Democracia en peligro
@| Parecería que la democracia se estuviera derritiendo o herrumbrándose en Brasil.
Esta “estructura” se corroe si no se la trata bien. El Estado debe disponer los derechos constitucionales y garantizar su pleno ejercicio.
La democracia implica libertades fundamentales como poder opinar, expresarse, votar, andar libremente. Además, entendemos como parte de los derechos a un conjunto de servicios estatales que, al estar universalizados, promueven la igualdad para todos: tener educación, salud, vivienda, un trabajo digno. Todos estos aspectos están pulverizándose en este país.
La inflación ha traído la pérdida de poder adquisitivo de los salarios; el desempleo y la informalidad “galopan” sobre un terreno incierto.
El brasileño visto como un hombre “cordial” es un mito que en realidad solapa una violencia histórica o una historia violenta relativamente reciente.
Una de sus marcas es la duración de la esclavitud, que se abolió en 1888. Fue el último país en América Latina en hacerlo y no hubo un proceso de “mea culpa” a nivel social, de conscientización, piensa el filósofo Peter Pál.
Otra marca próxima es la amnistía a militares de la dictadura (1964-1985) que participaron en asesinatos, torturas, y en violación de derechos humanos, sin recibir ninguna pena.
Por mi parte, ya sentí en propia piel ser increpado, acusado por ser uruguayo; porque para los brasileños nosotros somos un paraíso fiscal. Y esto te lo echan en cara.
Por lo tanto, el ataque del 8 de enero a la explanada de los edificios de los tres poderes (Judicial, Legislativo y Ejecutivo) en Brasilia, es un latido, esperemos que moribundo, de un país que vive bajo una “democracia en peligro” (documental de Petra Costa de 2019).
Para sacar a la democracia del peligro debemos retornar al diálogo, a la paz, a la no violencia. Pero la Justicia debe actuar y condenar a los que atacaron el Estado democrático de derecho, porque sin Justicia no hay paz.