El pasaporte y la inoperancia

Montevideo

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Aquí va el resumen ejecutivo de un tema que converge crecientemente al absurdo.

Todo empezó con un pasaporte entregado por el Ministerio del Interior a un uruguayo con pesados antecedentes en el mundo del narcotráfico, y que liberado de la prisión en que se encontraba, aparentemente logró seguir con su actividad “profesional” de narco próspero. Esta relevancia “profesional” era conocida por las autoridades del gobierno que, sin embargo, adujeron que la entrega del pasaporte era una obligación legal respaldada en decretos y leyes vigentes.

A partir de aquí se desencadenan dos clases de acontecimientos que no hacen sino humillar la política.

1) De un lado, la oposición (que quizá era gobierno cuando se creó parte del marco legal que respaldó la entrega del pasaporte) asume un estruendoso rol de justiciera y pega con fuerza al gobierno por todos los obvios flancos que abre esta situación.

2) Por otro lado, la coalición gobernante trata de protegerse derivando responsabilidades de un ministerio a otro. Y además, un sector, quiérase o no acéfalo y virtual del Partido Colorado, necesitado de mostrar que representa —quizá ante esa juventud potencial que lo votó en las internas y no en las nacionales— la virtud justiciera, crea un enjuiciamiento robesperriano a uno de sus integrantes que ocupaba (pues ahora renunció) un puesto jerárquico en un ministerio.

Ahora bien, la pregunta que emerge es ésta: ¿no habría sido la responsabilidad inmediata de ambos poderes mancomunados anular las condiciones que supuestamente hicieron legal e inevitable la entrega de ese pasaporte? ¿Lo han hecho ya, y quizá eso fue un susurro ocultado por el estruendo del escándalo?

Si lo hicieron, eso es lo primero que se debió comunicar a la población y a la comunidad internacional. Si no lo hicieron, tanto sonido y furia no hace sino mostrar inepcia y desacredita al sistema político todo.

Pero si eso es así, es mucho más grave que el episodio del pasaporte.

En estos tiempos inciertos en nuestra América y en el mundo todo, los uruguayos necesitamos más que nunca un sistema político fuerte y responsable. Y no circenses mediáticos disfrazados de políticos.