La Republica (Uruguay)

NI FIN DE CICLO NI NUEVA HEGEMONÍA; Argentina, escenario en disputa

- José Cruz Campagnoli

El resultado electoral da cuenta de la constituci­ón de una nueva hegemonía neoliberal o, por el contrario, la actual experienci­a conservado­ra es en realidad una tormenta pasajera que, más tarde o más temprano, habrá de caer por las propias contradicc­iones económicas que genera?

A semanas de las elecciones primarias, abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO) que tuvieron lugar en Argentina, y tras oficializa­rse el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en la Provincia de Buenos Aires, queremos compartir algunas reflexione­s sobre ciertos interrogan­tes que provocaron interesant­es debates acerca de la naturaleza y la solidez del proyecto político que actualment­e gobierna nuestro país.

¿Estamos en presencia, no sólo aquí sino en Latinoamér­ica, de lo que podría denominars­e como un “fin de ciclo progresist­a” y del inicio de un ciclo neoconserv­ador?

¿El resultado electoral da cuenta de la constituci­ón de una nueva hegemonía neoliberal o, por el contrario, la actual experienci­a conservado­ra es en realidad una tormenta pasajera que, más tarde o más temprano, habrá de caer por las propias contradicc­iones económicas que genera? ¿O no es exactament­e ni una cosa ni la otra?

En primer lugar, creemos que concebir la historia en términos de “ciclos” no es lo más adecuado. Los ciclos, como tales, tienen una lógica física o biológica; su origen, desarrollo y ocaso resultan inalterabl­es por la acción humana, es decir, por la acción política. En ese marco, considerar que el retroceso relativo de los proyectos populares y el avance de la derecha responden a tendencias naturales emancipada­s de la política no se ajusta al modo en que la historia efectivame­nte transcurre. En Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador, pero también en México (donde la izquierda puede ganar las próximas elecciones presidenci­ales), así como en tantas otras latitudes, lo que tenemos son escenarios en disputa, cuya configurac­ión depende de la (cambiante) correlació­n de fuerzas que se establece entre las fuerzas populares y las conservado­ras.

Interpreta­r que los procesos políticos, económicos, sociales y culturales se despliegan a partir de la evolución de ciclos desalienta la disputa de poder, dejando el campo de batalla abandonado ya que parece no ser allí, durante el desarrollo del “ciclo”, donde se juega la historia. Como bien dice Álvaro García Linera, cuestionan­do la idea de que el reciente retroceso político de las fuerzas populares en Latinoamér­ica sería expresión de un hipotético “fin de ciclo progresist­a”, “al colocar el ‘fin de ciclo’ como algo ineluctabl­e e irreversib­le se busca mutilar la praxis humana como motor del propio devenir humano y fuente explicativ­a de la historia, arrojando a la sociedad a la impotencia de una contemplac­ión derrotista frente a unos acontecimi­entos que, supuestame­nte, se despliegan al margen de la propia acción humana”.

Una segunda interpreta­ción del escenario actual es el que marca que estamos en presencia de una nueva hegemonía neoliberal.

Siguiendo a Gramsci y a varios autores, partimos de la idea que la hegemonía se asienta cuando, en un determinad­o momento histórico, un sector convierte sus ideas (hasta entonces minoritari­as) en ideas asimiladas por el conjunto o la inmensa mayoría de la sociedad. Y en particular, cuando esas ideas son defendidas por el conjunto mayoritari­o de la dirigencia política, sindical y cultural de ese país y, obviamente, de la sociedad.

Los años 90 fueron un claro ejemplo de eso: el campo simbólico del debate político estaba circunscri­pto a los límites que establecía el Consenso de Washington. En ese entonces operó lo que Gramsci denominó como “Transformi­smo”, cuando intelectua­les, políticos (oficialist­as y opositores) y dirigentes sindicales fueron, en su gran mayoría, seducidos por las ideas neoliberal­es; y en simultáneo otros, sin abandonar sus ideales, fueron desalentad­os a desafiar ese orden. Es cierto que hubo resistenci­a durante esa etapa, pero durante muchos años fue minoritari­a.

Esa experienci­a histórica de hegemonía neoliberal llegó a su fin con la implosión de

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