El Pais (Uruguay)

“Me gusta que se me desafíe constantem­ente”

La actriz y comediante argentina presenta este domingo la obra Histerioti­pos en Teatro Stella

- NICOLÁS LAUBE

Espera en el café del hotel, sentada en una butaca incómoda. “No vamos a andar criticando una banqueta, pero está hecha para culos chiquitos”, dice la argentina Anita Martínez, y tres señores se den vuelta para verla. “Estoy sufriendo porque tengo una edad donde todo el tejido está como angustiado, triste”, les dice y los hace reír. “Lo tenía que decir y lo dije”, agrega a El País. “Uno no puede guardarse nada”. Inquieta, gestual y de risa estridente, en los últimos 12 años Martínez se separó, hizo varias obras de teatro y revistas, ganó el Bailando por un sueño, participó en varios programas de televisión y hoy hace radio en las mañanas en El Club del Moro, con Santiago de Moro. Y nunca dejó de hacer el unipersona­l Histerioti­pos, que es el motivo de su visita a Montevideo: la obra tendrá función este domingo a las 20.00 en el Teatro Stella; entradas por Redtickets. “Es una cosa muy loca porque siempre vuelvo a este primer amor, a esta obra de Claudia Morales que es muy real, divertida y que no se oxida”, dice. Eso se debe a que cada vez que ella o sus amigas plantean la crisis con la pareja, rondan los mismos temas. “Tomamos esa realidad para apoyarnos, porque ahora está el ghosteo, las parejas tóxicas, y eso lo incorporam­os a la obra para darle más de esta modernidad que surge de las redes, porque cuando la hicimos por primera vez, Tinder y esas aplicacion­es que ahora se usan tanto no existían”, dice. Martínez se siente en la franja etaria “entre los 40 y el rigor mortis”, y le resulta difícil salir a bailar como antes para conocer pareja.

“Te duele todo después de saltar dos pasos y las rodillas lloran, la cadera se desplaza y necesitás sentarte. Por eso las redes y las aplicacion­es abrieron un espacio nuevo donde uno se va adaptando, porque, además, todos están metidos adentro de un celular las 24 horas”. Sobre esos temas, las suegras, las cuñadas y varios personajes, se centra esta comedia que Martínez recomienda para mujeres y hombres, ya que se van a llevar algunos consejos.

Es la segunda vez que trae el unipersona­l a Uruguay (en 2023 estuvo con Madres, una comedia musical en el Metro), y no se olvida más de aquella primera experienci­a en Montevideo, “hace mil años”. Se movía con su hijo en cochecito, y cuando bajó a la calle y cruzó la cebra, los autos se detuvieron y la dejaron pasar. “Pasé como si fuese la reina de Inglaterra. Nadie me apuró, no aceleraban y me dije: ‘qué hermoso país para vivir’”. Le gustó, dice, el respeto local. “En Buenos Aires no respetan nada, vivimos muy alocados. O sea, acá salís sin pensar que te vas a morir, y eso tiene su encanto”, se ríe. Está feliz porque su hijo ya es grande y puede ir de gira sin tanto temor.

—¿Esos miedos los produce la sociedad o la maternidad?

—Con la maternidad siempre estás con el corazón en la boca. Por eso le digo a mis amigas: desde que tenés un pibe no dormís bien nunca más. Siempre hay alguna razón, porque tiene dos meses, cumplió 14, porque está mal, porque ya se va al baile, porque se va de la casa y no te llama. Todas las etapas tienen esta cosa de no dormir más. Igual es lo más lindo que me pasó. En la obra digo que lo mejor que te dejan los hombres son los hijos. Porque las mujeres, dice la obra, hemos nacido para ser madres. Tengamos hijos o no, siempre terminamos maternando. ¡Hasta terminamos siendo madres de nuestras madres!

—Tenés como 30 años de carrera y has hecho de todo. ¿Qué evaluación hacés de estos años?

—Me gusta que se me desafíe constantem­ente, e incluso a la edad que tengo me gusta seguir aprendiend­o. Sigo haciendo talleres, cursos, porque me gusta aprender. Es más, me disgusta no saber. Ahora me anoté en un curso de auxiliar de enfermería. Es corto, seis meses, lo que a esta edad es realizable. Digo, estoy más cerca de morirme que antes, así que mejor saber lo mínimo.

—Se nota que te gusta aprender: has estado en el Patinando yenel Bailando, has hecho imitacione­s pese a no ser imitadora...

—No soy imitadora, pero le veo el alma a las cosas y con eso ya me arreglo. He hecho de todo porque me gustan esos desafíos. Son trabajos adorables que te hacen ponerte en un rol distinto. Ahora ha bajado mucho el trabajo porque la ficción se mudó a las plataforma­s, pero tampoco tienen esa fuerza que ha tenido la televisión en Argentina.

—Y en 2021 te animaste a probarte como modista en Corte y confección.

—Me encanta haber podido atravesar la pandemia aprendiend­o a cortar y coser. Y no fui a Masterchef porque no me llamaron, pero iría porque me fascinan los desafíos. El otro día me mudé y tenía la escuadra de madera y las tijeras. Es increíble lo que uno puede aprender a hacer. ¿Qué me importa que me juzguen? Total, siempre te van a juzgar. Siempre hay uno que va a opinar algo que no le gusta de vos. Yo ya aprendí a convivir con eso, entonces me importa poco lo que digan. No es que no me importa, pero trato de que no me asfixie. Porque si no, dejo de hacer cosas. Me gusta dejarle ese mensaje a los más chicos, uno siempre va a recibir una mirada crítica de parte del otro. Lo importante es que no te paralice.

—¿Esa crítica es mayor por mujer?

—No he sentido eso puntualmen­te pero sí siento que, a veces, las mujeres tenemos una forma de mirar muy crítica a otras mujeres. Eso hace que esta sororidad de la que a menudo se habla en algunos grupos, no sea tan fácil. También he sido bastante chota y uno tiene que aprender a ponerse en otros zapatos. En eso me ayudó el yoga. Igual es verdad que se es más benevolent­e con el hombre en general, y las mujeres estamos aprendiend­o a entender que entre nosotras somos una red. Eso es fundamenta­l porque ahora hay cada vez más mujeres que crían a sus hijos solas y ahí se necesitan redes más grandes. Creo que estamos en una transición en muchas cosas, desde el lenguaje, el aprender a no opinar del cuerpo del otro. Hay mucho por aprender.

—Y las redes aportan unión.

—Sí, porque la grieta de la que se habla, hace que en el medio de un lado y el otro, esté el vacío. Y ahí caen muchas cosas, algunas buenas. Y hace 20 años que hay divisiones que han ido cambiando. Ahora en Argentina es Milei, pero pasa que nos tenemos que hacer responsabl­es, como sociedad, de que somos una construcci­ón. Un día fui a los negocios del barrio y les pregunté: ¿se acuerdan cuánto hace que estamos en crisis? Algunos, más grandes, me decían que sus padres ya le decían que Argentina estaba en crisis. Por eso dicen que el argentino es uno de los primeros que se adapta en otro país. Hemos vivido de crisis en crisis, al final aprendés a adaptarte.

“Acá salís sin pensar que vas a morir, y eso tiene su encanto”.

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