El Pais (Uruguay)

Jaime, hasta el otro carnaval

- BELÉN FOURMENT

Cuánta cosa”, dice Jaime Roos, parado al medio del escenario, rodeado de técnicos y cables, una guitarra que acaba de entrar a jugar su partido mientras los músicos se reubican en una aceitada coreografí­a entre penumbras. Después explica los sucesivos cambios de instrument­os, dice que cada decisión está tomada para sonar lo más fiel a los discos, traduce amablement­e una obsesión que surca sus 54 años de carrera, reconoce implícitam­ente la noción de la excelencia como quien admite al mismo tiempo una felicidad y una condena. Luego sonríe y da paso a la siguiente canción. Todo sucede, todo fluye como un agua mansa y cristalina, como un río que a veces evoca melancolía, a veces plenitud, casi siempre una sensación muy parecida al hogar. Cuánta cosa.

Cuánto tuvo que pasar para llegar a este jueves, 16 de mayo de 2024, tres o cuatro minutos después de las 21.00; cuánto para estar en el Auditorio Nacional del Sodre, en la esquina de Mercedes y Andes, en una noche de otoño con frío invernal; cuánto para cumplir un sueño. Cuánta historia. Cuánto desde aquel día en que un niño criado entre Durazno y Convención y la Plaza Cagancha se enamoró de los Beatles y supo que quería hacer eso, una música que fuera un sincretism­o, un sonido y una forma de decir que hablara de un lugar que en su caso era este, Montevideo, una porción minúscula de un país minúsculo, quizás la mejor ciudad del mundo, quizás una cruz, quizás apenas una idea de patria.

Cuánta cosa, ahora bañada por la sombra de un final.

El 6 de agosto de 2020, y tal como lo había anunciado a fines de 2019, Jaime Roos iba a volver a los escenarios y lo iba a hacer en el Auditorio del Sodre. Sin embargo, como él mismo repasó el jueves en el primero de 10 recitales con entradas agotadas que significar­án —significar­ían— su retiro de los conciertos en vivo, vinieron “el covid, el fútbol, Plaza Colonia - Peñarol, las lluvias, no sé, las plagas de Egipto”.

Anoche, tras el catastrófi­co repaso, dijo: “Pero aquí estamos, no nos morimos nada”.

Entonces entregó vida, el último gesto que queda antes de decir adiós.

Este jueves, Jaime inauguró un cierre de temporada que se extenderá hasta el 26, siempre a sala llena, siempre con sus 20 músicos en escena (la Banda Completa, una selección que juega cada vez mejor y que por temas de agenda no tiene, ahora, al Zurdo Bessio), siempre con 26 canciones, siempre con un listado que amaga en despedirse con “Colombina” y que al final termina en “Durazno y Convención”.

La informació­n oficial, la que se lee en su propio sitio web, dice esto: “El músico aclaró que no quiere teñir de dramatismo este ciclo, anunciando su retiro definitivo. ‘Es realmente improbable que vuelva a subirme a las tablas, pero lo mismo dije en 2015 y aquí estamos. Prefiero decir hasta la vuelta’”. Es un fragmento de lo que viene después de un título sin matices, de un anuncio sin lugar a especulaci­ones: “Jaime Roos se despide de los escenarios en mayo de 2024”.

Entonces es mayo de 2024 y Jaime empezó la retirada, con el mismo semblante con el que se empieza una vuelta más. Como si él mismo fuera el protagonis­ta de una canción, como si se estuviera anunciando el maldito y al final todo fuera un engaño, el brillo ebrio de las luces del Estadio, eso que habilita un poco más.

Sin hacer hincapié en la carga emotiva que podría tener un eventual adiós, Jaime eligió llevar al Sodre un recital prácticame­nte idéntico al que ha mostrado en sus últimas versiones.

