La encrucijada del Frente Amplio
La reforma de la seguridad social puso al Frente Amplio (FA) en una encrucijada electoral muy grave: o se decide a actuar con sentido de responsabilidad histórica y acepta los cambios graduales y posibles generados, o se alinea una vez más con la izquierda sindical para ejercer una oposición irresponsable que procurará tirar abajo el consenso mayoritario logrado.
El único dirigente relevante que de alguna forma mostró cierto sentido de responsabilidad, hasta ahora, ha sido el precandidato Orsi. En efecto, frente a la iniciativa ya anunciada de la central sindical de seguramente avanzar con un mecanismo de democracia directa que procure desarticular la reforma, Orsi señaló sus dudas sobre el instrumento y también sobre la conveniencia de atacar la reforma parcialmente.
Es que la lógica de acción sindical está por un lado completamente tomada por la agitación y propaganda demagógica comunista, y por otro lado totalmente resuelta a oponerse a cualquier iniciativa que fije caminos de desarrollo de largo aliento para el país. En definitiva, todos los líderes izquierdistas que pasaron por el poder con grandes responsabilidades, y que fueron los principales artífices de los triunfos electorales de 2004, 2009 y 2014, es decir Vázquez, Mujica y Astori, en varias oportunidades en estos años señalaron que debía de enfrentarse una reforma de la seguridad social. Y que, inevitablemente, ese cambio debía de contemplar los años de trabajo para cotizar y la edad de retiro de los futuros jubilados.
Frente a esta realidad ineludible, durante quince años la izquierda no logró consenso alguno para tomar el toro por las astas. De ninguna manera se puso de acuerdo en algo sustancial y relevante que encaminara lo que se sabía debía ser reformado. Y en este sentido, el Pitcnt, aliado estratégico tanto electoral como discursivamente del FA, tampoco fue capaz de proponer nada serio, sostenido y posible: ni durante los tres períodos de gobierno de la izquierda, ni desde 2020 y hasta 2023 que ha sido cuando se estudió y aprobó la reforma por parte de la Coalición Republicana.
Sabiendo entonces que la reforma está hecha, que es gradual y posible, que mejora radicalmente la situación financiera del Estado y que la izquierda no tiene capacidad de articulación y generación de consensos y mayorías como para poder llevar adelante una reforma de este tipo, es razonable que Orsi, que pretende ser presidente de la República en 2025, ponga un signo de interrogación sobre la iniciativa de democracia directa que seguramente impondrá el Pit- Cnt como estrategia política de aquí a las elecciones de 2024.
La encrucijada es pues de todo el FA. Porque desde marzo de 2020 ha bailado al son de la pandereta izquierdista sindicalista. Y porque si no se independiza del Pit- Cnt es probable que la ciudadanía sancione electoralmente a una fuerza política que no es capaz de pararse en un lugar que defienda el interés nacional y el espíritu reformista gradualista, cuando sabe perfectamente que en materia de seguridad social la reforma era absolutamente impostergable. O más claro aún: que cuanto más se demorara la reforma, más dolorosa sería para todos.
Y el problema es el mismo que ha tenido también desde 2020: hay demasiados dirigentes tentados de correr por la izquierda, de jugar a la demagogia que seduce a las bases fanatizadas del FA, y de desperdigar discursos facilistas que
Frente a esta realidad ineludible, durante quince años la izquierda no logró consenso alguno para tomar el toro por las astas.
los posicionen mejor que sus rivales en la confrontación por la obtención de mayorías en la interna de su conglomerado político. Es así entonces que fueron capaces de promover encierros obligatorios, que plantearon peros a todas las medidas necesarias para enfrentar la pandemia, que manejaron argumentos mentirosos con tal de juntar votos contra le ley de urgente consideración, y que es muy probable que se decidan a seguir tras los pasos de la estrategia de agitación y propaganda del sindicalismo con tal de no perder el tren de quedar bien con la barra que vota en la interna y decide sobre los futuros liderazgos.
No hay por qué ser optimista sobre el sentido de responsabilidad del FA. Seguramente el propio Orsi, sin coraje político para definir un rumbo propio y maduro, y totalmente dependiente de la barra tupamara para afianzar su candidatura, también termine alineado con lo que defina el Pit-cnt.
Y así, infelizmente para el Uruguay, la encrucijada del FA lo situará nuevamente como mero seguidor del sindicalismo y bien lejos de los intereses nacionales que deben defenderse en favor de nuestra prosperidad y desarrollo.