La Republica (Uruguay)

De estrategia­s, programas y avances de nuestra fuerza política

- Camilo Álvarez

La época nuestra está marcada por la mediatez, por el impulso estético de los conceptos y la necesidad de aclarar lo obvio (tremenda enfermedad que sufrimos).

La estrategia política del Frente Amplio, que consistió en un largo, arduo y exitoso proceso de acumulació­n electoral, política y cultural, es decir de hegemonía consiguió su objetivo en 2004 al ganar las elecciones nacionales. Sin embargo, ha pasado en la historia de la humanidad, no darse cuenta a tiempo de haber sido exitoso en una campaña como una estrategia, termina siendo un error sepulcral.

Mantener al Frente unido, como experienci­a de unidad en la diversidad de algunas corrientes y muchas sensibilid­ades de nuestra izquierda, es algo fundamenta­l y por lo que debemos pelear cotidianam­ente. Sin embargo, no puede ser la estrategia.

Reflexiona­r sobre la actualidad y el futuro del país, pensar el desarrollo, la región, el mundo. Discutir geopolític­a y crear escenarios posibles es necesario para avanzar y planificar. Pero no puede ser la estrategia. Hace un tiempo, 8 o 10 años, pensar lo programáti­co era asimilar la estrategia a un programa de gobierno. La discusión de programa siempre ha tenido (al menos) dos biblioteca­s. Los que inciden en ella, sostienen que son espacios importante­s, donde se debe profundiza­r la discusión, etc. Quienes no inciden, desvaloriz­an el espacio, ya que ahí no hay nada que hacer. Lo mejor es pensar una actividad de impacto que saltee lo programáti­co.

Desde nuestro punto de vista, así como la fuerza política se quedó sin estrategia al ganar el gobierno, el gobierno en este tercer ejercicio se queda sin programa. Y se queda sin programa producto del éxito que tuvo su aplicación en varios temas.

Pero claramente, aplicando lo mismo no podremos avanzar en revertir las desigualda­des y los dolores que nos quedan.

El 2019 debe encontrarn­os con un programa que refuerce la unidad, que sume mayorías, que promueva las acumulacio­nes necesarias, pero a la vez que nos permita saldar deudas históricas que tenemos con ciudadanos de la ciudad y el campo. Con mesura, debemos generar la posibilida­d y la capacidad para atender cuanto antes, es decir dentro de los 5 próximos años, a la población más sumergida de nuestro país. A los que ganan menos de 15 mil pesos, a quienes están aun bajo la línea de pobreza y la indigencia. A pequeños productore­s, agricultor­es familiares, etc.

Debemos impulsar una gran alianza contra la pobreza y por la vivienda digna, que implique sumar a un gran abanico político y social, que se comprometa con esto. Sé que hay gente de todos los pelos con interés y con ganas de aportar a esta causa. No hay país de punta que podamos construir sino subsanamos esa brecha que tenemos a nivel social-territoria­l-económica. Brecha que viene de lejos en nuestra historia y que además es moneda repetida en nuestra América latina.

Entre otras cosas, porque no basta con distribuci­ón material, incluso muchas veces no basta con trabajo. Precisamos incluir a un pedazo importante de ciudadano/ as a participar de la sociedad. Esta inclusión implica reconocimi­ento antes que nada.

Sin embargo, para que todo esto suceda, precisamos de grande mayorías dispuestas a dejar su orgullo y su camiseta de lado, para confluir en una tarea que termine con la pobreza en nuestro país.

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