega radicada en Italia ofrecía una nota sobre cómo ese país había eliminado los hospitales psiquiátri­cos, y lo bueno que eso había sido. Una tendencia que parece muy positiva. Ahora, ¿es bueno si un porcentaje tan alto de esos enfermos termina en la calle?

Por último está el tema adicciones. No somos optimistas a corto plazo con eso. La solución policíaca ya está claro que no funciona. Y de acá a que como sociedad le demos a todos esos tipos jóvenes, productivo­s, una alternativ­a laboral y cultural que haga que estarse pudriendo en vida en una esquina, se sienta como ese derroche absurdo que vemos los demás...

Todo esto nos debería interrogar sobre dos temas principale­s. El primero, cómo puede ser que en Uruguay, donde abunda la tierra y la comida, haya gente viviendo en la calle y comiendo de la basura. El segundo, cómo puede ser que no podamos hacer algo más profundo para darle a esas 4 mil personas, que por un lado son muchas, pero por otro no es nada, un espacio vital que no implique un choque tan frontal con el resto.

Ya saldrán los bienpensan­tes a acusarnos de estigmatiz­ar y todas esas tonterías. Pero creer que la convivenci­a pacífica entre quien va esforzadam­ente a laburar todos los días, y el tipo que te manga de pesado mientras mea en la puerta de tu trabajo, puede funcionar mucho tiempo, es no entender nada de la naturaleza humana.

“No me empujes, que estoy muy cerca del borde”, cantaba Grand Master Flash, hace 40 años esta semana.

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