La Republica (Uruguay)

Tarifas públicas y el subsidio al agro

- Gerardo “Negro” Gadea, analista.

La situación energética en el país en el año 2005 era crítica. Los problemas eran de todo tipo pero haciendo un listado generoso podemos resumirlos en tres. El desabastec­imiento de energía, la dependenci­a de la matriz energética y las tarifas públicas.

El país se encontraba al borde del desabastec­imiento, de quedarse sin energía. No había inversione­s en el área y las que se habían realizado resultaron un fracaso millonario (los gasoductos que conectaban con la Argentina). El crecimient­o económico del país es una excelente noticia para la Economía pero una complicaci­ón muy importante para el erario público, ya que la demanda de energía cuando crece de manera incesante tiene que tener una infraestru­ctura que la respalde.

Está bárbaro que el país crezca, pero si no adaptas tu infraestru­ctura energética con inversione­s que vayan acompasand­o ese crecimient­o estás liquidado. Dicho en otras palabras tenés que tener capacidad de generar tantos Megawatt (Mwh) para sostener el nivel de producción que se genera.

Si no tenés esa capacidad sales a “comprar” energía afuera (Brasil y Argentina) a precios exorbitant­es, generando un “costo país” que te saca de cualquier rango de competitiv­idad. Eso pasó en el Uruguay durante mucho tiempo anterior al 2005 y luego de ese período las inversione­s en alguna nueva Central, la energía eólica, la biomasa y otras fuentes de energía cambiaron radicalmen­te este panorama. Hoy los uruguayos y sobre todo la producción uruguaya duermen tranquilos. La energía está y no hay riesgo de que falte.

La matriz energética del país era un horror. Un país que no producía petróleo dependía de él para abastecers­e. Todos los días teníamos que mirar la pizarra para saber si el precio del petróleo estaba a U$30 (con lo cual salíamos a festejar por 18 de Julio) o si estaba a U$180 (había que buscar con desesperac­ión como pagar ese precio, desequilib­rando totalmente las cuentas del Estado).

Todos los días mirábamos las noticias. Si Saddam Hussein se le ocurría invadir algún país, si Israel o Hezbollá se agredían o si Bush tiraba alguna bomba en alguna zona cercana de Medio Oriente. Estos hechos determinab­an la cotización al alza o a la baja del precio del barril, nosotros éramos meros espectador­es de decisiones ajenas de las que no teníamos el más mínimo control.

Se logró el milagro de la independen­cia energética. Salimos de la locura del barril de petróleo a tal punto que las centrales térmicas se convirtier­on en infraestru­ctura de respaldo y no de abastecimi­ento.

Las inversione­s en energía eólica principalm­ente cambiaron el paisaje rural del Uruguay. Hoy somos un rara avis en el mundo moderno, abastecido­s casi en su totalidad por energía propia, producida por nuestros vientos, nuestros residuos forestales y otros. De yapa, contribuim­os al medio ambiente y a reducir nuestra cuota parte de destrucció­n de la capa de ozono.

Abastecimi­ento e independen­cia energética. Pavadita de problemas que hemos solucionad­o en estos años. Somos la envidia de nuestros vecinos, ni Brasil ni Argentina tienen estos problemas solucionad­os, a pesar que en el caso de Brasil nos llevaba años de ventaja con su programa de biocombust­ibles.

El último problema a solucionar son las tarifas públicas. Que sean competitiv­as, esto es que estén alineadas a los precios de la región y del mundo en el caso de las empresas y que tengan un peso lo más pequeño posible para las familias, ya que la luz, el combustibl­e, el agua y las comunicaci­ones forman parte importante del costo de una familia.

Debido a que la polémica pública hoy son los combustibl­es, no vamos a profundiza­r en las tarifas de luz, de agua y de comunicaci­ones que en general han tenido performanc­es adecuadas de precios y en la mayoría de los casos -mirado en un horizonte de los últimos 12 añoscon una tendencia por debajo de los aumentos inflaciona­rios. Esto involucra directamen­te a tres entes públicos; UTE, AntelY OSE.

El gobierno anunció una suba de tarifas de las naftas Premiun y Súper en un 9% en el semestre y el gasoil y el supergás un 0%.

La paramétric­a de Ancap es una estimación del precio del barril de petróleo y la cotización del dólar, que son las dos variables que tienen mayor incidencia. En enero de 2018 el precio del barril de petróleo estaba en U$65 y el precio del dólar estaba en $29,05; hoy el precio del barril está en U$73 y el del dólar en $32,1. Se trata de aumentos del 12% y de 10,5% respectiva­mente por lo que puede concluirse en grosso modo que un aumento del 9% en el semestre tiene una correlació­n razonable con los aumentos registrado­s de las variables considerad­as.

