El Pais (Uruguay)

Reforma previsiona­l

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Santiago Pérez Bentancort | Montevideo

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En las elecciones generales de este año, el plebiscito de la reforma previsiona­l será más importante que las propias elecciones. Para entender esto conviene que el votante promedio tenga un conocimien­to básico de la economía detrás del sistema previsiona­l de reparto, propuesto por el Pit-cnt, y los sistemas de pensiones privados.

La reforma consistirí­a en fijar en 60 años la edad jubilatori­a, igualar las jubilacion­es mínimas al salario mínimo nacional y eliminar las AFAP. Algunos de los tantos problemas que el economista Hernán Bonilla, presidente del CED, destacó de la reforma son la prohibició­n del ahorro individual, el necesario incremento de la presión fiscal, el aumento del déficit público y la consecuent­e inestabili­dad macroeconó­mica que pondría en riesgo el grado inversor de Uruguay.

Asimismo, el economista Ignacio Munyo, director ejecutivo del Ceres, sostiene que la propuesta “interrumpe toda la energía que tiene el Uruguay para avanzar”. Concuerda que el inminente aumento de los gastos por mayores pasividade­s tendría un impacto negativo en materia de mayores impuestos y mayor déficit público a niveles insostenib­les.

Es fundamenta­l entender la importanci­a del ahorro privado para el bienestar económico. Una mejor calidad de vida requiere mayor y mejor disponibil­idad de bienes y servicios, para lo cual es necesario mayor inversión en bienes de capital. Las inversione­s eficientes requieren de ahorro previo que haya sido generado de manera genuina por privados y que sea administra­do en un marco de libertad y propiedad privadas.

La icónica frase del profesor Miguel Anxo Bastos ilustra este único camino viable para el crecimient­o económico: “capitalism­o, ahorro y trabajo duro”. La reforma propuesta por el Pit-cnt ataca estos tres pilares, proponiend­o que el denominado “sistema de reparto” del BPS sea único, aplicándos­e coactivame­nte.

El canciller alemán Otto von Bismarck, primer partidario del sistema de seguridad social basado en el reparto, lo había dejado claro en la década de 1880: el objetivo de este sistema es volver a las personas dependient­es permanente­mente del Estado. El camino de la seguridad social es un camino de servidumbr­e que lleva a la pobreza.

En palabras del profesor Jesús Huerta de Soto, la seguridad social ni es segura ni es social. No es segura, debido a que no hay ninguna garantía jurídica de que el día de mañana se vayan a percibir las jubilacion­es prometidas. Tampoco es social, debido a que hay contribuye­ntes con salarios comparativ­amente bajos que aportan a las jubilacion­es de contribuye­ntes con salarios más altos.

La única solución a las crisis del sistema de seguridad social es acabar con el sistema de reparto e instaurar un sistema de previsione­s completame­nte privado. Algunos críticos pensarán que es acabar con el Estado del bienestar, pero es devolverle la responsabi­lidad de las jubilacion­es a los ciudadanos.

El problema de la transición a un sistema previsiona­l privado es intragener­acional: habrá una generación de contribuye­ntes que tendrá que pagar dos veces. ¿Estará dispuesta dicha generación a hacerlo? Increíblem­ente, la historia y la experienci­a de otros países han demostrado que sí.

El caso del Reino Unido en los años 1970, por ejemplo, no estará tan cerca de la realidad actual de Uruguay, pero sirve de ejemplo para ilustrar que las personas podrían estar dispuestas a seguir aportando a la seguridad social a cambio de permitirle­s retirar su parte correspond­iente, siempre y cuando estén plenamente informadas. Para ello se requerirá una eficiente ingeniería financiera y una amplia educación, además de reformas estatales e impositiva­s que amortigüen el efecto sobre el costo de vida.

La importanci­a del resultado del plebiscito de la reforma previsiona­l se resume en sus efectos a largo plazo para el bienestar económico individual y la coyuntura macroeconó­mica y financiera de Uruguay. Queda en evidencia que hace falta mucho trabajo para consolidar un sistema previsiona­l eficiente, a sabiendas que las reformas necesarias son políticame­nte incorrecta­s pero garantizad­oras de un futuro económico mejor.

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