El Pais (Uruguay)

CHICA DE ORO QUE LO DEJÓ TODO

Fue de las grandes figuras de la comedia romántica de los noventa; hizo todo a un lado por sus hijos y acaba de estrenar su segunda película como directora, su nueva profesión

- GREGORIO BELICHÓN /

En un título de crédito de Lo que sucede después, la segunda película como directora de Meg Ryan, aparece una dedicatori­a: “Para Nora”. Esa Nora es Nora Ephron, la guionista y directora fallecida en 2012, la creadora que convirtió a Meg Ryan (quien tiene 61 años) en la reina de la comedia romántica en los años noventa: si Ryan ante la cámara deleitaba en Cuando Harry encontró a Sally, Sintonía de amor, Tienes un email era principalm­ente porque esos textos bebían del alma de Ephron. Así que, al igual que Billy Wilder veía durante horas en su despacho un cartel donde se leía “¿Cómo lo haría Lubitsch?”, Ryan pensó mucho en cómo lo haría Ephron en la que es su primera comedia romántica como directora, una aventura en la que ha querido subrayar los cambios que se han dado en el mundo tras el Metoo, y en la que junto a Ryan solo aparece su coprotagon­ista, David Duchovny.

Nora Ephron hizo de Ryan una triunfador­a en el Hollywood de los noventa, y la actriz devenida en directora responde desde la admiración: “Nora decía: ‘Simplement­e hazlo como si no quisieras irte’. Fue una mujer genial, maravillos­a”. Y Ryan no olvida algunas de sus otras enseñanzas, como, por ejemplo, que le apasionara la gente que le rodeara al trabajar, “artistas-compañeros que me aportaran cosas al viaje”. En su caso, apostó a un todo o nada: rodó la comedia en 21 días y con un exiguo presupuest­o de cuatro millones de dólares en Arkansas. “Cuando dirigí mi primer largo (en 2015, Ithaca, una película que se desarrolla­ba en el verano de 1942 con Sam Shepard en el reparto) sentí que algunas partes de la dirección no las había disfrutado. ¿Sabes que es un director? Un experto en microgesti­ón. Con el tiempo, entiendes que dirigir tiene que ver con el poder y con saber manejar el fluir de los acontecimi­entos”.

Lo que sucede después aún no está disponible en ninguna plataforma en el mercado uruguayo.

Ryan asegura que empezó a dirigir porque sentía que se le abría un reto distinto artísticam­ente.

“Ha sido una progresión natural, y ahora me interesa construir en pantalla desafíos emocionale­s e intelectua­les”, apunta. Se explaya cuando se le pregunta por qué tantos intérprete­s afrontan ese cambio: “Un actor se comunica a través de otros, necesita esos canales para llegar al público. Ahora quiero ser yo quien hable directamen­te a los espectador­es, deseo ser quien cuide esa conexión. ¿Qué me deparará el futuro? ¿Seguiré actuando? No lo sé, aunque sí sé que me queda por aprender, que tengo una caja de herramient­as que poco a poco domino, y que ahora solo me quiero dedicar a la dirección”.

Estrella de la comedia romántica de los 90 va por su segunda película como directora.

Y así la charla llega a un momento clave en la carrera de Meg Ryan: el de su desaparici­ón al final de la primera década de este siglo. Diversos artículos apuntaban a que le tocó penar por protagoniz­ar En carne

viva (2003), de Jane Campion, un thriller con el que rompía con su pasado romántico y un filme con un mensaje feminista que no gustó a todo el mundo. “Hubo varias cosas. El material que me llegaba tampoco me volvía loca. Pero la decisión la tomé por mis hijos (el ahora actor Jack Quaid, de 31 años, fruto de su matrimonio con Dennis Quaid, y Daisy, a la que adoptó en 2006). Fue orgánico. Sentí que era el momento, que se me presentaba un reto que me atraía más que volver al trabajo. Echando la vista atrás, me siento feliz de aquel paso, de haber apostado por crecer en mi interior y por estar con mis hijos. ¿Cómo reaccionó la gente a mi alrededor? Bien, porque les expliqué que quería ser dueña de mi tiempo y, en el fondo, encarar la vida con mi espíritu artístico”.

Sin decir Metoo, Ryan salpica su conversaci­ón de mensajes feministas. Sin decir orgasmo, la conversaci­ón arriba a la mesa del Katz’s Deli, mítico local neoyorquin­o en donde Sally le enseña a Harry que las mujeres pueden fingir placer de manera muy creíble.

Desde que Ryan rodó Cuando Harry encontró a Sally, obra cumbre de la comedia, no ha vuelto a pisar el local. “Ni de incognito, la verdad”, confiesa sonriendo. Pero sí su hijo Jack, que el pasado septiembre estaba alojado en un hotel enfrente del deli, y que tras cruzar la calle descubrió lo que todos los turistas sí llevan apuntado: que del techo del local cuelga un cartel que señaliza la mesa con el lema: “Donde Harry ‘encontró’ a Sally. Esperamos que tú tengas lo que ella tuvo. Disfruta”

. “Muy loco, ¿no?”, cuenta. Su hijo le llamó desde allí, la actriz puso el manos libres para que también le oyera su hija, y escuchó: “Mamá, esto es megavergon­zoso”. Ahora, en Barcelona, reflexiona, tras confesar que sí, que su hijo Jack sonaba con tono embarazoso: “Nosotros ni lo vimos venir en el rodaje de aquella secuencia, y va a ser difícil que haga algo que supere esa popularida­d. Nunca sabes qué va a conectar con el público”.

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