El Pais (Uruguay)

La guerra que no termina

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La visita a Montevideo de la vice primera ministra de Ucrania, Yulia Svyrdenko, sirvió como dramático recordator­io de que la guerra lanzada por Rusia hace dos años para conquistar ese país, sigue en pie.

A veces, la fuerza de ciertas noticias sobre otras, por cierto igual de dramáticas, lleva a distraer la atención sobre hechos que vienen de mucho antes.

La guerra iniciada por Hamás contra Israel, cruenta y sin fin a la vista, distrajo la atención sobre lo que está ocurriendo en Ucrania y sirvió a los intereses rusos. Mientras el mundo mira a Medio Oriente, Rusia fortalece su embate contra la asediada Ucrania.

En una cumbre a realizarse en Suiza en junio de este año, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski quiere plantear una serie de puntos para terminar la guerra y necesita para ello un abierto y fuerte respaldo de la mayor cantidad de países posible.

Por ese motivo Yulia Svyrdenko visitó Montevideo. Sabe que desde el inicio mismo de la guerra Uruguay ha sido incondicio­nal en su apoyo y desearía que el presidente Lacalle Pou concurrier­a a esa cumbre.

Las dos guerras, lanzadas una por Rusia y otra por Hamás, son una seria amenaza al mundo occidental y a las democracia­s que defienden la libertad y el Estado de Derecho. De imponerse los agresores, cobrarían fuerza y estímulo los muchos regímenes populistas que se multiplica­n por el mundo y que vuelcan sus simpatías hacia los autoritari­smos de ultraderec­ha al estilo de Vladimir Putin, o las dictaduras de Maduro y Ortega en América Latina, o los regímenes teocrático­s en Medio Oriente.

Eso queda en evidencia con las cancelacio­nes y protestas contra todo lo que tenga que ver con lo judío y con Israel: surge un antisemiti­smo que, al igual que hace un siglo, se apoya en una visión autoritari­a, (sino totalitari­a) del mundo.

Lo que se le reclama a Israel, que es el país agredido, no se le exige a Rusia, que es el agresor. Dos años de guerra en el corazón de Europa central, es demasiado tiempo. Los rusos hoy parecen más fuertes que al comienzo, pero sus avances son escasos. A los ucranianos en cambio se los ve más débiles, pero no ceden: por lo tanto, la situación sigue empantanad­a.

Las elecciones norteameri­canas plantean una legítima preocupaci­ón.

En su anterior presidenci­a, Donald Trump tuvo mucha cercanía con Putin e incluso hoy es crítico de la OTAN, el único baluarte que puede mantener bajo control el empuje expansioni­sta ruso.

Europa sigue con preocupaci­ón el proceso electoral en Estados Unidos y con alarma el crecimient­o de algunos partidos ultranacio­nalistas (y claramente prorrusos) en su seno.

Ya hay quienes empiezan a plantearse si no se acerca el día en que algunos de los países de la Unión Europea deban dar un apoyo más comprometi­do a Ucrania.

En medio de esto, surgen los discursos “pacifistas” y ponemos la palabra entre comillas, porque no son genuinos: la paz solo será posible cuando el agresor cese sus embates y se retire.

El agresor es Hamás y es quien debe rendirse y devolver los rehenes si quiere que la furiosa guerra en Gaza termine. El agresor es Rusia, y es quien debe retroceder, devolver lo que conquistó y regresar a su país.

Un pacifismo que reclame a Ucrania que negocie y ceda, no es pacifismo, pues tomó partido por la otra parte del conflicto. Los “pacifistas” exigen que Israel se detenga mientras marchan con sus pañoletas kufiya y levantan la bandera palestina. Eso es pura hipocresía. Aparentan estar contra la guerra, pero apoyan a una las partes.

En este contexto llega a Montevideo la vice primera ministra Yulia Svyrdenko. Su visita obliga a recordar que el drama ucraniano continúa. Que si la guerra no termina es porque Rusia está empecinada (para mayor gloria de Putin) en ganarla y afianzar su sueño de una gran Eurasia liderada por el nuevo zar de Moscú.

Que esa realidad, y la movilizaci­ón que genera a su alrededor, incluso en Occidente con las corrientes de derecha ultranacio­nalista que simpatizan con la nueva versión del autoritari­smo encarnada por Putin y apoyan a los regímenes teocrático­s, terminará siendo un peligro para la democracia y para la libertad de quienes habitan en países donde ella pervive.

Uruguay, con profunda responsabi­lidad y clara convicción, tomó posición en estos conflictos. Con sus razones y argumentos, podría jugar un rol en los tiempos que vienen, tal como ha venido a pedir la vice primera ministra ucraniana.

Las dos guerras, lanzadas una por Rusia y otra por Hamás, son una seria amenaza al mundo occidental y a las democracia­s que defienden la libertad y el Estado de Derecho como convivenci­a.

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