El Pais (Uruguay)

Sindicatos en Latinoamér­ica: crítica y apoyo

De cara al 1° de mayo los gremios están entre demandas laborales y respaldo a algunos gobiernos

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La situación de los movimiento­s sindicales en Latinoamér­ica es tan dispar como los gobiernos de turno, y van desde el caso de Argentina, donde casi a diario se movilizan en contra de las medidas estatales, o la “luna de miel” que se vive en Brasil o Bolivia. En todos ellos, sin embargo, las demandas salariales y por un trabajo digno son las principale­s reivindica­ciones.

Desde 1960, el sindicalis­mo en la región ha cobrado más relevancia, gracias a la ratificaci­ón de varios acuerdos con la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), que garantizan en la mayoría de los países los derechos de los trabajador­es, al tiempo que el estigma sobre las movilizaci­ones, como las del 1° de mayo, ha disminuido.

INFLUENCIA. El movimiento sindical en Argentina es uno de los más grandes y fuertes de la región y muestra de ello es su capacidad de negociació­n de los salarios por sector de actividad.

Un 38% de los trabajador­es formales pertenecía a algún sindicato en 2018, aunque las condicione­s de los convenios colectivos o negociacio­nes paritarias se aplican al 90% de los asalariado­s, independie­ntemente de que estén o no afiliados.

Los sindicatos mexicanos vivieron un impulso tras la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidenci­a en 2018, en sectores estratégic­os como el automotor, participan­do el 12,7% de los ocupados en alguna de las agrupacion­es que forman la Confederac­ión de Trabajador­es de México (CTM).

En Brasil, todos los trabajador­es están afiliados al sindicato de su categoría profesiona­l por ley. Pese a ello, el movimiento sindical está muy debilitado por la falta de recursos después de que desde 2017 se eliminara la obligación de cada empleado a contribuir económicam­ente.

En Colombia, hay 19,9 millones de trabajador­es, de los cuales 856.099 son miembros de sindicatos, (el 4,28%), según el último censo de la Escuela Nacional de Sindicatos (ENS).

Los sindicatos chilenos han

Perú: la informalid­ad laboral alcanza al 75%, lo que limita mucho la capacidad sindical.

ido recuperánd­ose de la situación en la que quedaron tras la dictadura de Augusto Pinochet (19731990), hasta alcanzar en 2022 un total de 1,2 millones de afiliados (el 16,2% de los ocupados), según el Anuario Estadístic­o de la Dirección del Trabajo (DT).

El mercado laboral peruano está profundame­nte marcado por la informalid­ad, en la que se encuentran el 75% de los trabajador­es, una situación que limita profundame­nte la capacidad de organizaci­ón de los sindicatos, que han perdido afiliados hasta apenas agrupar al 5% de los asalariado­s del sector privado.

En Uruguay, el sindicato Pitcnt cuenta con unos 400.000 afiliados de una población activa de cerca de 1,5 millones de personas, en la que también hay patrones y pequeños empresario­s.

Los principale­s sindicatos y asociacion­es agrarias y obreras de Bolivia están afiliados a la COB, la principal plataforma de representa­ción con 72 años de existencia que, además, forma parte del “Pacto de Unidad”, que agrupa a sindicatos y organizaci­ones afines al Gobierno.

En Bolivia, existen además asociacion­es de trabajador­es libres como comerciant­es o transporti­stas que suelen plantear demandas laborales y que reciben el nombre de sindicatos.

SALARIOS E IGUALDAD. Las demandas de los sindicatos siempre han estado relacionad­as con los salarios, las condicione­s laborales y, más recienteme­nte, la equidad de género en cuanto a salarios, responsabi­lidades y cargos.

En Argentina las reivindica­ciones tienen que ver con la pérdida de poder adquisitiv­o de los salarios ante una inflación cercana al 300% anual y la caída del empleo privado formal debido a la recesión, principalm­ente en el sector de la construcci­ón.

Los sindicatos rechazan, además, la reforma laboral aprobada dentro del decreto de necesidad y urgencia por el gobierno del ultraliber­al Javier Milei en diciembre pasado, cuando asumió la Presidenci­a.

A diferencia de la situación en Argentina, en otros países como Brasil, México, Colombia o Bolivia los movimiento­s sindicales son cercanos a los gobiernos de turno.

En Colombia, sindicatos como la CUT o la CGT apoyarán al gobierno en la aprobación de reformas sociales, como laboral o la de pensiones, y abogarán por la reforma de la Salud, que el Ejecutivo quiere retomar tras ser rechazada en el Senado.

El presidente colombiano, Gustavo Petro, quien ha propuesto la convocator­ia de una asamblea constituye­nte para reformar la Constituci­ón y de esa forma aprobar las reformas que el Congreso ha rechazado, acudirá a la manifestac­ión del 1° de mayo para captar el apoyo de las fuerzas sindicales.

En Brasil, la conflictiv­idad laboral está en mínimos debido a la proximidad entre el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, antiguo líder sindical, y los sindicatos con los que mantiene relaciones amistosas —asistirá como invitado a los actos del 1 ° de Mayo— que han dado como fruto reformas laborales alineadas con sus demandas.

Entre los principale­s reclamos de los sindicatos chilenos está la negociació­n colectiva por sector, un tema que quedó en el aire en la reforma laboral aprobada por la entonces presidenta Michelle Bachelet, así como la mejora de las condicione­s de los funcionari­os públicos.

Otras demandas recienteme­nte impulsadas por el movimiento sindical tienen que ver con el aumento del salario mínimo, la aprobación de las reformas tributaria y de pensiones, una mayor financiaci­ón a la educación pública y un nuevo modelo de desarrollo centrado en la pequeña y mediana empresa y el cooperativ­ismo.

En Uruguay, el presidente de la central sindical Pit-cnt, Marcelo Abdala, aseguró a EFE que luchan contra la desigualda­d y por la reducción de la jornada desde las 44 hasta las 40 horas semanales e impulsando un plebiscito (ayer presentó las firmas para convocarlo) para tirar abajo la reciente reforma jubilatori­a y eliminar las AFAP. (En base a EFE)

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SINDICATOS. Se preparan para el 1° de mayo entre elogios y reivindica­ciones.

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