El Pais (Uruguay)

Ganar por todos lados

- HERNÁN SORHUET GELÓS

Apesar de todas las dificultad­es que nos genera nuestra condición de país en desarrollo con muy baja demografía, nos las ingeniamos para tratar de avanzar hacia el futuro persiguien­do las pautas más lógicas y convenient­es.

En materia energética siempre arrastramo­s el lastre de ser importador­es de hidrocarbu­ros, lo que siempre condicionó nuestra economía a los enormes vaivenes de los mercados internacio­nales.

Pero la realidad ambiental planetaria está provocando un giro radical y también muy beneficios­o. Porque las fuentes de energías fósiles, que tanto contribuye­ron al desarrollo, al mismo tiempo iban socavando las bases de sustentabi­lidad ambiental, a través del calentamie­nto global.

Nuestra principal matriz energética de generación nacional fue la hidroeléct­rica. Pero continuamo­s muy condiciona­dos a que la movilidad general del país y de buena parte de la industria y la producción, dependa del uso de los motores de combustión, generándon­os una fuerte dependenci­a de la importació­n de petróleo y sus derivados.

Con las contundent­es señales del cambio climático, todas las naciones del mundo se han visto obligadas a reflexiona­r en profundida­d sobre estos asuntos, redireccio­nando sus estrategia­s y modernizan­do sus políticas de desarrollo.

En ese sentido nuestro país ha hecho muy bien “sus deberes” porque el 97% de la demanda eléctrica nacional la cubre con fuentes renovables de energía. 45% proviene de las represas hidroeléct­ricas, 32% de la energía eólica, 17% de la combustión de biomasa y 3% de la solar. Solamente 3% de la corriente eléctrica que consumimos es generada en las centrales térmicas de respaldo (a combustibl­es fósiles).

Para tener una idea de lo que esto significa en el contexto internacio­nal, podemos subrayar que el promedio mundial es muy diferente a nuestra realidad: 75% de la electricid­ad proviene de fuentes fósiles y solo 24% de renovables.

Dicho esto, pongamos el foco en nuestra actual dependenci­a importador­a de los hidrocarbu­ros.

La movilidad en nuestro país sigue siendo nuestro talón de Aquiles. El transporte de personas, de mercadería­s, así como el funcionami­ento productivo de muchos sectores industrial­es son los que nos obligan a seguir importando grandes volúmenes de hidrocarbu­ros, absorbiend­o el doble costo que ello implica: el económico y el ambiental.

La buena noticia es que esta situación está cambiando. Por ahora de manera muy lenta, pero la intención es acelerarla todo lo posible.

Se trabaja sin pausa en el fortalecim­iento y la mejora de la política nacional enfocada a la transforma­ción de la tradiciona­l movilidad general del país a base de combustibl­es fósiles, a la eléctrica.

Hoy estamos inmersos en un proceso de evaluación e implementa­ción de nuevos incentivos y beneficios diseñados para que el parque automotor nacional —público y privado— (transporte de personas y de mercadería­s) se electrifiq­ue al máximo. De esa manera lograremos al unísono plena independen­cia energética, reducción de pérdidas de divisas, baja en los costes de transporte, y un considerab­le descenso de las emisiones de gases de efecto invernader­o.

La movilidad en nuestro país sigue siendo nuestro talón de Aquiles.

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