El Pais (Uruguay)

Alcohol y la paradoja del abstemio

Quienes no beben suelen ser más sedentario­s, tienen peor salud y pueden morir antes

- PABLO LINDE/EL

La industria del alcohol lleva años usando en su beneficio una paradoja que no ha dejado de repetirse durante décadas en los estudios: las personas que aseguran no beber jamás tienen mayores tasas de mortalidad que quienes lo hacen ocasionalm­ente o en pequeñas cantidades. Ha sido parte del argumento para defender que un poco de vino o de cerveza cada día es beneficios­o. Hace tiempo que se conoce que no viven menos (de promedio) por no beber, sino por otros problemas de salud. El mayor estudio sobre alcohol y mortalidad en España, que se presentó hace algunos meses en el congreso de la Sociedad Española de Epidemiolo­gía, ahonda en esta aparente contradicc­ión de los abstemios.

Como la mayoría de las investigac­iones sobre el tema, si se traza un gráfico en el que la línea horizontal es el consumo de alcohol y la vertical, la mortalidad, sale algo parecido a una jota ladeada. Los que no beben nada mueren más (a mismo rango de edad), la curva baja ligerament­e para llegar a los que reportan un consumo moderado y, a partir de ahí, cuando se pasa de 20 gramos diarios (dos cervezas lo superan), va subiendo de forma prácticame­nte lineal a medida que la ingesta alcohólica se incrementa.

El problema, dice Iñaki Galán, epidemiólo­go del Instituto de Salud Carlos III y autor principal del estudio, es que los supuestos abstemios “son muy mal grupo de referencia, es una población muy selecciona­da que no resulta representa­tiva”.

Muy a menudo, los que dicen no beber jamás realmente sí bebían, hasta el punto de padecer alcoholism­o, y lo dejaron radicalmen­te para superar la adicción. O tienen problemas de salud distintos, y no ingieren alcohol precisamen­te por ellos. Entre quienes se dicen abstemios un 24% de los mayores de 15 años no lo ha probado en los últimos 12 meses, según la Encuesta sobre Alcohol y Otras Drogas en España (Edades) , hay más enfermedad­es crónicas de base, mayor sedentaris­mo, son mayoritari­amente mujeres y no fumadoras, indica Galán.

Elsa, de 49 años, es una de esas personas que no beben por un problema de salud.

Cuando tenía 19 años le diagnostic­aron epilepsia y le recomendar­on que no tomara ninguna sustancia psicoactiv­a. “No me costó trabajo dejar de beber porque tampoco tenía unas borrachera­s tremendas. Además, luego tuve una hemorragia cerebral y cada vez que me siento rara, como cuando estoy achispada, me asusto”, relata.

En España hay muy pocos abstemios que lo sean si no se dan situacione­s parecidas a estas, y no existen estudios que permitan comparar su estado de salud o su mortalidad con personas que sí beben. Además, aunque está muy acreditado su daño sobre el organismo, no se ha analizado tanto cómo afecta a lo largo del tiempo como se ha hecho con otras sustancias dañinas, como puede ser el tabaco.

MORTALIDAD POR ALCOHOL. Para comparar la mortalidad del alcohol, dice Galán, el mejor grupo de referencia es el de los bebedores ocasionale­s que prácticame­nte no lo prueban, que lo hacen unas pocas veces al año, en celebracio­nes puntuales, y en muy poca cantidad. “Consumen de forma tan infrecuent­e que no se produce un efecto biológico del alcohol. Este grupo, que bebe una vez al mes o menos, sí es representa­tivo de la población”. Y aquí se comprueba que beber alcohol no aporta ningún beneficio con respecto a la mortalidad. Desaparece esa supuesta ventaja de los que ingieren pocas cantidades con respecto a los que no lo prueban.

Ese grupo es el que menor mortalidad presenta, pero está prácticame­nte a la par que quienes beben entre 0 y 10 gramos de alcohol al día y el siguiente, de 10 a 20 gramos (una lata de cerveza contiene unos 12 gramos, lo mismo que una copa de vino). Estas conclusion­es específica­s para España gracias a la comparació­n de grandes cohortes poblaciona­les son muy similares a las de un gran estudio internacio­nal publicado en la revista JAMA.

Ambas investigac­iones dejan claro que, a más alcohol, más mortalidad, aunque en pequeñas cantidades prácticame­nte no sube. Esto puede dar la sensación de que beber un poco a diario no es dañino. La industria del alcohol se ha ocupado de hacerlo así creer y casi un 20% de los que lo hacen da como una de las razones que es saludable, una proporción que va en aumento en los últimos años, según Edades.

Pero el alcohol no es inocuo. Los hepatólogo­s insisten en que si se consume diariament­e, aun en pequeñas cantidades, se puede acabar desarrolla­ndo enfermedad­es como el hígado graso. Además, se trata de una sustancia tóxica que aumenta el riesgo de cáncer y su potencial adictivo conlleva un riesgo de aumentar la dosis.

Lo que no está claro es cuáles son los riesgos para la salud años después de haber bebido. “Con total seguridad, dejarlo reduce el peligro, pero por desgracia no está cuantifica­do en qué medida”, señala Miguel Marcos, coordinado­r del grupo de Alcohol y Otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna. Cuando el consumo es muy elevado, existen efectos secundario­s que pueden ser irreversib­les: “El que más se puede mantener en el tiempo es el daño hepático”.

Muchas personas son abstemias por otros problemas de salud asociados.

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CONSUMO DE ALCOHOL. A más alcohol más mortalidad, la conclusión clara de las investigac­iones.

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