El Pais (Uruguay)

El agua y la culpa

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Diego Lima Landarín | Montevideo

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Nací y crecí en dos ciudades a orillas del Río Uruguay, donde el agua corría sin parar por el Salto Chico o brotaba de un manantial termal donde daba y sobraba para llenar y vaciar piscinas cada dos o tres días. También había una fuente de agua mineral natural, el agua Salto; era bien rica porque tenía un toque salobre único y muy particular. Se juntaba el agua de lluvia y alguna napa de agua superficia­l bastaba para llenar en un par de horas los aljibes de los patios “de las casas”.

De la potabilida­d del agua de OSE nadie dudaba; naturalmen­te se tomaba agua de la canilla y de los bebederos de las escuelas. Cumplía con las caracterís­ticas básicas, las que aprendimos en la escuela, donde nos enseñaron que el agua era incolora, inodora e insípida.

El agua nunca fue un problema salvo alguna que otra sequía y alguna crecida del Río de los Pájaros Pintados, varias de ellas no menores en los años que llevo vividos, que son 40.

El déficit hídrico actual, no es de ahora, ni de hace un par de años. Sería como un chiste de mal gusto o un oximorón (palabra que aprendí hace poco) decir que nos tapó el agua mientras que estamos viviendo la peor sequía de los últimos cien años.

En la antigüedad se creía que las inclemenci­as climáticas dependían y estaban a merced del buen o mal humor de los dioses.

La danza de la lluvia como muchos otros rituales antiguos se realizaban porque se tenía la convicción de que eso iba a colaborar en pro del hecho natural que se deseaba que acontecier­a.

En la sociedad moderna ya no se le puede culpar a un dios vengativo o rencoroso por la privación del vital recurso que cae del cielo, se responsabi­liza y se le tira la culpa al gobierno actual y éste se la devuelve a los gobiernos anteriores.

Politizar la falta de agua por lo menos podría catalogars­e como ruin, por no llamarlo miserable, algo similar sucedió en épocas de pandemia donde se intentó responsabi­lizar al gobierno actual por las muertes evitables y de que cualquier medida que se tomara fuera tardía e insuficien­te.

He visto políticos de todo pelo desfilar por cuanto programas de tele y de radio hay, exponiendo con argumentos varios que teorizan sobre lo que podría haber pasado si tal cosa u otra hubiese sucedido o suponen que podrá suceder; lo único cierto de todo esto es que nadie hace llover.

Lo que más me llama la atención es que una entrevista de media hora se destine casi en su totalidad para jactarse de lo que cooperan y de lo solidarios que son en pro de la causa; la egolatría a flor de piel. En los últimos minutos se acuerdan de que los pueden usar para intentar concientiz­ar y recomendar que se cuide el vital y hoy en día escaso recurso.

Ser solidario, responsabl­e, y buen prójimo es lo mínimo que se puede esperar de la población de un país que ha sabido demostrar en más de una ocasión que es solidario ante situacione­s adversas.

Cuidemos el agua, todos sabemos lo que debemos hacer.

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