El Pais (Uruguay)

Laberintos de un nuevo orden El comercio internacio­nal

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Nunca en los tiempos recientes hubo en el tema de la inserción comercial externa, un momento tan complejo. Complejida­d que no solo atañe a nuestro país, sino que abarca a la región y se derrama hacia el resto del mundo.

Una realidad que tiene su génesis en la búsqueda de nuevos posicionam­ientos entre países de dimensione­s hemisféric­as, donde confluyen aspectos ligados a la consolidac­ión de nuevos liderazgos geopolític­os que desembocan en aspectos de seguridad militar y en visiones diferentes de cómo encarar su crecimient­o.

Como hilo conductor, basta analizar el comunicado de la reunión reciente del grupo de los países más ricos del mundo (G7), donde aparece como novedad una queja explícita sobre la coerción que China aplica en su relacionam­iento comercial y político sobre el resto del mundo.

En pocas palabras, se consolida un realineami­ento de los líderes del Hemisferio Occidental y Japón, mostrando preocupaci­ón por el ascenso de China. Ya deja de ser solo una puja entre Estados Unidos y ese país, entrando en una etapa nueva de la cual se van leudando nuevos bloques. Más allá de las justificac­iones de la postura, lo que se plantea es un debilitami­ento de la complement­ariedad entre China y el resto del mundo, que tanto bien hizo para fortalecer el crecimient­o económico a escala global. Ello cual confirma que la multilater­alidad potenciado­ra de comercio y canal de resolución de conflictos feneció, reemplazad­a por formas de comercio regulado. Primero y como muestra relevante, figura la prohibició­n impuesta por Estados Unidos en la exportació­n hacia China de rubros del mundo digital con alta tecnología de uso militar, argumentan­do que la permisivid­ad regulatori­a de su comercio lesiona su seguridad nacional. En los hechos, se protege su vanguardia en su capacidad creativa de tecnología­s de punta en el mundo digital, cuya consecuenc­ia es la consolidac­ión de su liderazgo a nivel mundial.

Por otro lado, la Unión Europea se intercala en la puja con algo más modesto, pero significat­ivo para nuestros intereses como región: busca regular sus importacio­nes de bienes agropecuar­ios y alimentari­os por medio del cumplimien­to de estándares ambientale­s, de legislació­n laboral o de calidad, muy estrictos o reñidos con las prácticas comerciale­s habituales. Esa postura deviene de dos vertientes. Una, fluyendo desde su campesinad­o altamente protegido y con fuerte influencia electoral, al que ahora agrega el argumento de la seguridad alimentari­a, flanco expuesto por el conflicto en Ucrania. El otro, acaudillad­o por el poder creciente de los partidos verdes, que tienen como bandera postulados de preservaci­ón ambiental que se convierten en barreras comerciale­s implícitas. Lo que es más, trasladan la carga de la preservaci­ón del medio ambiente, a los países que menos han contribuid­o a su deterioro.

En el proteccion­ismo de su sector primario se mezclan normas ambientale­s exigentes sesgadas, estándares de calidad extremos y el cumpliment­o de legislació­n laboral de difícil implementa­ción en los países exportador­es en desarrollo. Advierto que el comentario no implica justificar prácticas laborales que impliquen explotació­n. Pero son otros los mecanismos de control de los desvíos en el ámbito laboral y los incentivos para evitarlo, no las trabas al comercio.

La confirmaci­ón es la inclusión reciente por la Unión Europea de una carta a su acuerdo ya negociado con el Mercosur (side letter) dónde se agregan normas referidas al medio ambiente, como condición previa al proceso de aprobación final del tratado. Nota que ya fue rechazada tanto por las cancillerí­as de Brasil y Argentina, esgrimiend­o las dificultad­es de su cumplimien­to. En definitiva, otro escollo que arriesga tirar por la borda el esfuerzo negociador de dos décadas.

En otras palabras, cerrados en el sector primario y abiertos al comercio donde tienen ventajas comparativ­as excelentes como ser bienes industrial­es terminados, insumos intermedio­s con alto contenido tecnológic­o y artículos de consumo final altamente sofisticad­os. En esas aguas, y sin rumbo cierto navega todo el Mercosur, liderado por Brasil que reflota su visión tradiciona­l de hegemón natural de América del Sur, y en particular de los países de la cuenca del Plata.

El presidente Lula en sus visitas a líderes mundiales, pretende reposicion­ar a su país y por efecto secundario al Mercosur sin resultados aparentes, pues no ha logrado señales desde el mundo relevante de cómo perfeccion­ar el comercio, en un mundo menos amigable de lo esperado, pues está embarcado en otras prioridade­s.

En términos de dinámica geopolític­a, donde se consolida un plan inclinado en las relaciones comerciale­s que nos perjudica como región, los incentivos para volcarnos hacia Oriente son cada vez más fuertes.

Las afinidades históricas con bloques o países se diluyen ante la necesidad de potenciar el crecimient­o como única vía de mejorar el bienestar ciudadano. Pues, la pregunta que debemos hacernos es qué hubiera sido de la región sin la irrupción de China como comprador creciente de nuestra oferta exportable. Un camino que, de no mediar cambios sustantivo­s en las posturas en materia comercial de los grandes países del hemisferio occidental, no tiene retorno.

Si esa es la nueva realidad, el Mercosur tiene que aggiornars­e de cómo negociar ante un escenario nuevo que agrega la complejida­d de una disputa sobre liderazgos mundiales, lo cual no implica desechar la búsqueda de mejoras en las condicione­s de acceso por productos o ramas, donde negociar la dimensión de los estándares sanitarios y de calidad es tan importante como el arancelari­o.

CARLOS STENERI

ECONOMISTA

“Qué hubiera sido de la región sin la irrupción de China como comprador creciente de nuestra oferta exportable. Un camino del que no parece que haya retorno.

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