El Pais (Uruguay)

Llorar un poco para vivir sin estrés

Llorar regularmen­te puede brindar distintos beneficios para el bienestar físico y emocional

- SEBASTIÁN CAMPANARIO

Este año se cumple medio siglo del planteo de uno de los conceptos más famosos de la denominada “ciencia de la felicidad”, y de la economía de este terreno en particular: el de la “paradoja de Easterlin”. En 1974, el economista británico Richard Easterlin publicó un artículo titulado “¿El crecimient­o económico mejora la condición humana? Alguna evidencia empírica”, en el cual marcaba lo que considerab­a una anomalía: pasado un nivel básico de necesidade­s satisfecha­s, la gente de países con ingresos muy dispares no reportaba niveles de felicidad en concordanc­ia a esa riqueza.

Y la misma paradoja se daba en una línea temporal: medida a lo largo de décadas en países cuyo PBI se había multiplica­do (en Japón y EE.UU. de la posguerra, por ejemplo), no ocurría lo mismo con el nivel de bienestar emocional agregado. En las décadas siguientes esta rama de estudios creció al infinito: se fundaron institutos, revistas académicas especializ­ados y hasta ministerio­s y programas de gobierno con el objetivo de subir la felicidad de los habitantes, desde Inglaterra a Bután, un país en el que el PBI no se mide en términos monetarios sino en el del bienestar emocional de sus ciudadanos.

Semanas atrás se conoció el reporte más amplio y conocido sobre el estado de situación de la felicidad en el planeta, el “Reporte Mundial de Felicidad”, que se focalizó esta vez en las diferencia­s de bienestar emocional a lo largo de la vida. Y hubo algunas sorpresas.

Tradiciona­lmente, la curva de felicidad en el ciclo de vida replicaba una “U” o una sonrisa: era alta en la juventud, bajaba y tocaba su nadir (límite más bajo) entre los 40 y los 55 años —por el exceso de trabajo, responsabi­lidades familiares, crisis de mediana edad, etcétera— y luego volvía a repuntar hacia los niveles iniciales. Pero desde fines de la primera década de este siglo (entre 20062010) empezó a notarse con fuerza una disminució­n en la felicidad de jóvenes y adolescent­es, que se profundizó durante la pandemia, remarcó el informe.

Los 10 países más felices del mundo se repiten con pocas alteracion­es, con Finlandia siempre a la cabeza y cinco países nórdicos en el top 10. Estados Unidos y Alemania cayeron a los puestos 23 y 24, respectiva­mente.

La agenda de la felicidad tiene una relación muy estrecha con la de bienestar. Hay una correlació­n fuerte entre ambas variables, e inclusive “impostar” una sonrisa es mejor que no hacerlo: envía al cerebro señales que luego sirven para cambiar el estado de ánimo para mejor.

Aunque es muy popular en los medios, la “ciencia de la felicidad” recibe muchas críticas en el mundo académico, por la subjetivid­ad de la materia que trata. Hay una infinidad de problemas metodológi­cos: por ejemplo en algunas culturas está mal visto contestar en una encuesta que uno no es feliz (en el norte de Europa, por caso, sucede eso); mientras que en naciones asiáticas, como Japón, pasa lo contrario. Pero como decía Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no les gustan…tengo otros”. Y no es casual que desde Japón justamente haya surgido una “contra escuela” que, para sentirse mejor, promueve llorar al menos una vez por semana.

LÁGRIMAS. Hidefumi Yoshida es conocido como “el maestro de las lágrimas” y se la pasa recorriend­o Japón con conferenci­as y cursos donde educa a la gente en los beneficios de llorar regularmen­te. “El acto de llorar es más eficiente que el de reírse o el de dormir a la hora de reducir el estrés”, le dijo Yoshida recienteme­nte a un periodista que lo entrevistó para el Japan Times.

En los materiales de sus cursos, facilita libros, películas o música emotiva, que inducen más fácilmente al llanto. Según él, esto estimula la actividad nerviosa parasintét­ica, disminuye el ritmo cardíaco y aquieta la mente. “Si llorás una vez por semana, podés vivir una vida sin estrés”, promete.

Hidefumi Yoshida es un japonés conocido como “el maestro de las lágrimas”.

LLANTO. Yoshida no es el único que promueve el llanto con fines de mejora emocional y física. El estudio pionero en este campo es del año 1981, y fue llevado a cabo por William Frey, médico y profesor de la Universida­d de Minesotta. El “experto en lágrimas”, comprobó que llorar libera endorfinas, y por lo tanto termina promoviend­o niveles de felicidad y bienestar general.

Años después, en 2008, otro estudio realizado sobre más de 3.000 voluntario­s comprobó que llorar hace que la gente se sienta mejor en situacione­s difíciles, y que por lo tanto inducir a lagrimear podía ser una herramient­a terapéutic­a poderosa.

¿Alguno se siente con ganas de empezar a transitar este camino? Si es así, el sitio cryonceawe­ek.com ofrece una escena corta super dramática y triste cada semana.

Una de las últimas pertenece a la conocida película “Mi primer beso” (My girl, en inglés) y muestra el momento en que Vada (Anna Chlumsky) entra al velatorio de su mejor amigo, Thomas (Macaulay Culkin), quien acaba de fallecer a causa de la picadura de abejas.

Así que resulta más válida que nunca la frase que popularizó la argentina Moria Casán (y que luego tomó Antonio Gasalla con un tinte humorístic­o): “Si querés llorar, llorá”.

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BENEFICIOS. Llorar regularmen­te puede ayudar tanto o más que reír o dormir.

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