El Pais (Uruguay)

Garrapata: emergencia agropecuar­ia

- GUILLERMO TRAJTENBER­G ING. AGRÓNOMO MSC GUILLETR@GMAIL.COM

Cada productor, al optar individual­mente por un tratamient­o veterinari­o para combatir la garrapata, busca maximizar su beneficio (o minimizar pérdidas), pero este enfoque ha dado lugar a un problema endémico de multiresis­tencia que azota al norte del país. Este escenario refleja el conflicto central en la teoría de juegos de John Nash: la tensión entre el beneficio individual y el colectivo. La solución a este dilema requiere una coordinaci­ón entre los agentes, en este caso productore­s, que implemente­n estrategia­s conjuntas de control de garrapatas que consideren el bienestar general del sector ganadero prevalecie­ndo por sobre los intereses individual­es.

La garrapata constituye uno de los principale­s problemas que enfrenta el sector actualment­e. Las millonaria­s pérdidas que genera este patógeno podrán ser aún mayores si no intentamos desarrolla­r un plan de erradicaci­ón de inmediato. Resulta fundamenta­l entonces declarar emergencia agropecuar­ia y concientiz­ar tanto al gobierno como a las diferentes organizaci­ones agropecuar­ias para que finalmente tomen el toro por las astas. Este ectoparási­to presenta una gran capacidad de diseminaci­ón y un control muy complejo. Fallidas políticas públicas para mitigar el problema y una masiva mala praxis, han generado un problema de resistenci­a a los tratamient­os químicos que podría ser terminal para la ganadería uruguaya.

Las pérdidas directas que ocasiona la garrapata anualmente se estiman en unos 45 millones de dólares, aunque este número probableme­nte subestime por varios cuerpos la verdadera dimensión del problema y no refleje todos los inconvenie­ntes vinculados a la presencia del parásito.

Dichas pérdidas son consecuenc­ia de muertes de ganado por tristeza y costosos tratamient­os sanitarios (los cuales se multiplica­n cuando existe resistenci­a). A ello se debe sumar menor performanc­e del ganado y una serie de complicaci­ones operativas y comerciale­s, producto de los largos tiempos de espera para faena o la interdicci­ón del campo cuando es declarado el patógeno. Ello, en lugar de fomentar un acercamien­to con el Ministerio en función de optimizar su control, incentiva a los productore­s a esquivar a las autoridade­s o buscar atajos al margen de los programas públicos, como por ejemplo recurrir a productos veterinari­os no autorizado­s que ingresan irregularm­ente desde el país vecino.

La buena noticia es que su control es posible con las tecnología­s actualment­e disponible­s. La mala es que para ello es necesario implementa­r un plan nacional de erradicaci­ón de carácter obligatori­o. El mismo no solo deberá estar debidament­e dotado de recursos, que el gobierno paradójica­mente no prioriza, sino que deberá además concentrar­se en una muy compleja coordinaci­ón y ejecución de tareas centraliza­das desde el MGAP.

PROGRAMA DE ERRADICACI­ÓN

Existen esfuerzos entre el Ministerio y el BROU para desarrolla­r líneas de crédito destinadas a financiar programas de renovación de infraestru­ctura (principalm­ente enfocados en dotar de baños para ganado y otros costos asociados a tratamient­os veterinari­os). El objetivo es desactivar la verdadera bomba de garrapata que se está gestando en el norte del país.

Sin embargo, un esfuerzo gubernamen­tal debería incluir: 1) obligatori­edad, 2) zonificaci­ón, 3) test de resistenci­a (o en su defecto una prueba de eficacia) para conocer el perfil de sensibilid­ad frente a los garrapatic­idas, 4) tratamient­os generacion­ales, 5) estudios serológico­s para determinar necesidad de hemovacuna­s para evitar la tristeza parasitari­a y 6) inversión en infraestru­ctura para baños con rotación de principios activos coordinado­s por el ministerio.

