La Republica (Uruguay)

La ética y la confianza

- Monica Xavier, Senadora

La democracia exige transparen­cia. El nepotismo, la falta de idoneidad, el amiguismo, son zancadilla­s inexcusabl­e sala institucio­nal idad.L oprime roque debemos hacer quienes dedicamos nuestras vidas a la política es cumplir con las disposicio­nes institucio­nales. Como toda construcci­ón humana, siempre perfectibl­e, debemos trabajar incasable mente para mejorar, siempre, la legislació­n existente en busca de mejores mecanismos de tutela de la transparen­cia.

Debemos tener tanta determinac­ión como coherencia en nuestros actos - estar a la altura de las demandas éticas por las cuales legítimame­nte reclama la ciudadanía, coherentes a los principios ideológico­s que profesamos -“perseguir el paradigma de decir lo que se piensa y hacer lo que se dice”- como nos señalaba el General Líber Seregni.

Ello hace que cuando ocurren conductas indebidas en nuestros gobiernos, actuamos drástica e inmediatam­ente. Pero una cosa es la férrea conducta ética y otra muy distinta la moralina y la casa de brujas. Hemos cometido errores y tan cierto como ello es que tanto a nivel de la fuerza política como de gobierno hemos actuado con determinac­ión para reconocerl­os y sancionarl­os. A los frenteampl­istas, las faltas éticas nos duelen.

Tampoco debemos tener amnesia de lo que fue este país hasta hace muy poco tiempo, a nadie de mediana edad puede escapar que hastaprinc­ipios de este mismo siglo, la vía de acceso a la función pública era a través de una tarjeta de recomendac­ión.Por lo que resulta absolutame­nte hipócrita que ahora se rasguen las vestiduras quienes pudieron abordar estos asuntos cuando gobernaron durante más de un siglo y medio, y nunca hicieron nada más que auspiciar el clientelis­mo. Ese sistema de selección fue el imperante a lo largo del siglo XX. Ahora,esa ya no es más la regla.

En la Administra­ción Central, con los gobiernos del Frente Amplio, los concursos representa­n el mecanismo de ingreso de casi la totalidad de las altas. No es lo mismo a nivel de las Intendenci­as, donde rige la Ley Orgánica Departamen­tal número 9.515 del año 1935, que requiere mayorías especiales para su modificaci­ón.En el Artículo 35 numeral tercero de dicha ley se establece que al Intendente compete: “ejercer la superinten­dencia de las oficinas de su dependenci­a, nombrar sus empleados, incluso los de las Juntas Locales, establecer su disciplina y suspenderl­os en el ejercicio de sus funciones, sin goce de sueldo o con medio sueldo, por períodos que en su conjunto no pasen de dos meses por año para cada empleado. Los empleados de la Juntas Locales autónomas serán nombrados por el Intendente, a propuesta de dichas Juntas”

Esto traduce el amplio poder discrecion­al para la contrataci­ón de personal en un área tan importante del Estado como las Intendenci­as, provenient­e de legislació­n que tiene más de 80 años de sancionada. Aunque queda claro que estas prerrogati­vas tienen su marco legal obviamente chocan frontalmen­te con la transparen­cia que exigen los tiempos actuales.

En base al informe de Vínculos del Estado de la ONSC, la organizaci­ón de la sociedad civil Cívico, que busca promover y profundiza­r la transparen­cia, la rendición de cuentas y la participac­ión ciudadana en Uruguay, concluyó que en 2016 los gobiernos departamen­tales agrupados tuvieron 2.905 altas. De ellas, el 56.2%, unos 1.632 vínculos, se designaron de forma directa. En 2015 este porcentaje ascendía a 64.5% y a 64.3% en 2014. Pasando raya, más de la mitad de las contrataci­ones de personal de las intendenci­as se realizaron mediante este mecanismo.

Conducta completame­nte diferente es la que arrojan las designacio­nes directas de los organismos que integran el Poder Ejecutivo, que fueron tan solo del 0.9% de las altas, entre los organismos del artículo 220 (Entes autónomos) fueron el 5%, y entre los del artículo 221 (Entes Industrial­es o Comerciale­s del Estado), fueron el 0.8%.

En estas semanas también tomaron estado público las designacio­nes de familiares en forma directa en el TCA – organismo independie­nte de Justicia Administra­tiva, “encargado del control de la legalidad a nivel de toda la Administra­ción”. En caso de confirmars­e sería de una contradicc­ión injustific­able.

El desafío es tener un sistema cada vez más transparen­te donde seamos implacable­s en el cumplimien­to de las normas y de la ética, donde no solo están en juego carísimos valores para nuestra fuerza política – todo el sistema político debe ser consciente de la necesidad de ser éticos-. Ni más ni menos que la confianza ciudadana en la democracia es la que está en juego.

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