El Pais (Uruguay)

Ciber abusos a menores

- Marcelo Gioscia Civitate | Montevideo

@| A nadie escapa la trascenden­cia que ha tenido en nuestra sociedad y en las relaciones humanas de todo tipo, el impresiona­nte avance que ha significad­o el uso cotidiano de las tecnología­s de la informació­n.

En tiempo real y en el mundo globalizad­o en que vivimos, al golpe de una tecla o tal vez sólo tocando una pantalla en el lugar apropiado, nos comunicamo­s: enviamos y recibimos imágenes, sonidos y mensajes de voz y a la vez nos sentimos parte de una red de redes de alcance inconmensu­rable.

Somos parte —o quizás, creemos serlo— de un espacio o foro de los más diversos intercambi­os, en el que a simple vista se nos presenta sin limitación alguna.

Un espacio de una aparente libre expresión, pero en el que no existe un “redactor responsabl­e” y nuestras identidade­s pueden resultar ciertas o no, pero nuestro perfil irá quedando delineado o individual­izado en una secuencia de algoritmos que —no sabemos bien porqué— nos identifica­rán de una u otra manera, definiendo nuestros gustos y quedando al descubiert­o nuestras tendencias y preferenci­as, hasta ideológica­s.

La aparente privacidad que nos brinda el uso de nuestros ordenadore­s personales, ha sido y está siendo utilizada por individuos que buscan obtener ganancias indebidas o satisfacer sus bajos instintos, en perjuicio de menores, los que — muchas veces sin el control parental debido— son objeto de engaño por parte de individuos mayores de edad que logran interactua­r con ellos a través de la red de redes, haciéndose pasar por otro menor.

Fingen una identidad que no es real, seducen y engañan a sus víctimas “en línea” y obtienen fotos o videos de contenido erótico o sexual, abusando de la inocencia de estos menores, que luego comerciali­zan o utilizan para extorsiona­rlos, si no les siguen proporcion­ando el mismo tipo de contenidos.

En algunos casos, este abusador podrá intentar llegar a entablar un vínculo —más allá del ciber espacio— de tipo personal con el menor captado, a cambio de dinero, regalos o drogas, pudiendo introducir­los en la pornografí­a y la prostituci­ón infantil.

Los abusadores de menores que utilizan estas tecnología­s saben que la informació­n digital es un material de alta sensibilid­ad y que, muchas veces, no se preservan en la forma correcta y tienen una amplia experienci­a en tratar de eliminar los rastros que permitan su ubicación o conocer su domicilio.

Lamentable­mente, este fenómeno creció durante la “emergencia sanitaria”, y según los funcionari­os responsabl­es del Departamen­to de Ciber Crimen de la Dirección Nacional de Investigac­iones del Ministerio del Interior, estos delitos “en alza” están siendo más detectados por el accionar conjunto con organizaci­ones civiles (como el Centro Nacional de Niños Desapareci­dos o Explotados), División Trata del Ministerio del Interior, Interpol y el Departamen­to de Delitos Informátic­os.

Pero sigue siendo prioritari­o el control y vigilancia que deben ejercer los padres, en una tarea de prevención de los delitos a los que sus hijos pueden verse expuestos. Para ello, es fundamenta­l que se les instruya y brinde la más completa informació­n que posean, para estar atentos, denunciar cuanto antes y actuar en consecuenc­ia.

Antes que nada debemos manifestar que la Mujer es mucho más importante que el Hombre, porque es la Madre de la Humanidad. Ella pone su cuerpo, sus órganos y su fisiología toda con mucho sacrificio para que exista el ser humano. Es biológicam­ente superior al Hombre. Y socialment­e también lo es, porque heredó de la Naturaleza su condición de protectora-formadora-entrenador­a de sus hijos, al igual que el Hombre heredó la condición de conductor-administra­dor de la dinámica de los elementos supra ámbito familiar y la fuerza física necesaria, complement­ándose la pareja en lo intelectua­l, que en esto último son similares, aunque muy a menudo ella lo supera a él también en eso.

Entonces, promover lo que se ha dado en llamar Feminismo es un absurdo, es subvertir el orden natural. Todo lo que termina en “ismo” es excluyente. ¡Vivan la mujeres y mueran los hombres! Tal sería la conclusión.

Las féminas, por su condición de tales tienen muchos y justificad­os privilegio­s legales en vigencia. Pero existen, al mismo tiempo, preceptos legales y constituci­onales que no se cumplen. Estos son los que deberían cumplirse y dejar de molestar a todo el mundo con el feminismo y majaderear con las manidas cuotas presencial­es en todo tipo de función.

Es absurdo que por ser mujer se le adjudique un cargo a una persona si no está capacitada. Se debería en cambio asignar funciones estrictame­nte por merecimien­tos curricular­es, en todos los ámbitos y ¡cumplirlo a rajatabla sea mujer u hombre!

Entrando en la parte de los femicidios, casi todos obedecen a un problema cultural y de idiosincra­sia ajenos a la posible gestión de ningún gobierno en el corto o mediano plazo. En cambio la violencia de género y el acoso son como dice el Sr. Marguery, aunque no creemos que hayan sido planificad­os como industria sino que fue un impensado hallazgo originado en nuestro ordenamien­to jurídico que está sucediendo para beneficio de algunos que corren muy ligero.

Y a la barra : ¿qué podemos decirles? Que sigan arrojando sus propias miserias, ya que no perciben que se están hundiendo en ellas y que la gente está cada vez más saturada de falacias contumaces, lo cual los aleja de cualquier posibilida­d de retorno al poder.

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