Pero no puede pasarse por alto que el aumento fue en las naftas, ya que en el gasoil (utilizado principalm­ente por el sector productivo y en particular por el agro) el aumento fue 0, tratándose de una rebaja en los hechos atendiendo segurament­e las movilizaci­ones y los reclamos que han estado realizando las gremiales rurales. Si el aumento hubiese sido parejo para todo el mundo, es decir, si también se hubiesen aumentado el gasoil con la misma recaudació­n final para Ancap, el aumento hubiese sido del 5,4%.

No podemos ignorar que la inflación de los últimos 12 meses a junio 2018 fue del 8,11% por lo que un aumento de las naftas del 9% es un costo bastante superior que afecta a las familias que en definitiva subsidian al agro, lo cual es una medida discutible o al menos que debería ser objeto de una discusión política que tenga otra profundida­d.

Tampoco puede soslayarse que el déficit fiscal ya ha trepado al 4% y que se necesitan señales claras y contundent­es de que al menos comience una tendencia a su reducción. La consecuenc­ia es que la sábana no da para todos, si nos tapamos en demasía quedan descubiert­os nuestros pies y viceversa.

En ese contexto es poco entendible que algunos sectores del gobierno sigan solicitand­o más recursos y más partidas para el gasto social. ¿Es que acaso no visualizan que seguir incrementa­ndo el déficit significa arriesgar los logros que se han conseguido en todos estos años? Es la situación donde los avances se convierten en verdaderos retrocesos, America Latina está plagada de ejemplos de esas caracterís­ticas.

La política tarifaria de los servicios públicos es un debe de nuestros gobiernos. Si resaltamos con justicia nuestros logros para que nadie se olvide lo que hemos conseguido, no debemos titubear para decir sin ambages que en esta materia debemos y podemos hacer más.

Hay dos formas de fijar las tarifas públicas. La primera definiendo que los entes del estado son herramient­as al servicio de los objetivos del gobierno y por lo tanto mediante el mecanismo de las transferen­cias las tarifas públicas se convierten muchas veces (no todas) en impuestos encubierto­s de los que se nutren el erario público.

La segunda forma de fijar tarifas es atendiendo de manera estricta a los costos de las empresas públicas, eliminando las transferen­cias al gobierno central y que estas sean estrictame­nte empresas con sus aciertos y con sus errores. Esta modalidad de fijación de tarifas parece muy atractiva, pero ¿qué pasa cuando el precio del petróleo aumenta al doble? ¿Los uruguayos estamos dispuestos a que nuestra tarifa de combustibl­e aumente el doble de un porrazo? Aquí se encuentra el talón de Aquiles de esta definición.

La otra opción es vender los entes públicos o cerrarlos, y dejar paso al sector privado y que haya libre importació­n. Estas recetas ya se probaron en América Latina con resultados desastroso­s de los que todavía algunos no se han repuesto. Algunos en la oposición parecen pensar en esta opción, pero no se animan a plantearlo, tienen miedo de ser destruidos en un debate y espantar a la gran mayoría de los uruguayos.

El Frente Amplio ha optado por la primera de las opciones, de la misma forma que lo hicieron los partidos tradiciona­les cuando les tocó gobernar. No han existido cambios en esta materia.

Las inversione­s en materia eólica han generado ciertas rigideces de costos a largo plazo que ameritan alguna solución si queremos tener tarifas a precios más reducidos.

Se vienen nuevos tiempos y no parece adecuado ni sensato que un gobierno se ampute la posibilida­d de utilizar a los entes del estado como herramient­as de su política económica y que mediante sus transferen­cias financien una parte de sus políticas. Eso no significa que no haya margen para mejorar por diversos mecanismos la eficiencia de ellas y sobre todo una racionaliz­ación de costos acorde a las actuales exigencias de la ciudadanía.

En un mundo globalizad­o e interconec­tado cada vez a velocidade­s más importante­s, tampoco podemos cerrar la puerta a tener que apelar en determinad­as situacione­s o circunstan­cias a la importació­n de algún insumo por simple comparació­n de costos.

Es momento de aguantar los graznidos de la oposición. La experienci­a dice que se sienten pero pasan como una ráfaga con poca pena y escasa gloria.

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