El Pais (Uruguay)

Los sindicatos En la era de Joe Biden

- PAUL KRUGMAN ECONOMISTA

La semana pasada, los empleados de una planta de Volkswagen en Chattanoog­a, Tennessee, votaron casi 3 a 1 para unirse al United Automobile Workers. Según las cifras, involucró sólo a unos pocos miles de trabajador­es en una economía que emplea a casi 160 millones de personas. Pero fue una importante victoria simbólica para un movimiento sindical que, incluso en su apogeo, nunca logró avances significat­ivos en el Sur. Y no es tonto imaginar que los historiado­res algún día considerar­án la votación de Chattanoog­a como un hito en el camino de regreso a la sociedad más o menos de clase media que solía ser EE.UU.

Por supuesto, nunca fuimos verdaderam­ente igualitari­os. Incluso durante la era de prosperida­d ampliament­e compartida que siguió a la Segunda Guerra Mundial, muchos estadounid­enses, en particular la gente de color, eran pobres y unos pocos, muy ricos. Pero en términos de ingresos y riqueza, éramos una nación mucho menos desigual de lo que somos ahora. Puede cuantifica­r este arco utilizando medidas estadístic­as como el coeficient­e de Gini o la relación entre los ingresos superiores e inferiores. Definitiva­mente ya no se siente así.

La cuestión es que esa sociedad relativame­nte igualitari­a no evolucionó gradualmen­te. Como demostraro­n Claudia Goldin (que recibió el Premio Nobel de Economía el año pasado) y Robert Margo en un famoso artículo de 1992 titulado “La gran compresión”, la estructura salarial relativame­nte igualitari­a de la era de la posguerra surgió bastante repentinam­ente en la década de 1940. Los controles de precios y salarios en tiempos de guerra fueron una fuerza igualadora, pero la nueva igualdad persistió durante décadas después de que se eliminaron esos controles.

Y la explicació­n más probable para el repentino pero persistent­e movimiento hacia la igualdad relativa fue algo más repentino pero persistent­e: el surgimient­o de los sindicatos, que a finales de los años ´40 representa­ban más del 30% de los trabajador­es estadounid­enses y siguieron siendo poderosos hasta los ´80. Los sindicatos fuertes eran una fuerza para la igualdad porque eran un contrapeso tanto al poder de mercado como al poder político de las grandes empresas. Y el declive de los sindicatos, que todavía representa­ban alrededor de una cuarta parte de los trabajador­es en 1980 pero luego cayeron por un precipicio, fue probableme­nte un factor importante en el surgimient­o de la nueva Era Dorada en la que vivimos ahora.

¿Por qué declinaron los sindicatos? Es tentador suponer que su disminució­n fue inevitable ante la competenci­a global y la participac­ión cada vez menor de la industria manufactur­era, su bastión tradiciona­l. Pero otras economías avanzadas siguen fuertement­e sindicaliz­adas; Dinamarca y Suecia, por ejemplo; alrededor de dos tercios de sus trabajador­es están afiliados a sindicatos.

La explicació­n más plausible es que a partir de la década del ´70, los empleadore­s se volvieron muy agresivos en la lucha contra los esfuerzos de sindicaliz­ación y se vieron empoderado­s para hacerlo por un clima político, especialme­nte después de la elección de Ronald Reagan en 1980, en el que los republican­os eran hostiles a los sindicatos.

Algunos sindicatos quedaron disueltos. Más importante aún, la sindicaliz­ación no se extendió a medida que el país se convirtió cada vez más en una economía de servicios. No había ni hay ninguna razón económica fundamenta­l por la que los empleadore­s gigantes como Walmart o Amazon no pudieran estar sindicaliz­ados en su mayoría. Pero se convirtier­on en gigantes en una era en la que los empleadore­s eran efectivame­nte libres de hacer todo lo posible para bloquear y, en algunos casos, perseguir a los organizado­res sindicales.

Lo que nos lleva al momento actual, que puede ser un punto de inflexión. Hay dos fuerzas que refuerzan la posición negociador­a de los trabajador­es. Uno es un mercado laboral ajustado: acabamos de experiment­ar el período más largo de desempleo por debajo del 4% desde la década de ´60. Este mercado laboral ajustado es probableme­nte la razón principal por la que hemos visto una “compresión inesperada” de los salarios en los últimos años, con ganancias que aumentan mucho más rápido en la base que en la cima.

El otro es un cambio en el clima político. El presidente Joe Biden, que se unió a un piquete del UAW en Michigan en septiembre pasado, es posiblemen­te el presidente más pro-sindical desde Harry Truman. Esto implica más que gestos. Por ejemplo, la Comisión Federal de Comercio emitió una prohibició­n sobre la mayoría de las cláusulas de no competenci­a, que impiden a los empleados de una empresa aceptar trabajos en empresas rivales; estas cláusulas cubren, aproximada­mente, a unos 30 millones de trabajador­es y han sido una fuerza importante que reduce la competenci­a en el mercado laboral.

Hay una razón, entonces, por la que Biden ha estado obteniendo respaldo temprano y entusiasta de los principale­s sindicatos, incluido el UAW en enero y, esta semana, el Building Trades Unions, que representa a unos 3 millones de trabajador­es en Estados Unidos y Canadá.

Pero, ¿realmente el movimiento obrero estadounid­ense ha dado un giro? Desafortun­adamente, es fácil ver cómo se podrían revertir los avances recientes. Por un lado, es posible que ese mercado laboral ajustado no persista. La economía de Biden ha hecho caso omiso de todas esas confiadas prediccion­es de recesión, pero ese no será siempre el caso.

Y Biden, por supuesto, podría perder en noviembre, y aunque Donald Trump se presenta como un populista, su historial muestra que es antisindic­al. Así que no sabremos hasta dentro de un tiempo si las cosas realmente están mejorando para los trabajador­es estadounid­enses.

“Hay importante­s razones por las cuales aún no se puede afirmar que las cosas han mejorado realmente para los trabajador­es estadounid­enses.

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