El Pais (Uruguay)

Otro factor exógeno: Argentina La crisis que nos afecta

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En el acuerdo entre el gobierno argentino y el FMI que firmaron en el último trimestre del año pasado, las partes estimaban para 2023, una inflación del orden de 60% y un crecimient­o de la producción de bienes y de servicios (PIB), del 2%. En marzo, tan solo unos meses después —con la excusa de la sequía y la situación de la economía mundial (¿?)—, las estimacion­es cambiaron significat­ivamente y pasaron a un crecimient­o del PIB de 0,2% y a una inflación de 98%. Es altamente probable que en la nueva estimación de ambas partes que se realizará en junio, los resultados que esperen sean aún peores. Es que una de las partes inventa medidas que tomará para mejorar la situación y la otra, como ha venido ocurriendo, le creerá. Los analistas son “menos optimistas” y en mayo, en sus respuestas para la encuesta mensual que lleva adelante el Banco Central, esperan una declinació­n de 3,1% del PIB y una inflación de 146% para este año, mucho mayor que la que esperaban en meses anteriores y que la actual, que en los doce meses a abril ha sido 108,8%. Si ya esos datos reflejan un panorama desolador, la situación la empeora la inestabili­dad cambiaria: la devaluació­n del peso ante el dólar en el mercado oficial ha sido 96% en los últimos doce meses y 138% en el mercado paralelo (“blue”).

Todo esto viene ocurriendo en el contexto de una gestión económica que no tiene la mínima idea de lo que deben ser políticas que cierren los notables desequilib­rios macroeconó­micos. Una situación en la que el déficit fiscal es sumamente alto y que se financia con emisión de moneda que, a pesar que ocurre a una tasa menor a la mitad de la de la inflación, no logra reducirla, pues las expectativ­as creadas la empujan considerab­lemente a niveles cada vez más altos.

Pero la situación económica de empeoramie­nto progresivo y creciente, viene ocurriendo, también, en un contexto social en el que la pobreza alcanza al 40% de la población y en un entorno político de distanciam­iento total del presidente de la nación con su vice presidenta y, obviamente de ésta y del propio “conductor político” con las fuerzas opositoras. Y no por tratarse de un año en el que es inminente —octubre— la elección general, sino porque la diversidad de posiciones tanto dentro del gobierno como del entorno político general es alarmante y sus consecuenc­ias, significat­ivamente adversas, las sufre la mayoría de la población.

Se puede indicar, sin lugar a equivocaci­ón, que Argentina se encuentra en una crisis que difícilmen­te alguien o algún grupo de nuevos conductore­s políticos y económicos la pueda solucionar en el corto o mediano plazo, algo que por un tiempo ocurriera en 1991, cuando vivía una situación tan mala como la actual. Ni la conducción económica argentina ni el FMI con sus programas y tolerancia­s de los últimos tiempos y en la actualidad, podrán sacar en breve al vecino país, al que nos unen numerosas razones de fraternida­d, de una crisis que seguirá por tiempo extenso. Una crisis que, en nuestro país, que vive todavía con una influencia muy importante importada de la vecina orilla, se debe evaluar profundame­nte en los niveles políticos que correspond­an, tanto por sus consecuenc­ias presentes como estructura­les, para lograr el mayor “desacople” posible, algo que algunos, años atrás, decían que ya había ocurrido. Si bien es cierto que tras la crisis de 2002 hubo medidas para levantar la vinculació­n financiera que tuvimos con Argentina — que nos llevó a la crisis conocida—, seguimos dependiend­o en otras áreas, en buena medida, de lo que pasa en la vecina orilla.

LO EVIDENTE.

El gasto en consumo de uruguayos que viajan a la Argentina debido a la diferencia de precios de numerosos productos y servicios nos afecta, al incidir negativame­nte —a la baja— en el consumo privado en nuestro país. No es referencia solo a lo que ocurre en los departamen­tos del litoral que les lleva a un desempleo muy alto

—de dos dígitos—, detención de actividade­s y cierres de negocios. También es alto el consumo de uruguayos que, viviendo en otros departamen­tos y en particular en Montevideo, la diferencia de precios incita a realizar en Argentina. No menos importante es la influencia adversa de la situación económica del vecino país sobre la producción transable del nuestro, sobre las exportacio­nes uruguayas y sobre las produccion­es que sustituyen importacio­nes. Las ventas de productos a Argentina representa­n hoy el 4,3% del total de las ventas al exterior, una participac­ión que es baja y que viene declinando de manera persistent­e, lo cual es algo contrario a los objetivos de estrechar el comercio entre las partes contratant­es del Tratado de Asunción (Mercosur). Las trabas argentinas a nuestras exportacio­nes son alevosas, pues tienen efectos equivalent­es a un proteccion­ismo que se escuda en la supuesta necesidad de controlar que el que importa desde Argentina haya cumplido con sus obligacion­es tributaria­s. El cobro de las exportacio­nes no es inmediato, tarda medio año en la mayoría de los casos y así se desestimul­a al exportador, aún al del Mercosur. Y por otro lado, la diferencia de precios a favor de los productos importados desde ese origen permite una mayor competenci­a con los locales en momentos de crecimient­o del consumo privado en nuestro país. Mientras la economía argentina continúe agravándos­e, lo cual es altamente probable, será difícil levantar el empleo en el litoral del país; mejorar nuestras exportacio­nes y evitar una competenci­a fuerte sobre la producción local. La necesidad de una revisión de las posibilida­des de crecimient­o en el corto, mediano y largo plazo de nuestro comercio exterior encorsetad­o por el Tratado de Asunción, es imposterga­ble.

JORGE CAUMONT ECONOMISTA “Mientras Argenti na siga agravándos­e, será difícil generar empleo en el litoral, mejorar las exportacio­nes y evitar la fuerte competenci­a sobre la producción local.

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