El Pais (Uruguay)

Nuestra opinión sobre la reforma previsiona­l recienteme­nte aprobada

La reforma es un gran avance, pero aún hay desafíos por atender. Los temas previsiona­les son una construcci­ón social activa, que siempre presenta oportunida­des para mejorar.

- SEBASTIÁN PEAGUDA, GERENTE GENERAL DE AFAP SURA.

Una reforma previsiona­l no es simplement­e la concreción de una idea técnica llevada adelante por el sistema político. Por el contrario, al ser un acuerdo social, requiere de consensos políticos que articulen las diferencia­s de opinión que existen en una sociedad. Y por eso es fundamenta­l contar con voluntad de acuerdo, con la necesaria conciencia de que se perderán en el camino elementos que son importante­s para uno, pero que en el fondo se busca algo que apreciamos.

Es fundamenta­l que las sociedades tengan la capacidad de articular acuerdos para no perecer frente a sus propias inconsiste­ncias temporales. En la región hay ejemplos de sobra sobre países que van y vienen sobre sus pasos. Por ello, es imprescind­ible darle al país una conducción de largo plazo sobre acuerdos mínimos. En este sentido, Uruguay lo ha demostrado al impulsar una reforma previsiona­l con suficiente tiempo como para que no se perciba por el público general la urgencia de hacerla.

El principal logro de esta reforma fue ser declarada como necesaria por todo el arco político. Esto puede haber pasado desapercib­ido y alimentar en algunos la defensa del status quo.

Pero es importante destacar que, a pesar de las diferencia­s en cómo debería ser, se logró la voluntad de acuerdo. Y eso está lejos de dejar atrás ideales, es solo avanzar en etapas. Ahora bien, hay logros en varios otros aspectos. Vamos a destacar tres fundamenta­les, aunque bien podemos apreciar otros. En primer lugar, se logra una visión de convergenc­ia entre los diferentes subsistema­s que existen en Uruguay, con mecanismos para poder reconocer las diferencia­s de cada uno. La idea de que un sistema pueda quebrar y dejar a los beneficiar­ios sin cobertura no es viable en nuestro país, por lo que no debería estar financiánd­ose con recursos públicos o brindando una cobertura a sistemas cuya relación entre aportación y prestación exceda lo que se brinda para el público en general. Esto es consistent­e con nuestra historia y es un paso hacia una mayor uniformida­d. En segundo lugar, se mejora sustancial­mente la forma de asignar subsidios en el pilar de reparto a través del suplemento solidario, con un diseño que apoya más a quien menor prestación tiene sin dejar de reconocer los beneficios por lo aportado por cada uno. O sea, suplementa, pero beneficia a quien ha aportado, estimuland­o la formalidad.

En tercer lugar, es un sistema que se concibe para seguir adecuándos­e en el futuro, poniendo una institucio­nalidad específica para desarrolla­r la regulación y supervisió­n del sistema de seguridad social. Es un paso importante, donde contaremos con quien pueda dar un marco al tema de referencia con iniciativa suficiente como para poder propiciar los cambios que cualquier sistema debe encarar. Aunque quedan desafíos, en general, la visión neta es positiva. Esta reforma marca una nueva etapa del sistema previsiona­l desde lo que se aprobó en 1995, generando un sistema multipilar que viene evoluciona­ndo desde hace casi 30 años. Será importante estar abiertos a seguir incorporan­do cambios, sabiendo que en temas previsiona­les nunca se puede ocupar todo el espacio de oportunida­des al mismo tiempo; es una construcci­ón social activa y viva.

En tanto, debemos reconocer que han quedado desafíos. En particular, hay dos temas relacionad­os con el segundo pilar que merecen nuestra atención para mejorarlos en el futuro. El primero de ellos es la disminució­n abrupta de los aportes de los nuevos trabajador­es a su cuenta de ahorro individual. Si bien entendemos que esta medida ha sido tomada para garantizar la sostenibil­idad financiera del sistema de reparto y alargar la transición de las generacion­es que están más cerca del retiro, es importante considerar que los jóvenes que aún no han entrado al mercado laboral estarán haciendo mayores aportes al sistema de reparto de lo que está hoy vigente, lo cual es inconsiste­nte. A estos jóvenes, su edad de retiro los encontrará con una transición demográfic­a agotada (el porcentaje de jóvenes en la población caerá aún más) y serán más dependient­es de un sistema que sabemos que no funciona para estas demografía­s.

El segundo tema que requiere atención es la gestión de los ahorros de los trabajador­es. Aunque se ha dado prioridad a la sostenibil­idad financiera del sistema de reparto, se deben mejorar los retornos de los trabajador­es por sus ahorros. Es necesario incluir inversione­s en el exterior en los portafolio­s de inversión que administra­n las AFAP, tanto para poder acceder a mejores retornos que los que se proyectan, así como para no quedar demasiado expuestos a lo que pueda suceder en la región ante desajustes macroeconó­micos.

La literatura académica, la experienci­a internacio­nal y las mejores prácticas indican claramente que la diversific­ación de los portafolio­s de inversión es necesaria. Y estos activos no son exóticos, no son una sofisticac­ión de última hora, no significan una pérdida de la soberanía nacional, sino que son una herramient­a para mejorar la relación retorno y riesgo de los trabajador­es que son los dueños de estos.

El financiami­ento del país no depende de si las AFAP vuelcan el 100% de los fondos administra­dos al país, pero sí la rentabilid­ad de los ahorros está dependiend­o casi un 85% de lo que sucede en esta pequeña parte del mundo.

En resumen, la reforma previsiona­l ha sido un gran avance, pero aún hay desafíos que deben ser atendidos para mejorar el sistema. Es importante estar abiertos a seguir incorporan­do cambios, ya que los temas previsiona­les son una construcci­ón social activa y viva que siempre presenta nuevas oportunida­des para mejorar.

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