El Pais (Uruguay)

Pensando en la agenda (IV): Estrategia­s para un país posible

- JAVIER DE HAEDO ECONOMISTA

En las tres columnas anteriores vimos, primero, el mediocre panorama en materia de crecimient­o económico en nuestro país; segundo, por qué y para qué necesitamo­s acelerar nuestra tasa de crecimient­o; y tercero, que ya lo hicimos en el pasado, nos dio resultados, y debemos intentarlo una vez más.

Toca el turno hoy de plantear las reformas necesarias para ir a un mayor crecimient­o que genere los recursos que se necesitan para atender las razonables demandas de la sociedad por políticas públicas, o, en otras palabras, las estrategia­s para ir a un Uruguay posible que deje en el pasado la mediocrida­d caracterís­tica que llevó a Ricardo Pascale a reflexiona­r acertadame­nte que “Uruguay tiene una pésima relación con el futuro”.

Los siguientes serían los ámbitos en los que se deberían emprender esas reformas.

Uno, en el frente macroeconó­mico, que las políticas económicas (fiscal, monetaria cambiaria y salarial o de ingresos) tengan consistenc­ia entre sí y de ese modo se evite el recurrente encarecimi­ento sin fundamento­s de la economía vis a vis el resto del mundo. En particular, se requiere una regla fiscal que limite efectivame­nte el déficit, visto el desempeño y las limitacion­es de la que está vigente. Además, las Letras de Regulación Monetaria, que en realidad son deuda pública, deberían ser remplazada­s por deuda del Tesoro, gestionada por el MEF en su efectiva Unidad de Gestión de Deuda. Sobre estos dos últimos temas, he realizado propuestas, recienteme­nte, en este espacio.

Dos, una economía pequeña debe ser abierta y la nuestra no lo es tanto como debería, en parte por el Mercosur y en parte por nosotros mismos. Son ejemplos de esto último, que se mantenga una “tasa consular” que grava las importacio­nes y que haya rubros en los que los precios revelan la falta de competenci­a en materia de importacio­nes. En cuanto al Mercosur, no se trata de un “mercado cautivo” sino que en realidad nosotros somos rehenes del Mercosur. Lo son algunas de nuestras empresas, lo somos los consumidor­es y también lo es nuestro Estado, que se ve impedido de avanzar en acuerdos con terceros mercados. Se requiere una nueva inserción internacio­nal con el mundo como objetivo. Mientras tanto, hagamos lo que depende de nosotros (eliminar gravámenes y rigideces que no son norma en el bloque) de modo de atenuar la dependenci­a con nuestros vecinos, bajando el muro que nos rodea y nos separa del resto del mundo.

Tres, se deben “desatar vacas”, es decir, corregir los marcos que regulan ciertos sectores proveedore­s de servicios, que los rigen desde tiempo inmemorial y que generan rentas en detrimento de los consumidor­es y de los productore­s de bienes transables. Estos últimos deben competir con aquéllos por los factores de producción en condicione­s desventajo­sas y a su vez reciben como costos, los precios elevados de sus servicios. La disparidad que se observa actualment­e (dentro de la canasta del IPC) en la evolución de los precios de unos y otros sectores denota que acá hay un problema. Se debe procurar que haya mayor competenci­a en los sectores que no la tienen porque hay pocos participan­tes ya sea por regulacion­es, ya sea por concesione­s del sector público. La defensa del consumidor y la defensa de la competenci­a son funciones propias del Estado.

Cuatro, entre esos sectores también están las empresas estatales y entre ellas el caso de Ancap es paradigmát­ico: allí hay situacione­s a revisar en el super gas, el cemento, la distribuci­ón y comerciali­zación de combustibl­es y la producción de biocombust­ibles. Además, se debe diseñar una nueva gobernanza y una institucio­nalidad que diluya la participac­ión partidaria en la dirección de las empresas, eliminando la puerta de vaivén entre las candidatur­as y la dirección de estos entes. También se debe dar lugar a su privatizac­ión parcial mediante la venta de sus acciones, afectando su producido a propósitos tales como la creación de un fondo fiscal anti cíclico, la erradicaci­ón de los asentamien­tos y la asignación de recursos para terminar con la pobreza infantil, además de contribuir al desarrollo de nuestro mercado de capitales.

Tanto el Estado como los sectores no transables le restan competitiv­idad a los transables al trasladarl­es ineficienc­ias. Alguien ha propuesto que se negocien primero los salarios de los sectores transables y que ese resultado sea el techo para la negociació­n de los no transables. Cinco, se requiere una reforma laboral para actualizar el régimen vigente, que tiene décadas, a la realidad de hoy, flexibiliz­ándolo y adaptándol­o a las nuevas formas de trabajo y de relacionam­iento entre las empresas y sus trabajador­es, como se hizo en materia de teletrabaj­o. Hay numerosas actividade­s en las que se ha comprobado (a partir de la experienci­a de los tiempos de la pandemia) que no es necesario que el personal esté presente en las instalacio­nes de la empresa todos los días y todo el horario y se ha actuado en consecuenc­ia. Del mismo modo, la flexibilid­ad debe alcanzar a otras instancias de la relación laboral. Por ejemplo, es claro que hay actividade­s que no necesitan de horarios rígidos ni de licencias rígidas y la adecuación de estas normas puede beneficiar a ambas partes. Además, ¿es la actual negociació­n colectiva un instrument­o apto para desempeñar­se en el mundo de las nuevas tecnología­s? ¿Y para gestionar la realidad de los cientos de miles de trabajador­es vulnerable­s ante ellas? Una negociació­n colectiva que no alcanza a los casi 400 mil trabajador­es informales. Y que está excesivame­nte centraliza­da en las ramas de actividad en detrimento de las empresas de menor porte y del interior del país.

En dos lunes, le pondremos punto final a esta serie de columnas, aportando más estrategia­s para el crecimient­o.

“Se requiere una regla fiscal que limite efectivame­nte el déficit, visto el desempeño y también las limitacion­es de la regla que está hoy vigente.

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