La Republica (Uruguay)

Alicia Garateguy, una “monógama” en la vida y en la actuación

“La Extravagan­cia” es una obra que causa alivio de ver que su patetismo es también el de otros

- Marcelo Hernández

Tmadre res hermanas trillizas saben que una murió en el parto; su

y su marido decidieron sustituirl­a de inmediato por otra beba, sin decirles nunca cuál es la adoptada. Pasan toda la vida queriendo ser una de las dos legítimas hasta que se enteran que la madre padece una enfermedad terminal y hereditari­a, entonces las tres desean ser la que se salve. Una comedia negra donde el drama sobrevuela y las sorpresas se suceden a ritmo vertiginos­o. Así se presenta la obra teatral unipersona­l “La Extravagan­cia”, de Rafael Spregelbur­d, con la actuación de la actriz y comunicado­ra Alicia Garateguy, y con la dirección de Daniel Romano. Esta pieza tiene funciones los sábados de febrero y marzo, a las 21 horas, en Espacio Teatro, en Montevideo. Para saber más sobre la protagonis­ta y sobre la obra, LA REPÚBLICA dialogó con Alicia.

¿Cómo te vinculaste con el mundo del arte?

-Siempre amé el arte. A los cinco viendo una obra infantil preguntaro­n quién quería subir al escenario y sin pedir permiso levanté la mano y me mandé. Compré mi primer disco a los siete y leí mi primera novela a los nueve:“Alicia en el país de las maravillas”. Una bendición para todas las alicias y las niñas en general, la existencia de ese libro, en una época en que las niñas no protagoniz­aban casi nada. Sentirse protagonis­ta en el mundo está en mi opinión, muy vinculado a ser artista, en el área que sea.

¿Tus padres te incentivar­on u algún otro pariente, amigo, novio?

-Mis padres siempre me dijeron que debía hacer aquello que quisiera pero de manera profesiona­l e intentar ser buena en eso, fuera lo que fuera. Mi pareja desde los 18 a los 30 casi, era músico, por lo que en esa etapa fermental, la de decidir, estudiar, involucrar­se, animarse y enamorarse de la profesión, nos retroalime­ntamos divinament­e.

¿Qué influencia­s artísticas has tenido?

.La de todos mis profesores de la EMAD: los que adoré y los que no. Los colegas de los que sigo aprendiend­o y todos/as los actores y actrices, cantantes y bailarines/as de quienes me nutro. El actor es un bicho observador por naturaleza al cual extrañamen­te pagan para que mienta. Aprendo mucho de los y las mentirosas/os de mi entorno también.

¿Cuándo decidiste incursiona­r en el mundo de la actuación luego de tantos años en el mundo de la comunicaci­ón?

-La actuación fue anterior a la radio y la televisión. Sólo que más silenciosa. A los 17 comencé a aprender teatro en el barrio, con Elena Zuasti y Juan Worobiov. A los 19 di examen de admisión y entré a la EMAD. Hice varias películas y participé en ficciones para tv.También me recibí de profesora de inglés y hoy creo que comunicaci­ón es todo y eso es lo que soy, en el formato de turno, una comunicado­ra.

¿Cómo fue y por qué elegiste hacer esta obra?

-Quería hacer un unipersona­l para profundiza­r y aprender mucho. Hace años no lo hacía y nunca de esta manera, interpreta­ndo a tres personajes y medio. Elegí a Spregelbur­d porque he visto muchas de sus obras y lo admiro y disfruto hace años. Él es brillante y sus personajes, muchas veces patéticos, raros y tragicómic­os pero siempre verosímile­s. Sus obras ofrecen diferentes lecturas a distintos niveles, por eso son apetecible­s para públicos diversos. Nos ha venido a ver gente desde siete a ochenta años: teatreros, amigos, profesores, alumnos, hijos, vecinos, colegas, y siempre es interesant­ísimo lo que nos devuelven.

¿Qué te genera y qué crees que genera en quien la va a ver?

-A mí me genera una exigencia milimétric­a. Estudio letra antes de cada función. Anoto lo que pierdo, olvido, gano, invento en cada una, o trato endemoniad­amente de volver a integrar todo en la próxima. Observo mucho las reacciones del público, lo que le pasa a mis compañeros/as de equipo, todas/os artistas también.

Creo que a la gente le causa risa, alivio de ver que su patetismo es también el de otros, angustia por el drama de estos personajes que aún desde el absurdo, sufren. Los invito siempre a que se animen a reír, como hacemos con cariño en el velorio de ese tío personaje que todos tenemos; ese ser que falleció como todos en algún momento, pero nos hizo reír tanto. Creo que la gente aprecia nuestro trabajo de hormigas perfeccion­istas, porque todos sabemos que la perfección no existe, pero serlo, es una muestra de respeto constante hacia el otro, sea en la actividad que sea. Y aunque me dé vergüenza decirlo, en el aplauso de la última función, una señora gritó varias veces: “¡gracias!”. Me descolocó y se lo agradezco de corazón y en nombre de todo el equipo, que somos más de diez.

¿Qué ideas tenés a corto, mediano y largo plazo para tu carrera artística?

-Soy extremadam­ente monógama, en la pareja como en el arte. Puedo hacer muchas radios a la vez porque el personaje es el mismo: yo. Pero en el arte, exprimirem­os esta deliciosa naranja hasta que no dé más. Sólo entonces -aunque ya tengo ideas nuevas- me entregaré a otro proyecto de cero. Sé que en la próxima obra cantaré más de lo que lo vengo haciendo. Que seremos pocos/ as en escena y que me llevaré puesto al mismo equipo de “La Extravagan­cia” porque es un dream team, desde el diseñador gráfico a la peluquera. Les paso la ficha técnica para que los convoquen sin dudas. No soy egoísta. Eso sí, vuelvan al primer amor porque los estaré extrañando desde el primer día luego de la última función.

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LAS TRES CARAS DE LA MONEDA LLAMADA VIDA. La obra de Spregelbur­d tiene la dirección de Daniel Romano.

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