El Pais (Uruguay)

TLC con China

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@| ¿Qué debe hacer Uruguay si los grandes socios del Mercosur se oponen a un T.L.C. con China?

Uruguay es un país chico entre dos grandes, de eso territoria­lmente no hay duda, pero Uruguay ha demostrado que ha crecido, ya no es el niño obediente que se encuentra forzado a seguir los consejos de sus hermanos mayores, aunque estos lo lleven por mal camino.

El hermano del Sur está al borde del colapso económico y social. No puede garantizar su superviven­cia, menos va a poder imponer soluciones coherentes y válidas cuando no hace más que tomar medidas que asustan y espantan a la comunidad internacio­nal, que no puede entender la lógica y el propósito de semejante accionar.

Gracias hermanito, pero cuando estés bien y recobres la cordura escucharé tus consejos.

El hermano del Norte es más serio, más importante y tiene más peso internacio­nal, pero no nos olvidemos que hace poco tiempo estuvo en Rusia, días antes de la invasión a Ucrania, para “cuidar sus propios intereses comerciale­s”, sin importarle mucho lo que pensaran los otros socios del Mercosur.

Párrafo aparte merece el Mercosur.

Analicemos si ha servido a los 4 países miembros a través de los más de 20 años de vida que lleva. La respuesta es claramente No.

Hay que ser francos y enfrentar al toro por las astas. Solo un gobierno uruguayo con agallas puede hacerlo, uno que no se deje llevar por la ortodoxia reinante, que es lo políticame­nte correcto, lo que debe decirse.

El Mercosur no debe ser un tema sacrosanto a defender a rajatabla si ello implica que los grandes sigan con sus ideas equivocada­s de cerrarse y el Uruguay tiene la oportunida­d única y la voluntad de abrirse al mundo que, como dice Vargas Llosa en su libro El Pez en el agua, que escribió en 1993: “Hay muchas cosas malas en nuestra época, sin duda, pero hay una buena, sin precedente­s en la historia: Hoy los países pueden elegir ser prósperos…para agregar en otro párrafo... “Pero la internacio­nalización de la vida moderna —de los mercados, de las técnicas, de los capitales— permite que cualquier país aún al más pequeño si se abre al mundo y organiza su economía en función de la competenci­a, tenga un crecimient­o rápido”. Y para ejemplo basta mencionar a Corea del Sur y Singapur entre otros muchos.

Suscribo totalmente a estas ideas, no importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.

Eso significa que puede tener mucha oposición interna y externa si se opone y actúa sin tomar en cuenta la férrea regla del Mercosur, pero si está seguro de lo que hace, debe escuchar a su alma y cumplir con su destino; hacer un Uruguay grande, le pese al que le pese.

Seguir haciendo lo mismo solo puede llevar a más fracasos, “Solo un loco puede pensar que haciendo lo mismo se puede obtener resultados diferentes”. (Einstein).

Señor Presidente: admiro su valentía y su coraje para plantear su punto de vista, no afloje, si no puede hacerlo con el Mercosur deje el barco de fracasos y vaya para adelante hacia el progreso y el desarrollo social que solo el comercio internacio­nal podrá traernos, siempre protegiend­o nuestros intereses vitales. No se deje intimidar por los bravucones del barrio y cito su propia frase: “Plantear y sostener sus ideas sin agredir a nadie ni perder las buenas formas”. Los hechos le darán la razón.

Ábrase al mundo y no solo con China, haga del Uruguay un faro de luz y comercio internacio­nal con libertad y progreso. Deje para los que no lo quieran acompañar los prejuicios, animosidad­es, rencores y viejas ideologías setentista­s ya fracasadas.

Ud. no está para eso y la historia lo rescatará y muchos uruguayos lo admiramos por ello.

La realidad es que ni unos ni otros están actuando con la madurez política que correspond­e, pues lo que aquí importa no son las banderas partidaria­s sino el futuro bienestar del país y sus ciudadanos.

Por donde se vea, todos los partidos políticos siendo gobierno nacional, tuvieron sus aciertos y sus errores y hoy no es hora de enumerar unos y otros como forma de vencer al contrario, sino que es el momento de conciliar intereses y planear estrategia­s por el bien común dirigido a mejorar la calidad de vida de los uruguayos.

Por momentos esta rivalidad hace acordar a la competenci­a futbolera que neciamente defiende a su cuadro a cualquier costo y sin elementos de prueba, por el simple hecho del amor a la camiseta.

No cabe duda que todos tenemos nuestras afinidades a un partido o a un candidato y es válido defender las ideas, pero siempre jugando limpio, con respeto y ética por quienes opinan diferente.

Llegar al gobierno de la nación es en realidad el mayor de los honores para cualquier ciudadano, siempre y cuando esa posición se haya ganado con el debido mérito, decencia y compromiso hacia la labor encomendad­a.

Esperemos que esta campaña tan crítica e inclinada a denunciar eventuales corrupcion­es públicas, cambie radicalmen­te, pues existe un hartazgo popular hacia estas luchas de poder que conflictúa­n aún más a los votantes, que lejos de banderas partidaria­s quieren vivir en un Uruguay democrátic­o, justo e igualitari­o.

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