La Republica (Uruguay)

Madagascar y el ritual de “dar vuelta a los muertos”

Ya han fallecido 100 personas por una epidemia de peste.

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“Seguiré volteando los huesos de mis antepasado­s, con o sin peste. La peste no es más que una mentira”. Hélène Ravelohari­soa, una adepta de los “famadihana”.

En Madagascar, la población rinde culto a sus antepasado­s cumpliendo con el rito de“dar vuelta”a los muertos a pesar de la epidemia de peste que ha segado más de un centenar de vidas.

En un día soleado en la aldea de Ambohijafy, cerca de la capital, Antananari­vo, se cumple con el rito, como cada año. Detrás de la bandera nacional blanca, roja y verde desfila una procesión en un ambiente festivo, casi carnavales­co, en dirección al cementerio. Para los cientos de habitantes de este pueblo, es el momento sagrado del “famadihana”, que se celebra de julio a octubre para honrar a los muertos y, de paso, pedir deseos. Cada aldea elige la fecha para la ceremonia colectiva y cada familia decide qué difunto volteará este año. A un muerto pueden darle la vuelta y envolverlo en una nueva mortaja varias veces a lo largo de los años, en función del número de personas que quieran rendirle homenaje. “Es uno de los rituales más practicado­s en Madagascar”, resume el historiado­r Mahery Andrianaha­ga. “Es necesario para la búsqueda de la armonía en el cosmos (…), satisface la necesidad de respetar y honrar a los antepasado­s para que puedan regresar”.

En el cementerio de Ambohijafy, ponen fin a la ceremonia colocando de nuevo los cuerpos (con su nuevo sudario y atados con un cordel de pies a cabeza) en el fondo de la tumba. Un último baile y luego todos in- tentan llevarse una de las esteras empleadas. Los más avispados se llevan una a casa y la ponen debajo del colchón hasta el próximo “famadihana”. Les aportará -dicensuert­e y éxito. Algunos médicos temen que les transmitan microbios e infeccione­s. En un momento en el que Madagascar atraviesa una epidemia de peste, esta práctica alarma a las autoridade­s sanitarias. Desde finales de agosto, más de 1.100 personas han enfermado de peste y al menos 124 han muerto. La epidemia parece remitir desde octubre.

En el ministerio de Salud, los epidemiólo­gos constataro­n desde hace años que los casos de peste coincidían con la temporada de los “famadihana”.

“Si una persona murió de la peste pulmonar y luego la entierran en un sepulcro reabierto para un ‘famadihana’, la bacteria puede todavía transmitir­se y contagiar al que ha manipulado el féretro”, explica el profesor Willy Randriamar­otia, director de gabinete del ministro. Para limitar este peligro, las víctimas de la peste no pueden ser enterradas en un panteón que vaya a reabrirse, sino en una sepultura anónima. Eso en teoría. Porque durante las últimas semanas, la prensa malgache informó de varias exhumacion­es clandestin­as.

Cortejo y elegida

A la cabeza del cortejo va Andry Nirina Andriatsit­ohaina, de 18 años, que esperaba con impacienci­a este momento.“Me han elegido para llevar la bandera nacional, me siento muy orgulloso de ir a envolver de nuevo los huesos de mi abuela y de todos nuestros antepasado­s”, explica el joven. “Le pediré la bendición y aprobar el examen de bachillera­to”, cuenta. Delante del panteón familiar, los hombres cavaron la tierra y abrieron la tumba, para exhumar los restos mortales y colocarlos en una estera. Mujeres y niños sujetan los cuerpos y los hombres los levantan y los envuelven en mortajas nuevas.

Oly Ralalariso­a, de 45 años, está emocionada. “Estoy encantada de exhumar a mi tatarabuel­o”, dice.“Esto permite a sus descendien­tes pedirle la bendición para los próximos nueve años”, señala. Cerca de allí, Isabel Malala Razafindra­koto llora. Lleva en brazos el cuerpo de su hijo muerto cuando tenía tres años. “Me alegra volver a ver a mi hijo y cumplir con mi deber”, afirma la joven.

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CEREMONIA. Los cuerpos se trasladan en sábanas y alfombras.

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