LOS ÚLTIMOS MINUTOS de la democracia del 73
El fin de semana del 24 y 25 de junio de 1973 fue especialmente agitado. El movimiento Por la Patria tenía prevista una gira por el departamento de Maldonado, la que se llevó a cabo en medio de rumores y comentarios sobre la inminencia del atentado a las instituciones.
El principal dirigente porlapatrista del departamento, Miguel Ángel Galán, tenía formación militar. De hecho era teniente retirado de la Fuerza Aérea y como hombre de honor, no podía creer que sus viejos camaradas de armas cometieran aquel atropello. Algo más de 48 horas más tarde lo torturaron encapuchado. Las señales no podían ser más elocuentes. Pero todos tratábamos de convencernos de que algo iba a ocurrir que impidiera que los grandes valores nacionales fueran avasallados.
El domingo la movilización se cerró con un gran acto en la Plaza San Fernando de Maldonado. Un grupo con banderas de la Juventud Uruguaya de Pie insultaba y gritaba desde la vereda de enfrente para impedir que se oyera al orador. Un cordón policial nos separaba pero parecía cuidar más al agresor que a los agredidos. Comenzaron a arrojar piedras y objetos punzantes. Con mis impulsivos 19 años, no tuve mejor idea que increpar a la Policía por negligente. Como era de esperarse, marché preso. En pleno discurso, Wilson advirtió lo que ocurría por el griterío de la gente.
Hizo una pausa y dijo: “Se llevan preso a mi hijo...”. Pensé que me había salvado. “Déjenlo -agregó- así se va acostumbrando”.
La delegación se dispersó tras el acto. Galán quedaba en Maldonado. Wilson se iba a descansar unos días al Cerro Negro. Yo regresaba con el ex senador Horacio Polla, otro héroe poco recordado. Polla fue, en los trágicos años que se vinieron, uno de los pilares más importantes de la resistencia blanca. Todo un caballero en el sentido más cabal de la palabra. Pero un caballero valiente que no dejó pasar un solo día sin combatir pacíficamente contra la dictadura. Alguna vez compartimos calabozo.
Un breve paréntesis para decir algo de Polla, el hombre que la noche antes del golpe me llevaba de regreso a Montevideo. Los jóvenes lo sentían como uno de ellos. En el garaje de su casa de Cartagena 1633, jóvenes blancos y frenteamplistas de diversos sectores sacaban a mimeógrafo “El Perseguido”, un semanario clandestino. La casa de Polla, lindera fondo con fondo con la Embajada de México, era el pasaje natural de aquellos que querían buscar asilo.
Volvamos a la noche antes del golpe. Polla me dejó en mi casa ya en la madrugada del 26, menos de un día del golpe. Debajo de la puerta había un mensaje de “Augusto”, seudónimo del capitán de navío Bernardo Piñeyrúa, un militar constitucionalista muy amigo de Wilson. Era director del Servicio de Hidrografía y presidente del Club Naval. Perseguido, destituido y preso durante la dictadura, naturalmente. Me pedía que fuera su casa, a un par de cuadras de la nuestra, al otro día tempranísimo. Allí fui, me advirtió que el presidente Bordaberry había decidido apresar al senador Enrique Erro, acusado de tupamaro por el gobierno, violando sus fueros parlamentarios. Este se encontraba en Buenos Aires invitado por la Juventud Peronista. Al regresar, lo detendrían en el aeropuerto. Había que ganar tiempo. También quería reunirse con Wilson junto con algunos camaradas de armas el jueves siguiente. Pero a la democracia sólo le quedaban minutos de vida.
Rumbo a casa iba pensando cómo hacerle llegar a papá tantas noticias urgentes. No existían los celulares, las comunicaciones eran lentas. De regreso de lo de Piñeyrúa, entré al departamento, y para mi sorpresa, mamá y papá acababan de llegar. Algo les decía que no debían tomar su descanso y allí estaban. Lo impuse de los hechos y enseguida se hizo cargo de la situación. Se reunió con Zelmar Michelini en casa y ambos hablaron con Seregni. El no supo que Wilson ya había consultado al General. Le pidieron a Zelmar que viajara a Buenos Aires para demorar el regreso de Erro. Por eso ninguno de los dos estaba esa noche, y el quórum fue difícil.
Sin duda que Wilson y Seregni querían ganar tiempo. Pero también a ambos les preocupaba la suerte de Zelmar, a quien creían salvar. Viajó adonde, 3 años después, sería asesinado junto al Toba, Barredo y Whitelaw, la noche antes de la desaparición de Liberoff.
De tarde todo se fue en preparativos, desordenados y caóticos. Conseguir escondites, medidas de seguridad, juntar algunos pesos. En medio de eso, papá me pide que hable con el Toba, a la sazón presidente de la
Cámara de Representantes. La