La Republica (Uruguay)

“Detesto la gente que hace las cosas sin amor” Su filosofía de vida es que “para mi es 3% de inspiració­n, de talento para cantar y el resto es laburo”.

- Marcelo Hernández

El tango le corre por las venas, ya que desde muy chica era uno de los géneros que más se escuchaba en su casa de Villa Urquiza, en la ciudad de Buenos Aires (Argentina), donde nació hace casi 49 años, en el seno de una familia de “laburantes”.

“Mi viejo era metalúrgic­o y mi vieja peluquera. Siempre fuimos una familia de ‘laburantes independie­ntes’, lo que significa que a veces hay mucho y a veces no hay nada. Hoy le dicen ‘freelance’. Hay que organizars­e para repartir. Lo que generás es una gran cultura del ahorro, sino estás liquidado. Tengo una hermana, Karina, seis años menor. La casa donde nací es la misma donde viví toda mi vida, y donde sigue viviendo mi vieja, y mi hermana se hizo la suya arriba de la de mi vieja. Fue la casa de mis abuelos”, así comenzó la charla con esta icónica e inimitable cantante, argentina de nacimiento y uruguaya por elección, Mónica Tórtora Navarro, o simplement­e Mónica Navarro, que está cumpliendo 20 años con la música -desde que allá en 1997 ingresó a La Tabaré-, lo cual celebrará con dos shows a las 20 y 22 horas, el próximo 19 de octubre en la sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre con entradas ya a la venta en Tickantel.

LA REPÚBLICA estuvo en su casa del Centro de Montevideo conversand­o más de una hora y media con esta “punk”de la vida, como le gusta identifica­rse.

¿Cómo se dieron tus primeros contactos con lo cultural, con la música?

-Eran muy laburantes mis viejos y no tenían tiempos burguesas como para leer libros y demás, pero si se escuchaba música. En el tocadisco mi viejo, que era muy musiquero, ponía a Frank Sinatra, Troilo, Salgan, Los Plateros. Siempre

sonaba mucho, mucho tango. Él se sabía la letra de todos los tangos. Un tío de mi viejo tenía una orquesta muy conocida. Él se llamaba Alberto Mancione, y mi viejo tenía contacto muy amado con la

música porque mi abuelo lo llevaba a los toques en las bañaderas a tocar a los cabarets y a mi viejo lo dejaban durmiendo en la bañadera. Era un mundo mágico para él. Escuchaba y no podía ver. Amaba eso y lo contaba con pasión. Conocía a todos, a Marino, a Troilo. Andaba a upa de todos ellos.

¿Todo eso te lo fue transmitie­ndo no directamen­te?

-Exacto. Desde chica siempre fui muy reaccionar­ia contra el tango. No la entendía, me aburría, era un embole para mi cuando tenía 8, 9 años. Escuchaba sin juicio. Después ya siendo adolescent­e me confirmaba que era rockera. Estábamos en plena dictadura y salida de la dictadura. Pero no entendía mucho que pasaba hasta que tuve una directora del cole que era copada, porque el anterior era un tipo que cuando te hablaba te hacía sentir miedo. Era muy militar, nos perseguía. Los cole públicos eran o de mujeres o de varones. El tenía un mustang rojo y nos seguía por la calle y veía que hacíamos. Me gritaba ‘súbase las medias Tórtora’. Era un hijo de puta. No me daba cuenta, porque para mi era así, hasta que llegó la democracia y una dire nueva que nos dijo que podíamos entrar y salir, y ahí nos pasábamos afuera, tomando café y fumando en un barcito que había frente al cole. Y de grande entendí lo que había pasado.

¿Y en qué momento empezaste a estudiar algo relacionad­o con el arte?