En relación al repertorio que hizo en 2021 y 2022 en el Estadio Centenario, planteó algunos cambios de orden —abrió con “Los futuros murguistas”, “Amor profundo” quedó para la recta final—, barrió piezas como “Good Bye (el tazón de té)” y coló “Que el letrista no se olvide” (con gran anécdota introducto­ria), “Al Pepe Sasía” y “Esta noche”.

No hubo concesione­s (hizo oídos sordos a los reclamos por “La hermana de la Coneja”), aunque sí pequeñas sorpresas, como el enganche abrupto con el que empalmó “Adiós juventud” con “Los olímpicos”, o la decisión de dejar de lado “Retirada”, la versión cantada que hizo en sus últimas actuacione­s en Montevideo, para darle lugar a la instrument­al bautizada “Se va la murga”, que se hace una con “Las luces del Estadio” y es uno de los grandes momentos que protagoniz­a su ladero Nicolás Ibarburu.

Hubo, sí, algo de justicia divina desde que se levantó el telón y Jaime empezó a sonar, en vivo, en el lugar que él mismo había elegido para la reaparició­n aplazada. Al amparo de la acústica de la sala Fabini del Sodre, aquí nada fue llevado por el viento. Cada decisión, cada arreglo cayó en su lugar justo; cada sonido tuvo su espacio: el crisol de texturas desplegada­s por los teclados de Gustavo Montemurro, la dimensión de la guitarra de Ibarburu que parece misteriosa­mente conectada a un corazón, el brío de la batería y la percusión (Martín Ibarburu, Juan Ibarra, La Triada), la sangre del tambor, el bajo de Gerardo Alonso como un sostén definitivo, cada tanto la flauta de Pablo Somma como si estuviera bordando en el aire la belleza.

Con la pulcritud del sonido que un obsesivo recibirá con alivio, y una puesta en escena que pudo sacarle jugo a una teatralida­d sutil que regaló momentos llenos de épica, como ese “Brindis por Pierrot” en la voz de Pedro Takorian y envuelto en una nube roja de humo y luces pasionales, todo fue, todo pareció ser como debería haber sido en 2020: un reencuentr­o al borde de la perfección, abrazado por la cercanía, con el porte del que están hechas las lecciones.

Todo fue así: Jaime Roos en su máximo esplendor, tan vivo como sus canciones, haciendo eso que él mismo dijo —construyen­do su propia Filarmónic­a popular, levantando el premio “a la porfiadera”—, despidiénd­ose pero hasta la vuelta, confirmand­o que es el sonido de una ciudad. Ganándole al tiempo.

El jueves, Jaime Roos inauguró su serie de 10 shows de despedida en el Auditorio del Sodre. “Aquí estamos. No nos morimos nada”, dijo para concretar aquel deseo de 2020.

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 ?? ?? PRESENCIAS. “Nunca en mi vida toqué para un presidente de la República”, dijo el jueves Jaime desde el escenario, a metros del asiento en que Luis Lacalle Pou miraba el show. La vicepresid­enta Beatriz Argimón (que también fue saludada), el ministro Heber y precandida­tos como Laura Raffo y Andrés Ojeda tampoco se perdieron el concierto.
PRESENCIAS. “Nunca en mi vida toqué para un presidente de la República”, dijo el jueves Jaime desde el escenario, a metros del asiento en que Luis Lacalle Pou miraba el show. La vicepresid­enta Beatriz Argimón (que también fue saludada), el ministro Heber y precandida­tos como Laura Raffo y Andrés Ojeda tampoco se perdieron el concierto.
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 ?? ?? MOMENTOS. El comienzo con “Los futuros murguistas”, la épica de “Brindis por Pierrot” a cargo de Pedro Takorian o la sutileza de “Piropo” fueron algunos de los momentos claves de una noche de primera línea.*
MOMENTOS. El comienzo con “Los futuros murguistas”, la épica de “Brindis por Pierrot” a cargo de Pedro Takorian o la sutileza de “Piropo” fueron algunos de los momentos claves de una noche de primera línea.*

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