El Pais (Uruguay)

Senderismo para todos o cómo lograr lo imposible

Se trata de una propuesta inclusiva y accesible para acercar a la naturaleza a personas con alguna discapacid­ad

- SOLEDAD GAGO

Fue algún día de 2017. El uruguayo Enrique Duarte vivía en la Patagonia chilena y trabajaba como guía en el sendero Base Torre, en el Parque Nacional Torres del Paine. Y en eso estaba, guiando a unos turistas para hacer los 20 kilómetros de caminata, cuando vio a un grupo de amigos organizand­o todo para hacer la misma actividad. Con ellos había una persona en silla de ruedas. Enrique los miró unos segundos y después siguió con su grupo. Mientras caminaba pensaba en el espíritu de esos amigos, en lo decididos que se veían a llegar arriba, en lo lindo que era que alguien que estaba en silla de ruedas pudiera disfrutar de ese lugar. También en que ese era un sendero difícil y en que, posiblemen­te, no pudieran completarl­o.

Enrique y su grupo llegaron a la cima, estuvieron un tiempo allí, mirando el paisaje. Y, cuando estaban bajando, los vio. Estaban subiendo más lento, a su ritmo, pero lo estaban haciendo. La gente frenaba y los alentaba, los ayudaba a cargar un rato la silla, los acompañaba.

Con la pandemia y los lugares turísticos cerrados, Enrique, que había tenido sus primeros contactos con la montaña y el senderismo en 2014, cuando se había ido a vivir a Nueva Zelanda y trabajaba en gastronomí­a y hotelería en el parque de los glaciares, decidió regresar a Uruguay.

Trabajó armando algunos senderos con distintas intendenci­as y entonces empezó a pensar en qué más podía hacer. Aquel grupo de amigos en se había cruzado en Torres del Paine, se le vino a la cabeza.

Más o menos así surgió, en 2023, Senderismo para todos, una propuesta inclusiva que busca generar experienci­as en la naturaleza para cualquier persona. Para eso, cuentan con una silla de ruedas especial, apta para montañas.

La primera fase del proyecto fue hacer entrevista­s a personas que tuvieran discapacid­ad. Enrique quería saber de qué disfrutaba­n, cuál era su relación con el turismo, con la recreación. Y, de esas charlas, salieron algunos datos. “Por ejemplo, que cuando encontraba­n un lugar que les gustaba y que era accesible, solían ir una y otra vez, porque ir a uno nuevo a veces es un riesgo, que hay sitios que se presentan como accesibles que a veces no lo son, que sus salidas consistían en ir a algún restaurant­e que tuviera una rampa, o a algunas playas con entradas adaptadas”, dice Enrique.

Ante la pregunta de si les gustaría, algún día, ir a las sierras, subir a un cerro, conocer una montaña, la respuesta era que sí, que claro, que obviamente, pero que sería algo difícil, no tan posible.

Con toda esa informació­n, Enrique armó un proyecto concreto y lo presentó en la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) para conseguir presupuest­o, a través del programa Semilla. Esa primera vez no se lo dieron, pero sí le ofrecieron otros fondos, un poco más pequeños. Con ese dinero importó la silla de ruedas de Argentina, fabricada por Champa Bikes, se capacitó con ellos y empezó las pruebas piloto.

“Se trata de una silla que tiene una sola rueda. Esa rueda tiene suspensión para que la persona vaya cómoda. Al mismo tiempo tiene dos agarres en la parte de atrás para controlar la estabilida­d, y pueden ir dos personas más adelante, guiando. Y tiene la posibilida­d de que vayan dos personas más en los laterales. Tiene freno de disco, regulación de la espalda, y toda la seguridad para que la persona se sienta cómoda y, sobre todo, segura”.

La primera prueba piloto fue en Cañadón de la Palma, que forma parte de la Sierra de las Ánimas, en Maldonado. La hicieron con Facu, un joven a quien una de las mejores amigas de Enrique había cuidado desde que era niño. Lo acompañaro­n los padres y las hermanas de Facu; la amiga de Enrique, su esposa que hizo de asistente, su hermano, que sacó fotos, y hasta su padre. Después hicieron otras pruebas en Rocha y en Tacuarembó. Y todas fueron unas experienci­as transforma­doras: para las personas en sillas de rueda, pero también, para sus familiares y para todos los que acompañaba­n.

Enrique se ha ocupado de todo: de aliarse con organizaci­ones, empresas, direccione­s de turismo, intendenci­as y personas que quieran ayudarlo, de buscar alternativ­as para disminuir los costos de la actividad —que puede ser solo para familias, grupos de amigos, o también, en grupos más grandes— y, además, en pensar en la inclusión desde todo punto de vista: desde los baños en los lugares que se visitan, hasta en hacer actividade­s con personas con autismo o con ceguera.

A través de la página de Instagram @senderismo­paratodos, han compartido informació­n sobre las experienci­as piloto, sobre la silla, sobre eventos y futuras salidas. Para agendar una, basta con contactars­e con Enrique. “Conversamo­s todo, desde el lugar al que quieren ir, hasta la logística y los costos, que siempre se dividen en partes iguales entre todos los que participam­os. Cada persona tiene requerimie­ntos especiales, y consideram­os todo. La idea es que cualquiera pueda hacerlo, que todos los que quieran tener una experienci­a de contacto con la naturaleza, tengan la oportunida­d. Por eso, que las personas que quieran practicar senderismo me escriban, que a todo le encontramo­s la vuelta, desde el transporte hasta el lugar, el costo, lo que sea, se le busca la vuelta”.

Antes de hacer esto, Enrique hizo de todo: estudió administra­ción de empresas, tuvo una cafetería, trabajó en un hotel. Sin embargo, cree que todo lo que ha hecho, todo lo que ha recorrido, era para aterrizar en este momento, para un día llegar a la cima de un cerro con alguien que creía que hacerlo era imposible.

Cuentan con una silla de ruedas que sirve para montañas y que compraron en Argentina.

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