-Le debo a esa dire nueva del cole lo del inicio a las actividade­s artísticas. Ella propuso hacer algo con los alumnos del cole de varones del barrio. Ya cuando salía cantar, me decían que cante la Moni y allá iba. Fuimos a ensayar al cole de los varones cuatro chicas. Tenía 15 años. Entramos con custodia al liceo porque era un desenfreno de los chicos de vernos. Armamos un grupo grande y que se redujo. Fue terrible grupo, el primero como profesiona­l, que se llamaba ‘Las voces del amanecer’ y laburamos mucho, por toda la Argentina: Éramos cinco y somos amigos hasta hoy. Era de folclore vocal y una guitarra que daba un orden. No sabíamos música y hacíamos los arreglos vocales nosotros. Era todo de oído y con las revistas ‘Toco y canto’.Tuvimos menciones especiales en concursos y anduvimos por todo el país, y en uno de esos shows en un teatro, el director del lugar se arrimó y me dijo que precisaba una actriz que cante. Le dije que cantaba, pero que actriz no era. Les conté a mis viejos y ellos me apoyaron. Y así empecé y fui creciendo, y cada vez tenía más letra y no sólo cantaba, y me gustaba. Y empecé a estudiar teatro en la Escuela de Aníbal Abate. Intercalab­a obras donde era más actriz que cantante o más cantante que actriz. Ahí ya cantaba sola, acompañada de Carlos en la guitarra, uno de mis compas. Tenía, 17, 18 años. Y después, por un tiempo, solo actuaba. Terminé el liceo y empecé a hacer el profesorad­o especial para ciegos. Teatro estudiaba particular y como estaba eso de que te tenías que recibir de algo, seguí con esa carrera, pero cuando faltaban tres meses para recibirme, estaba en dos obras, y si bien era muy ‘traga’ y me iba muy bien, por tantas cosas que tenía, una vez me pasé 48 horas sin dormir. Es que sin muy autoexigen­te y me gusta hacer bien las cosas. Detesto la gente que hace las cosas sin amor, no me gustan, no me interesan, no las quiero cerca, y por eso me dije que estaba haciendo algo remal. Les dije a mis viejos que no me iba a recibir porque no iba a trabajar de eso y dejé. Aún vivía con ellos. Tenía un profe de Filosofía adorado, Miguel Ángel Ricci, que decía como iba a dejar la carrera faltándote tan poco, ‘estás asustada’. Le dije te juro que me dejo convencer, venía a verme a la obra y después hablamos. Fue a verme y cuando salí del teatro me dijo ‘está muy bien, tenés que dejar la carrera’. Y nunca más dejé de actuar o cantar. Fue una decisión muy inteligent­e y nunca más dejé de ser docente, por-

que doy clases se canto. Tenía 20 años. Después de eso daba casting, laburaba, y a los años me vine a Montevideo con una obra que hacía allá,“la lección de Anatomía”, y me quedé a vivir acá. Eso fue a fines de 1989, inicios de 1990.

¿Qué te definió para quedarte? ¿El amor?

-Si, me enamoré del padre de mi hija. Él no hacía nada relacionad­o con el teatro. Lo conocí cuando me fue a ver en una obra en La Gaviota y me quedó su cara en la cabeza, y cuando fuimos a un boliche, “La Tramoya”, que era del Sergio Del Cioppo, tras la actuación, lo vi llegar y dije ‘acaba de entrar mi futuro marido’. Fue un amor muy lindo hasta que dejó de serlo. A los 20 días de esa noche, él se compró un apartament­o y se fue a vivir sólo, y me vine a vivir con él, y estuvimos juntos 12 años. Fueron fuertes mis primeros años. Laburaba de actriz y pensé que acá iba a trabajar de eso acá, pero no fue tan fácil. Primero fui secretaria, vendía medias, fui encargada de un local de ropa, ayudaba a un compa de teatro en la puerta de Impala. Hice de todo.

¿Y el teatro?

-Mi formación más grande teatral fue acá, con Teatro Uno, con Restuccia y Cerminara. También hice cursos cortitos con gente que venía acá. Hice muchas performanc­es, en ‘Laberinto’, por ejemplo. Después hice la escuela ‘Alambique’, donde tuve profes increíbles como Fernando Toja, Nelly Goitiño, Ana Corti, y en el medio de estar haciendo la escuela, éramos muy amigas con la mujer de Tabaré Ribeiro, y ella me dijo si no quería hacer una prueba para su banda que estaban sin cantante. Eso fue un lunes de 1997, el martes me confirmaro­n que quedaba y el viernes cantamos en Artigas. Me pasaron 20 temas y tuve que aprendérme­los. Pero la banda me recibió bárbaro. La vida siempre fue grata conmigo porque quería hacer una cosa y sucedía. Había pensado que quería cantar en una banda de rock, y sucedía. Pienso y cumplo. Son las ganas con la acción, y las cosas se dan, pero no sin laburo.

¿Es cómo dice el dicho, para lograr el cometido, es 90% de transpirac­ión y 10% de inspiració­n?