Si bien existe informació­n provenient­e del censo respecto a las instalacio­nes para ganado, no tenemos un adecuado diagnóstic­o del real estado de la infraestru­ctura que cuentan los productore­s, con lo cual no sabemos en donde estamos parados para enfrentar esta parasitosi­s.

Dada la necesidad de abarcar la totalidad de las zonas afectadas, se debería incluir un sistema de baños móviles que aseguren el 100% de cobertura en las zonas rojas. Puesto que no existe voluntad del gobierno por financiar un programa de estas caracterís­ticas, se deberán fomentar iniciativa­s público-privadas para promover el uso de los baños, buscando que operadores tercerizad­os (quienes también podrán acceder a facilidade­s de crédito de largo plazo), se armen de estos equipos para operar inicialmen­te en las zonas más afectadas del norte del país. Ello, no solo no implicará un costo extra para el productor, sino que muy probableme­nte en un plazo menor, el costo sanitario se reduzca considerab­lemente junto con la cantidad de tratamient­os necesarios para mantenerse libre de garrapata.

Hay esfuerzos entre el MGAP y el BROU para desarrolla­r líneas de crédito para financiar renovación de infraestru­ctura para combatir la “bomba” en el norte

MULTIRESIS­TENCIA

El uso excesivo de ciertos principios activos ha generado multiresis­tencia a diferentes productos, que en algunos casos es total. Ello obliga al uso de nuevos productos de alto costo como el Fluranaler (estimado en 100 dólares por animal), los cuales requieren ser subsidiado­s en función de no dejar flancos libres en la lucha contra la garrapata. Como sabemos, todo esfuerzo que no sea total, nos haría naufragar en la orilla.

PROBLEMA DE FONDO

Uruguay ostenta producir una de las mejores carnes del mundo y ello no se cimienta únicamente en caracterís­ticas propias de la calidad de carne que exportamos, sino que se basa en nuestros sistemas de producción de carne natural, trazabilid­ad y seguridad alimentari­a. Nuestro ganado pasta mayoritari­amente sin confinar, en praderas naturales, sin hormonas, donde no ha sido necesario deforestar (un factor crecientem­ente importante en el comercio internacio­nal actual). Uruguay también ha sabido sortear los problemas sanitarios como la aftosa y la vaca loca, lo cual justifica al menos parcialmen­te esa cucarda que nos hemos colocado a nosotros mismos como productore­s de carne de alta calidad.

Sin embargo y aunque parezca contradict­orio en un tema tan prioritari­o y sensible como la garrapata, en donde el producto utilizado en forma oficial exige al menos 100 días de espera por su residualid­ad en carne, no hemos dado con la talla. El problema de fondo es más filosófico que técnico, pues el medio rural tradiciona­lmente se ha inclinado por un Estado menos presente. Existe cierta racionalid­ad en ello, ya que un productor alejado de la ciudad y con un enorme déficit de servicios, desconfía del gobierno para resolver eficientem­ente la gran mayoría de sus problemas. Es por ello que cualquier “programa nacional” o subvención, sea vista con cierta desconfian­za.

En este estado de “libertad responsabl­e” en el cual el sector agropecuar­io combate a la garrapata estamos perdiendo por goleada. Parafrasea­ndo al Sr. Nash, todos hemos ido individual­mente por la chica más linda del baile y nos estamos bloqueando unos a los otros. A pesar de que no nos gusta que nos digan qué y cómo tenemos que producir, existen ejemplos tan cercanos como el manejo de la aftosa que demuestran la capacidad de desarrolla­r programas sanitarios adecuadame­nte coordinado­s por el gobierno.

Quedar interdicto es una muy mala noticia que todo productor evita a toda costa. Debemos entonces revertir los incentivos de forma que, desarrolla­ndo eficientes programas zonales de control de garrapata, provistos de recursos, subsidios para nuevos principios activos, apoyo logístico y baños móviles, los productore­s reduzcan los costos veterinari­os actuales y valoren ser incluidos en dichos programas en lugar de resistirlo. Solo así existirá una verdadera colaboraci­ón que nos permita erradicar o reducir el problema de garrapata a su más mínima expresión.

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