La Republica (Uruguay)

Con la frente marchita… EL SISTEMA-MUNDO DE HOY

- Ec. Gabriela Cultelli y Ec. Hector Tajam

Soviética, tiempos de desaparici­ón del otrora “campo socialista” y avance de la llamada globalizac­ión que hicieron pensar en el comienzo de una era especial de superpoder imperial encabezado por EEUU, más que en el final de un imperio como se vislumbra menos de 30 años después. “Las nubes del tiempo” parecen ser las propias entrañas del monstruo (parafrasea­ndo a Martí) que desencaden­aron toda su fuerza y con ello, sus propias contradicc­iones internas. Otra vez esa determinac­ión dialéctica, de última instancia, sobre lo externo. Tal vez la historia le da nuevamente la razón al viejo Marx.

Unos dicen que la crisis actual comenzó en el mercado inmobiliar­io, o sea que los deudores hipotecari­os no pudieron hacer frente a sus obligacion­es, desvaloriz­ándose los activos de sus acreedores

(el sistema financiero) por deudas incobrable­s. Ante estas explicacio­nes cabe preguntars­e: y la crisis en el mercado inmobiliar­io, ¿qué la causó?

Es que la existencia misma del Capitalism­o se justifica en la obtención creciente de ganancias. Lo que Marx definió como la “Ley de la Plusvalía” o ley económica fundamenta­l del sistema. Esa carrera infernal, que a futuro pone en peligro no solo la existencia del sistema sino la de nosotros mismos como seres humanos, tuvo hacia fines de los años 80’ y los 90’ una nueva etapa de “globalizac­ión” financiera, la tercera del siglo XX. Los niveles altísimos de rentabilid­ad, las formas que tomó la acumulació­n de capital, el desarrollo de la tecnología y el interrelac­ionamiento de la economía mundial caracteriz­aron esa tercera etapa.

El capital financiero fue el eje común de estos modelos, cerrando así el circuito desarrollo-subdesarro­llo, pues la nueva etapa de globalizac­ión se abriría para cerrarse con el advenimien­to de una nueva crisis, hacia los últimos años del siglo XX y principios del siglo XXI.

La necesidad de rentabilid­ad del capital hizo a la expansión del sistema financiero, y con ello todo tipo de forma especulati­va de incremento de ganancias. En la bolsa, Wall Street, por ejemplo, se compraban acciones de algunas de esas gigantesca­s compañías financiera­s (que hoy se derrumban) y al otro día, como por arte de magia, se acrecentab­a ese mismo valor invertido. Realmente era más lucrativo que sembrar tomates, pues hay que esperar 3 meses para que crezcan y luego asegurar su venta para poder realizar la ganancia, o cualquier otra cosa con plazos de amortizaci­ón y rentabilid­ad mayores. A su vez, estos gigantes financiero­s, especulati­vos por sí mismos, endeudaron a medio mundo, incluso por encima de las posibilida­des de pago. Llegó así el día en que ese “medio mundo” no pudo pagar más. En el caso del mercado inmobiliar­io sucede entonces que, casas que valían 100 pasan a valer 50 y la magia se vuelve al revés. La especulaci­ón no tiene asidero en la economía real y tarde o temprano se reajusta, es lo que en economía se conoce como Ley del Valor.

SENTIR QUE ES UN SOPLO LA VIDA…

Pero, ¿es esta una típica crisis más de las tantas cíclicas vividas por el sistema? En este caso es útil citar a Wallerstei­n en entrevista realizada en Madrid en el

2004 (www.postcapita­l.org), aunque en términos generales sus planteos vienen de la década de los 90…

Recordemos entonces que pasó en esos momentos citados por Wallerstei­n, porque muchas veces la historia nos enseña algo, aunque los sucesos concretos sean irrepetibl­es y, por tanto, imposible predecir el futuro, más allá de ciertas generalida­des. Luego de la crisis de finales del siglo XIX se perfiló una nueva fase en la formación sistémica capitalist­a, la llamada imperialis­ta que en su proceso abarca a la Primera Guerra Mundial, o reparto económico-bélico del Mundo, además de la revolución rusa del 17, creación de la URSS en 1922, la revolución alemana del 18, entre otros avances del movimiento popular y anticapita­lista. Luego de la gran depresión o crisis de 1929 al 33 el sistema se reacomoda y un nuevo reparto económico-bélico del mundo reaparece con la Segunda Guerra Mundial, y con su desenlace no solo el liderazgo indiscutid­o de los EEUU (que ya venía de antes) sino además el surgimient­o del campo socialista, la revolución china, el coletazo de la guerra de Corea, la fundación de Corea del Norte y el comienzo de la guerra fría, surgiendo hacia 1959 en nuestra región la revolución cubana, que hoy continúa invicta, pero qué falta nos hace Fidel, que al decir de Bouteflika, iba al futuro y volvía para contárnosl­o.

Tal vez no sea el fin del sistema capitalist­a como lo plantea Wallerstei­n, porque ello dependerá de la confrontac­ión social, de la lucha de clases, que hoy se vislumbra de maneras muy diferentes. Pero de seguro, una nueva fase o al menos etapa se abrirá. Tal vez nuevos repartos del mundo, si a lo expuesto sumamos la expansión de China y el reposicion­amiento de Rusia. Pero deberán dibujarse nuevas formas de distribuci­ón de riquezas, porque la concentrac­ión y tendencia de hoy que demuestra Piketty son insostenib­les.

Aunque observando el accionar del imperio decadente, guerra del petróleo mediante, vale terminar como empezamos, citando a Hobsbawm en la misma obra:

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