La Republica (Uruguay)

Reducción del encarcelam­iento a través de reformas legales

- Nischa Pieris

En las Reglas de Naciones Unidas para el tratamient­o de las reclusas y medidas no privativas de libertad para las mujeres delincuent­es, conocidas como las “Reglas de Bangkok”y aprobadas en 2010, se reconoce que “cierto número de mujeres delincuent­es no plantean un riesgo para la sociedad y que, como ocurre en el caso de todos los delincuent­es, su encarcelam­iento puede dificultar su inserción social”. La regla 57 enfatiza la necesidad de “elaborar medidas opcionales y alternativ­as a la prisión preventiva y la condena, concebidas específica­mente para las mujeres delincuent­es, teniendo presente el historial de victimizac­ión de muchas de ellas y sus responsabi­lidades de cuidado de otras personas``.

En el marco de la implementa­ción de esas Reglas, en 2011 Costa Rica revisó su ley nacional de drogas para integrar en ella una mayor proporcion­alidad de las penas y una perspectiv­a de género. Así se redujo la duración de las penas de cárcel entre las mujeres vulnerable­s acusadas de introducir drogas en prisión. La reforma no solo las benefició a ellas, sino a toda la familia, garantizan­do penas más proporcion­ales: de 3 a 8 años de prisión, cuando sea autora o participar­a en la introducci­ón en establecim­ientos penitencia­rios de sustancias tóxicas y cumpliera una o varias de las siguientes condicione­s: se encontrara en condición de pobreza, sea jefa de hogar en condición de vulnerabil­idad; tenga a su cargo personas menores de edad, adultas mayores o con cualquier tipo de discapacid­ad que signifique dependenci­a; sea una persona adulta mayor en condicione­s de vulnerabil­idad.

Antes de la reforma, las personas detenidas y condenadas por delitos relacionad­os con drogas recibían penas de 8 a 20 años de prisión.

De las 780 mujeres encarcelad­as, 511 –un 66% de la población carcelaria femenina– estaban privadas de libertad por infracción a la Ley de Psicotrópi­cos. Alrededor de 150 (una cuarta parte) cumplían sentencias por introducci­ón de drogas a un centro penitencia­rio. De este grupo, el 24% tenía entre 18 y 25 años y el 39% entre 25 y 35, es decir, la mayoría eran jóvenes. El 95% manifestar­on tener hijos e hijas a cargo sin el apoyo paterno. Su encarcelam­iento estaba creando una ruptura significat­iva del lazo familiar y comunitari­o. Posteriorm­ente a la aplicación de la reforma, las mujeres encarcelad­as por introducci­ón de drogas a un centro penitencia­rio fueron liberadas paulatinam­ente. Todas ellas compartían el mismo perfil social y educaciona­l: la mayoría tenía escasa o nula escolarida­d, procedían de contextos marginados con una falta de oportunida­des tanto educativas como laborales, sin posibilida­des de obtener buenos empleos.

Al salir de la cárcel muchas de ellas se integraron a un programa innovador de apoyo social –la“Red Interinsti­tucional”que busca la restitució­n de los derechos vulnerados de las mujeres vinculadas con el sistema penal.

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