De estrategias, programas y avances de nuestra fuerza política
La época nuestra está marcada por la mediatez, por el impulso estético de los conceptos y la necesidad de aclarar lo obvio (tremenda enfermedad que sufrimos).
La estrategia política del Frente Amplio, que consistió en un largo, arduo y exitoso proceso de acumulación electoral, política y cultural, es decir de hegemonía consiguió su objetivo en 2004 al ganar las elecciones nacionales. Sin embargo, ha pasado en la historia de la humanidad, no darse cuenta a tiempo de haber sido exitoso en una campaña como una estrategia, termina siendo un error sepulcral.
Mantener al Frente unido, como experiencia de unidad en la diversidad de algunas corrientes y muchas sensibilidades de nuestra izquierda, es algo fundamental y por lo que debemos pelear cotidianamente. Sin embargo, no puede ser la estrategia.
Reflexionar sobre la actualidad y el futuro del país, pensar el desarrollo, la región, el mundo. Discutir geopolítica y crear escenarios posibles es necesario para avanzar y planificar. Pero no puede ser la estrategia. Hace un tiempo, 8 o 10 años, pensar lo programático era asimilar la estrategia a un programa de gobierno. La discusión de programa siempre ha tenido (al menos) dos bibliotecas. Los que inciden en ella, sostienen que son espacios importantes, donde se debe profundizar la discusión, etc. Quienes no inciden, desvalorizan el espacio, ya que ahí no hay nada que hacer. Lo mejor es pensar una actividad de impacto que saltee lo programático.
Desde nuestro punto de vista, así como la fuerza política se quedó sin estrategia al ganar el gobierno, el gobierno en este tercer ejercicio se queda sin programa. Y se queda sin programa producto del éxito que tuvo su aplicación en varios temas.
Pero claramente, aplicando lo mismo no podremos avanzar en revertir las desigualdades y los dolores que nos quedan.
El 2019 debe encontrarnos con un programa que refuerce la unidad, que sume mayorías, que promueva las acumulaciones necesarias, pero a la vez que nos permita saldar deudas históricas que tenemos con ciudadanos de la ciudad y el campo. Con mesura, debemos generar la posibilidad y la capacidad para atender cuanto antes, es decir dentro de los 5 próximos años, a la población más sumergida de nuestro país. A los que ganan menos de 15 mil pesos, a quienes están aun bajo la línea de pobreza y la indigencia. A pequeños productores, agricultores familiares, etc.
Debemos impulsar una gran alianza contra la pobreza y por la vivienda digna, que implique sumar a un gran abanico político y social, que se comprometa con esto. Sé que hay gente de todos los pelos con interés y con ganas de aportar a esta causa. No hay país de punta que podamos construir sino subsanamos esa brecha que tenemos a nivel social-territorial-económica. Brecha que viene de lejos en nuestra historia y que además es moneda repetida en nuestra América latina.
Entre otras cosas, porque no basta con distribución material, incluso muchas veces no basta con trabajo. Precisamos incluir a un pedazo importante de ciudadano/ as a participar de la sociedad. Esta inclusión implica reconocimiento antes que nada.
Sin embargo, para que todo esto suceda, precisamos de grande mayorías dispuestas a dejar su orgullo y su camiseta de lado, para confluir en una tarea que termine con la pobreza en nuestro país.