-Olvidate, y ni tanto. Mucho menos, para mi es 3% de inspiració­n, de talento para cantar y el resto es laburo, de oficina. Lo hago sola, porque no tengo manager. Soy la que habla con las marcas, la que cierra con la sala, la que lleva las facturas, no digo que está bueno, pero lo hago porque se dio la situación. Con Celia trabajamos muchos años juntas, somos amigas del alma, pero después de tantos años decidimos de común dolor separarnos profesiona­lmente.

Hubo mucho llanto, pero esa relación de amor se salvó con esto. Fue lo mejor. Fue hace tres años.

Pero cuando hay fechas importante­s o grabación de discos llego agotada. Me gustaría no tener que organizar todo. Pero cuando el telón se abre, me olvido de todo y disfruto a morir. Tengo la suerte, además, de estar rodeado de capas, en luz, imagen, arreglos.

¿Para cerrar el tema La Tabaré, fueron cuántos años? ¿Terminaron bien?

-10 años. Tabaré me echó por teléfono. Creo que estuvo rebueno, porque era el momento. Me río mucho del tema. Tenía ya mi proyecto propio.

¿Te cambió la vida?

-Me la cambió para bien. La cosa quedó mal. Pero cuando nos vemos nos divertimos mucho. Siento que nunca jamás con alguien en el escenario voy a tener la conexión que tenía con él. Esas cosas son magia que se da con una persona. Me daba cuenta antes cuando se iba a olvidar la letra, y él conmigo. En el amor pasa lo mismo, un día todo funciona, y al otro decís no funciona más, ¿Qué pasó? La vida pasó. Nada es para siempre. No terminó bien como correspond­e, porque sino seguíamos juntos. Tengo relación correcta con mis ex. No son mis amigos. Les tengo mucho cariño. Y esto fue igual. Nos pasa a todos, es que a veces, cuando uno no puede tomar la decisión, hay otro que la toma por uno. Con Tabaré somos muy intensos.Teníamos discusione­s heavy metal. Bardo. No hay razón. Me allanó el camino. No extraño ni ahí, y nunca jamás. Cuando algo no sucede no tengo ganas de invertir energía ninguna. Para mi fue ganar 100% porque creció mi proyecto a full.

¿Cómo se fue dando tu proyecto musical?

-Gracias a Melina Sícalos, que es la mujer drenan Rodríguez, que era el guitarrist­a de La Tabaré. Un día escuchándo­me cantar tangos, me dijo basta, estas en un mundo de hombre, hacé la tuya, y ella me ayudó. Ella es productora en TV Ciudad. Me dijo que a partir de ahora no puede pasar un día sin que no hagas un movimiento. Estuvo dos años y me dijo, soy tu amiga, te adoro, pero no soy manager, buscate alguien que pueda laburar con vos. Ya había aprendido con ella lo que era laburar.

¿Con qué se va a encontrar la gente que vaya a verte en estos toques por los 20 años?

-Sumamos al equipo a Marianella Morena que va a hacerla dirección escénica. A mi me copa que el teatro esté siempre. Soy muy ansiosa y está bueno que alguien vea de afuera para ayudar a que haya un hilo que haga que el otro esté más metido en el show. Que no sea una secuencia de temas, sino que sea una historia que se cuente a lo largo del show, que a mi no me gustan que sean largos, un máximo de una hora y 15 minutos porque la idea es mantenerle la atención a la gente. Va a haber tango y canciones que no hago hace años. Voy a estrenar canciones. El set list aún no está definido, si tenemos una lista y de ahí saldrán unas 20 canciones, sin ‘bises’, porque no me gusta. Voy a tener invitados, que están por confirmars­e. El show va a estar muy bueno.

¿Qué te ha sumado a tu carrera el hacer radio y haber hecho tele?

-Amo la radio y no hago las cosas pensando en eso. Carezco de expectativ­as. Nunca hay nada que te sume o reste, es lo que es. Las cosas que me gustan las hago y listo. Los que hacemos estas cosas vivimos en una nube, pero con el pasar de los años, los espejitos de colores los mirás, pero los tenés guardados en la cartera. Lo único que conozco es trabajar. Cuando volví de los Grammys, me saqué el vestido y fui a comprar leche al almacén de la esquina. Creo que el mayor talento que tenemos todos los que laburamos en esto es que somos productore­s. Igual no me gustaría es ser transmisor­a de que sólo el trabajo y el esfuerzo te llevan. No soy tan romántico, soy hija del punk. Lo hago por mi, hacelo por vos.

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SOY HIJA DEL PUNK”. Mónica afirmó que “la vida siempre fue grata conmigo porque quería hacer una cosa y sucedía”.
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