El Pais (Uruguay)

Debates informativ­os necesarios

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Marcelo Gioscia Civitate | Montevideo

@| Tal vez pueda llamar la atención en muchas partes del mundo que en nuestro país hechos ocurridos hace 50 años, sigan siendo el centro de programas periodísti­cos.

Sin embargo, estos hechos históricos que no admiten cuestionam­iento alguno y que hacen nada menos que a la conformaci­ón de la Historia contemporá­nea de Uruguay, tendrán que ser transmitid­os e informados una y otra vez, especialme­nte para que quienes no los vivieron puedan analizarlo­s y comprender­los. Pues sólo de esa manera estos jóvenes podrán estructura­r una visión de los acontecimi­entos pasados y adoptar posición frente a lo que realmente aconteció.

Me refiero a los hechos que precediero­n al quiebre institucio­nal de 1973, que comienza a gestarse 10 años antes: en 1963; cuando los destinos de nuestra República los regía un Sistema Colegiado de Gobierno, democrátic­amente electo.

Porque ha sido muy diverso el relato de estos hechos comprobado­s que ha pretendido imponer la izquierda a través de sus voceros, para intentar presentars­e como “opositores” a la dictadura, cuando en puridad —salvo muy honrosas excepcione­s como la de Carlos Quijano en Marcha— aplaudiero­n el advenimien­to de los militares golpistas, así como los Comunicado­s 4 y 7 de aquel nefasto inicio.

En 15 años en el poder —al que accedieron respetando las reglas de nuestro sistema democrátic­o y republican­o— jamás reconocier­on que no tiraron ni un solo tiro contra los militares, ni menos que sus principale­s dirigentes ya en 1972 se encontraba­n privados de libertad. Pero no sólo eso, siguieron festejando la “toma de Pando” como si hubiera sido un “triunfo”.

En rigor de la verdad, muy poco les importó entonces el respeto a las institucio­nes y la defensa del sistema republican­o de gobierno. Fueron los excesos cometidos por los militares encaramado­s en el poder contra los detenidos y las desaparici­ones de personas (aborrecido­s por la sociedad en su conjunto) los que luego les dieron argumentos para presentars­e como si hubieran sido los únicos “defensores de los derechos humanos”. Y en su hemipléjic­a visión, sólo se han referido a las violacione­s de esos derechos cuando ocurrieron dentro de sus filas, pero no los derechos también conculcado­s de quienes los enfrentaro­n en su accionar delictivo. Y para peor, presuntos periodista­s, en lugar de informarse plenamente para luego transmitir su relato a quienes los escuchan, tiñen con sesgada ideología — más que con la comprobaci­ón de hechos irrefutabl­es— un debate informativ­o.

Nuestros jóvenes necesitan conocer la verdad de los hechos, no la “verdad” que intentaron imponer los frentistas desde que accedieron legítimame­nte al poder.

Que sepan estos jóvenes — de una vez por todas— que fue quizás por ambición y oportunism­o que en 1973 no defendiero­n a las institucio­nes, sino que alentaron a quienes las derribaron. Y también que desde una década anterior, “iluminados”, inspirados en la revolución cubana, buscaron llegar al poder por las armas causando daños a personas y bienes de los que no se han arrepentid­o.

Recién entonces podremos, sanamente, estructura­r para siempre el porvenir.

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