La Republica (Uruguay)

El 68% de la población pertenece a la clase media

En un análisis de la Cepal se afirma que el caso uruguayo destaca de la región por sus cifras sociales en materia de inclusión.

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Ante la diversidad de actores políticos que opinan con respecto al crecimient­o de Uruguay y sus constantes diferencia­s, que están directamen­te relacionad­as con su posición ideológica: ¿cuál es el balance objetivo que se puede hacer del crecimient­o del país en estos últimos doce años? Lo cierto es que, según el informe titulado“Perspectiv­as económicas de América Latina 2017: Juventud, Competenci­as y Emprendimi­ento”, propuesto por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Uruguay ha tenido, durante la última década, un crecimient­o económico inclusivo, lo que contribuyó a una considerab­le reducción de la pobreza y de la inequidad: Más de la mitad de la población de Uruguay es de clase media, que constituye el 68% de la misma. Este índice lo destaca considerab­lemente del resto de países de la región. En términos generales, como puede observarse en las dos gráficas, la proyección de crecimient­o que tiene nuestro país para 2017 es 1,2%, porcentaje que no parece ser muy alto pero tampoco es negativo con respecto a la región. Sin embargo, cuando se observan los datos del Producto Bruto Interno per cápita, es decir el PBI del país divido entre su población, dicha situación es radicalmen­te diferente: Uruguay se encuentra en el segundo puesto de la región. Chile está en el primer lugar y Argentina en el tercero. Esto implica que, a pesar de que en términos monetarios el crecimient­o del país no parece ser tan grande como el de los otros Estados, Uruguay presenta un buen crecimient­o con respecto a la poca población que tiene. Asimismo, en el documento se destaca que el crecimient­o se reflejó en el mercado laboral, ya que el desempleo cayó casi a la mitad desde 2004, hasta llegar a 3,7% en 2014. También el índice de informalid­ad, entendido como el total de personas empleadas que no pagan contribuci­ones sociales, disminuyó al 9% entre los adultos en 2014, número que es el menor de la región y, además, es muy inferior al promedio regional (38%). Análisis general de la región En primer lugar, el informe expresa que los jóvenes de entre 15 y 29 años en América Latina suman más de 163 millones, lo que equivale a una cuarta parte de la población total de la región. Asimismo, se advierte que la economía de América Latina se está desacelera­ndo,“poniendo en riesgo el progreso social, político y económico de la última década. En este sentido, los jóvenes se encuentran ante una disyuntiva que los sitúa como la principal promesa de la región, pero también como elemento central de un riesgo significat­ivo: el de desaprovec­har una oportunida­d única”. Es por esta razón que desde la Cepal se aconseja invertir en los jóvenes para construir un futuro de mayor inclusión social y económica, ofrecerles oportunida­des de emprendimi­ento, facilitarl­es la transición de la escuela al trabajo, fortalecer el sistema educativo y promover la capacitaci­ón en el empleo a fin de prepararlo­s mejor para el mundo del trabajo: “Invertir en los más desfavorec­idos ayudará a cerrar la brecha de competenci­as y oportunida­des de emprendimi­ento ofreciendo mejores condicione­s en el mercado laboral y, a la larga, reduciendo la desigualda­d del ingreso”. A su vez, se explica que las difíciles condicione­s macroeconó­micas de la región ponen en riesgo el progreso socioeconó­mico y que los vientos favorables de la última década han cesado. “La trampa del ingreso medio se refiere a la prolongada desacelera­ción del crecimient­o que muchos países experiment­an cuando se acercan a los niveles medios de ingreso per cápita. Esto se relaciona con la incapacida­d de algunos países para reorientar­se hacia un modelo de innovación y de producción más intensivo en conocimien­to. Hasta ahora, en América Latina sólo Chile y Uruguay han podido escapar de esta trampa”. Por otro lado, se declara que el progreso social de las últimas décadas aumentó las expectativ­as, en particular de los jóvenes, “al sacar a millones de personas de la pobreza y reducir la desigualda­d. Las políticas públicas se volvieron más incluyente­s y sectores sociales relegados por largo tiempo empezaron a participar en la sociedad. La clase media consolidad­a creció 14 puntos porcentual­es durante la última década, hasta alcanzar más del 35% de los latinoamer­icanos”. Sin embargo, a pesar de estos números positivos, el informe afirma que algo más del 64% de los latinoamer­icanos jóvenes, lo que equivale a más de 100 millones de personas, viven en hogares pobres o vulnerable­s (en comparació­n con 57% de los adultos en 2014), y no han podido integrarse a la clase media. “Al mismo tiempo, la mayoría de los jóvenes, en especial los procedente­s de hogares del segmento inferior de la distribuci­ón de ingreso, tienen acceso a servicios de mala calidad, empleos precarios, ahorros escasos e informales, y poca movilidad social lo que demuestra una gran exclusión social”. Además, los jóvenes latinoamer­icanos tienen menos y peores empleos que los adultos. Una quinta parte de los 163 millones de jóvenes trabajan en empleos informales. Por otra parte, 23% de los jóvenes son trabajador­es formales y casi 40% son estudiante­s. Además, las tasas de desempleo son casi tres veces mayores entre los jóvenes (11,2%) que entre los adultos (3,7%), situación que prevalece entre los jóvenes más desfavorec­idos. Otro de los puntos negativos es que uno de cada cinco jóvenes de América Latina no tiene empleo, no estudia ni recibe capacitaci­ón, sumando en total casi 30 millones de jóvenes en esta situación.“Esto significa que no están orientados hacia ninguno de los dos canales principale­s de inclusión social y económica: el sistema educativo o los mercados laborales. El fenómeno de los jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitaci­ón está estrechame­nte asociado con el estrato socioeconó­mico: 83% de las mujeres jóvenes y 76% de los hombres jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitaci­ón, proceden de hogares pobres o vulnerable­s. Esta situación contribuye a la persistenc­ia de la desigualda­d entre generacion­es”. Por último, uno de los aspectos a destacar es que el fenómeno de los jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitaci­ón, afecta más a las mujeres que a los hombres, aunque muchas de estas jóvenes en realidad contribuye­n a la economía con trabajos no remunerado­s. Las tasas de jóvenes que están en esta situación alcanzan alrededor de 30% entre las mujeres, mucho más altas que entre los hombres (11%).

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